¿Alguna vez has deseado tanto una bendición para luego darte cuenta de que Dios nos da regalos inesperados? Usualmente, estos regalos son mucho mejores que las bendiciones que pedimos, y la siguiente historia lo refleja perfectamente.
Hace varios años, antes del día de Acción de Gracias, le dijeron un padre de familia que solo tenía seis semanas para encontrar otro trabajo; esa noticia fue devastadora. Él y su esposa tenían 3 hijos pequeños y otro más por venir. Tenían pocos ahorros y poca comida almacenada.
Las semanas siguientes oraron día y noche para encontrar un nuevo empleo, o para recibir una bendición económica para que sus hijos tuvieran navidades “normales”, pero nada de eso ocurrió.
La mamá vendió los juguetes viejos y usados para comprar otros nuevos, pero usados también. Todo para que sus hijos tuvieran algunos regalos que abrir en navidad.
Como madre, probablemente se presionaría para asegurarse de la navidad sea especial con los recursos limitados, pero fue con la actividad previa a la navidad lo que consiguió que tuvieran una sensación de calma y paz, pues se aseguraron de que el Salvador sea el centro del hogar.
Con entusiasmo por abrir sus nuevos juguetes, los niños le enseñaron a su madre la importancia y la gratitud por lo que uno tiene y por lo que aún no.
El Padre Celestial los bendijo no con las cosas temporales que esperaban, sino, al recordar aquella experiencia, con un sentimiento de satisfacción, un regalo que superaba por mucho lo tangible, pues era la seguridad del amor y la paz de Dios lo que llenó su hogar.
El discurso del élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, titulado “El diezmo: abriendo las ventanas de los cielos”, les recordó a la familia que nunca comprenderán verdaderamente en esta vida cuanto el Padre Celestial los ama y desea bendecirlos.
Ellos sabían que serían bendecidos por pagar sus diezmos, pero en ningún momento esperaron recibir la bendición de la felicidad, aun en momento de escasez. Fue la incertidumbre lo que manifestó el amor de Dios y su cuidado sobre ellos.
La felicidad de sentirse completos
La felicidad de sentir completo no es un estado pasivo emocional, sino un regalo que desenvolvemos activamente durante las incertidumbres de la vida.
No hay que confundirlo con la autocomplacencia, que nos lleva a conformarnos con menos o a abandonar nuestras aspiraciones.
Esto requiere trabajo y esfuerzo de nuestra parte, pero si buscamos estar contentos, el Señor estará dispuesto a bendecirnos con ello.
Entonces, ¿cómo podemos cultivar la felicidad de sentirse completos diariamente? Hay tres maneras en las que podemos lograrlo.
Practica la gratitud
Tómate un tiempo cada día para reflexionar sobre aquello por lo que estás agradecido. Empieza un diario de gratitud u ofrece una oración de gratitud.
Al hacer esto, llegarás a reconocer las muchas bendiciones que hay en tu vida, independientemente de si las cosas van según lo previsto o no.
Sirve a los demás
Para ver las necesidades de los demás, primero tenemos que mirar más allá de nuestras propias luchas y pruebas. Servir a los demás te llena de alegría a ti y a los que sirves. También nos ayuda a reconocer y apreciar las cosas que tenemos y que otros no tienen.
Ora por la satisfacción
La fuente de la satisfacción es nuestro amoroso Padre Celestial. Aunque no pueda cambiar nuestras circunstancias, puede ayudarnos a sentirnos satisfechos a pesar de los momentos difíciles o de prueba en los que nos encontremos.
Dios se deleita en bendecirnos y nos ayudará a reconocer esas bendiciones que fluyen continuamente, incluso en momentos en los que sentimos que hemos sido olvidados.
La vida es confusa, y muy pocas veces se desarrolla según nuestros propios planes. Que te digan que te contentes con tu situación actual puede parecer trivial.
¿Cómo podemos esperar estar contentos cuando nuestra vida no se parece en nada a lo que habíamos imaginado o esperado? Podemos recordar que las bendiciones prometidas por el Señor son seguras.
Depende de nosotros confiar en Él y en su tiempo, teniendo en cuenta que las bendiciones llegan de maneras que no esperamos.
Ya sea una vida de soledad, perdida, de mala salud, de abuso o cualquier otra prueba difícil y aparentemente imposible, recuerda que Dios te ama y está esperando para bendecirte.
Él te visitará en tu tristeza y se unirá a ti en tu felicidad. Él es la fuente de la satisfacción y te ayudará a encontrarla cuando la busques.
Fuente: LDS Living