“Seguir las palabras de los profetas es una de nuestras mayores fuentes de seguridad en el complejo mundo actual”. – Russell M. Nelson en su libro “Heart of the Matter: What 100 Years of Living Have Taught Me”.
El siguiente extracto es de las experiencias del presidente Russell M. Nelson antes de ser llamado como presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que se encuentra en su último libro titulado “Heart of the Matter: What 100 Years of Living Have Taught Me”:
“Seguir las palabras de los profetas es una de nuestras mayores fuentes de seguridad en el complejo mundo actual. Puede que no siempre entiendas la razón de cada declaración de un profeta viviente, pero cuando sabes que un profeta es un profeta, puedes acercarte al Señor con humildad y fe y pedirle un testimonio propio sobre lo que Su profeta haya proclamado.
Una de las cosas que he aprendido en mi vida es que algunas de las mayores fuentes de seguridad, y algunas de las fuentes más fiables de verdad incuestionable, son los profetas de Dios. Considerando el hecho de que he servido como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles desde 1984, estoy seguro de que esta afirmación no es una sorpresa. Pero aprendí esta verdad mucho antes de mi llamamiento en los [Cuórum de los] Doce.
A lo largo de mi vida, he aprendido que los profetas ven lo que vendrá. Ven los terribles peligros que el adversario ha puesto, o pondrá, en nuestro camino. Los profetas también prevén las grandes oportunidades que aguardan a quienes escuchan el consejo profético con la intención de obedecer.
Tal vez estas dos experiencias ilustren mi punto de vista.
A finales de 1965, recibí una invitación inesperada pero impactante. La Facultad de Medicina de University of Chicago me hizo una oferta demasiado buena para ser real: unirme a su aclamada universidad como profesor de cirugía y presidente de la División de Cirugía Cardiovascular y Torácica. Dantzel y yo viajamos a Chicago para evaluar la oportunidad, y la facultad me puso la alfombra roja. La oportunidad parecía un sueño hecho realidad.
Un joven y muy respetado profesor de Derecho de la universidad llamado Dallin H. Oaks, junto con su esposa June, nos acogieron durante nuestra estancia. Nos encantó cada momento que pasamos con ellos y nos sentimos sorprendidos por la generosa oferta de la universidad.
Dantzel y yo decidimos aceptarla. Como yo estaba sirviendo como presidente de la Estaca Bonneville en Salt Lake City, le dije a mi sumo consejo que me mudaría. El hermano Joseph Anderson, un miembro de nuestro sumo consejo que entonces servía como secretario de la Primera Presidencia, me llevó aparte después de la reunión y me sugirió que hablara de esta decisión con el presidente David O. McKay.
Yo no podía imaginar que el presidente de la Iglesia se preocuparía por la decisión profesional de un presidente de estaca, pero el hermano Anderson insistió en que hablara con el profeta.
Así que, el 14 de diciembre de 1965, me reuní con el presidente McKay y le hablé de la oferta de Chicago. El presidente McKay escuchó atentamente e hizo muchas preguntas: ¿Por qué estábamos considerando la posibilidad de mudarnos? ¿Cuántos hijos teníamos? ¿Qué significaría esto para ellos? ¿Se trataba de fama o de dinero? ¿Qué impacto tendría en mi carrera profesional? El profeta no dejó ni un cabo suelto.
Nunca olvidaré lo que sucedió a después. El presidente McKay reclinó la cabeza en su silla y cerró los ojos durante un largo rato. Finalmente, abrió los ojos y dijo: “Hermano Nelson, no me parece que sea lo correcto. Tu lugar está aquí en Salt Lake City. Aquí vendrán personas de todo el mundo a verte. No creo que debas ir a Chicago”.
Aunque nos sorprendió su consejo, rechazamos la oferta de la universidad. Durante los años siguientes, todo lo que el presidente McKay dijo que sucedería, de hecho sucedió. Nuestros hijos prosperaron en Salt Lake City y yo tuve la oportunidad de influir en la comunidad mundial de cirugía cardiovascular.
Otra experiencia con un profeta de Dios que me ayudó a impulsar mi carrera profesional fue en 1979, mientras servía como presidente general de la Escuela Dominical.
Fui invitado a asistir a un seminario de representantes regionales durante el cual el presidente Spencer W. Kimball pronunció un discurso histórico sobre la apertura de las puertas de naciones que entonces estaban cerradas a la Iglesia, incluida China. Él desafió a todos los presentes a estudiar el idioma mandarín para que pudiéramos comunicarnos con el pueblo chino.
Aquella tarde le pregunté a Dantzel si estaría dispuesta a estudiar mandarín conmigo. Aceptó de inmediato y buscamos un profesor particular que nos ayudara. Por supuesto, no aprendimos a hablar mandarín muy bien, pero aprendimos lo suficiente para que, cuando me invitaran al año siguiente por una serie de acontecimientos muy inesperados, a ir a China como profesor visitante para enseñar cirugía a corazón abierto estuviera en condiciones de aceptar la invitación.
Posteriormente, hice muchos viajes profesionales a China y entablé amistad con muchos colegas del lugar. De hecho, al año siguiente de ser llamado al Quórum de los Doce, recibí una petición urgente para ir a China a realizar una operación a corazón abierto a una famosa estrella de ópera, un hombre considerado en toda China como un tesoro nacional. Les expliqué que mi responsabilidad eclesiástica a tiempo completo me impedía cumplir su petición, pero los médicos de China me suplicaron que lo reconsiderara.
Después de analizar esta petición con el presidente de mi Cuórum y con la Primera Presidencia, me alentaron a realizar el viaje. Afortunadamente, ¡la operación fue un éxito! Esa operación en China resultó ser el último procedimiento a corazón abierto que realicé. Fue en Jinan, China, el 4 de marzo de 1985.
Treinta años después, en octubre de 2015. Wendy y yo fuimos invitados a volver a la Facultad de Medicina de la Universidad de Shandong, en Jinan. Allí nos sentimos sorprendidos cuando me recibieron afectuosamente como “un viejo amigo” de China y me reencontré con cirujanos a los que había enseñado treinta y cinco años antes, así como con sus estudiantes. Lo más resaltante de aquella visita fue conocer al hijo y al nieto de la estrella de ópera a la que había operado.
Estas experiencias extraordinarias, y muchas otras más, fueron posibles por una razón: había seguido el consejo de un profeta de estudiar mandarín”.
Estas fueron algunas de las maravillosas experiencias que el presidente Russell M. Nelson obtuvo por seguir las palabras de los profetas vivientes.
Si tienes alguna experiencia beneficiosa que haya surgido al seguir las palabras de los profetas, déjalo en los comentarios para que muchas más personas puedan seguir el mismo ejemplo.
Fuente: LDS Living