El llamado y la necesidad de estudiar las Escrituras regularmente siempre están presentes, sin embargo, las Escrituras como las conocemos hoy en día no siempre estuvieron tan accesibles para su lectura.
Siglos atrás, un valiente hombre se opuso a las tradiciones de su tiempo. Él vio la desesperación de millones de seres humanos que querían acceder a la palabra de Dios.
Vivió en una sociedad donde la palabra de Dios estaba solo a disposición de aquellos que tenían bibliotecas o repositorios eclesiásticos.
Incluso así, si una persona común hubiera tenido el privilegio de sostener una Biblia en sus manos, las palabras le hubieran resultado totalmente ilegibles.
La Biblia solo estaba disponible en Hebreo, Griego y Latín, las lenguas sagradas en las cuales la Biblia había sido compuesta y transmitida.
Es ahí donde entró William Tyndale en 1494.
En esa época, la ley y las tradiciones prohibían, con pena de muerte, traducir la Biblia a una lengua vulgar, es decir, a un idioma común, pero Tyndale desafío esas falsas tradiciones y la ley inquisitiva:
“Desafío al Papa y a todas sus leyes. Si Dios me perdona la vida, antes de muchos años haré que un muchacho que maneja el arado sepa más de las Escrituras que él”.
Tyndale realizó la primera traducción completa de la Biblia al inglés.
Por este heroico e innovador esfuerzo, el rey de Inglaterra lo ejecutó. ¡Piensa en ello!
Hoy en día, tenemos cientos de opciones para acceder a las Escrituras, y, gracias a la tecnología, podemos acceder a la Biblia sin pensarlo o esforzarnos mucho.
Aun así, muchos de nosotros elegimos realizar otras actividades antes de tomarnos el tiempo de leer las Escrituras. Podría decir que, incluso en este contexto, en casa de herrero, el cuchillo es de palo.
También, debido a nuestra naturaleza caída, el estudio regular, serio y constante de las Escrituras puede ser muy difícil debido al tiempo, la dedicación y el esfuerzo que toma.
Sin embargo, es emocionante saber que vivimos en una época maravillosa, a la cual llamaría los tiempos de Tyndale modernos.
Sin embargo, la mayoría de las personas no tienen fácil acceso a los mejores recursos sobre las Escrituras que apoyen, profundicen y amplíen el estudio de estas, su aplicación y su compromiso con ellas.
Piensa en eso: Taylor Halverson terminó su Master de estudios bíblicos en Yale Divinity School hace casi 25 años. En ese momento, la biblioteca de Yale Divinity School tenía más de 500,000 libros sobre la Biblia.
¿Quiénes disponen de tal increíble riqueza de contenido, conocimiento y amor a las Escrituras? Los pocos cientos de estudiantes de la facultad de esa universidad.
Así como Tyndale, podemos compartir el conocimiento de la Biblia, el Libro de Mormón y los libros sagrados a todo mundo, tal como Jesucristo lo mandó antes de ascender a los cielos:
“Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (Mateo 28:19-20)
Podemos proveer herramientas y recursos que fomenten, mejoren y refuercen el compromiso con las Escrituras de millones, y tal vez miles de millones, de personas en todo el mundo.
Tenemos a nuestro alcance múltiples páginas web que brindan los mejores recursos y reflexiones sobre las Escrituras de maneras contextualizadas a todos los interesados.
Esto expande el corazón, la mente y el espíritu.
Compartamos este artículo y aquellas herramientas, como esta página, que brindan información confiable y que está llena de contenido que nutre el alma.
Hagamos honra de las Escrituras y valoremos lo que tenemos.
*Imagen de portada por Hulton Archive, Stringer, Getty Images
Fuente: LDS Living