Escapar del piso 99: El milagro que salvó a una Santo de los Últimos Días el 11 de septiembre

11 de septiembre

Recientemente, me sorprendí al descubrir cuántas cosas me recuerdan lo que sucedió el 11 de septiembre de 2001. 

Hasta este año, ni siquiera sabía que miembros de la Iglesia de mi ciudad estuvieron a bordo del Vuelo 11, uno de los cuatro aviones secuestrados, el que se estrelló contra la Torre Norte del World Trade Center, una de las torres gemelas.

Mary Alice Wahlstrom y su hija Carolyn Beug murieron en ese avión. Nunca regresaron a Kaysville, Utah.

Nunca vieron el monumento que se construyó en su honor en un pequeño parque en la esquina de la calle donde vivía mi mejor amiga, un monumento que ni siquiera sabía que existía cuando pasaba para ir a su casa .

Pero mi asombro no termina ahí. Me estremezco al pensar en la valentía de las 40 personas inocentes que volaban hacia Pensilvania a bordo del Vuelo 93 y se negaron a rendirse sin dar una buena batalla contra los terroristas.

avion volando

Las 40 personas estaban a bordo del Vuelo 93 se negaron a rendirse ante los terroristas. Imagen: Canva

Pienso en la azafata que hirvió agua para arrojarla a los secuestradores y los pasajeros se dirigieron a la cabina del avión que había sido tomada para intentar recuperar el mando.

Los corazones que deben haber latido con rapidez cuando el avión se precipitaba hacia el suelo, salvando las vidas que se habrían perdido en otro lugar si los secuestradores hubieran alcanzado su destino previsto.

Me compadezco con aquellos que fallecieron en el Pentágono simplemente porque fueron a trabajar ese día. 

Brady Howel, uno de los empleados que falleció en su oficina, era un Santo de los Últimos Días; murió solo dos días antes de que él y su esposa fueran a visitar a su familia en Idaho.

Más adelante, su familia testificó: 

“En ese ambiente de desesperación… el evangelio fue lo que nos brindó esperanza”.

mujer orando

También podemos comprender mejor la bondad y el amor de Dios Imagen: Canva

Después de aprender todo esto, estoy segura de una cosa: mi yo de 4 años puede que no haberse dado cuenta de lo que ocurrió el 11 de septiembre, pero mi yo de 24 años definitivamente debería hacerlo.

Todos deberíamos.

Soy parte de la generación que no recuerda de primera mano aquel trágico evento. Sin embargo, seremos una generación más respetuosa y agradecida, más apreciativa de la vida, si aprendemos lo que las personas pasaron ese día.

Y, paradójicamente, pienso que de esa manera también comprenderemos mejor la bondad y el amor de Dios al conocer a aquellos cuyas vidas cambiaron en un día tan terrible.

Michele McComb y Connie Labetti

tres mujeres

Michele, Connie y Rosann, la hermana gemela de Connie.

Michele McComb y Connie Labett son hermanas y provienen de Staten Island, Nueva York. Sus vidas cambiaron para siempre el 11 de septiembre.  

Michele, debido a lo que vio, oyó y sintió estando afuera de las Torres Gemelas, y Connie, debido a lo que vio, oyó y sintió estando dentro de una de ellas.

Sus historias son un poderoso recordatorio de cuán preciosa es la vida, de cuán valientes pueden ser las personas y de cuán bueno es Dios.

Una adentro, la otra afuera

personas mirando el ataque a las torres gemelas

“Lo que sentí aquella noche fue pura maldad”. Créditos: Amy Sancetta, Associated Press

Michele McComb, una Santo de los Últimos Días, todavía recuerda lo que sintió  el 11 de septiembre hace más de 20 años.

“Lo que sentí aquella noche fue pura maldad. Cuando miré las torres derrumbarse por completo… fue uno de los peores sentimientos que he experimentado en mi vida. Era una oscuridad total”.

Para Michele, ese día fue largo, lleno de temor y mucha oración.

Ella compartió que aquella mañana despertó con un gran estruendo. Alarmada, corrió hacia la ventana, pensando que un automóvil había chocado contra su casa. 

Como no vio ni oyó nada, Michele volvió a la cama, solo para despertarse nuevamente por una llamada telefónica urgente de su esposo que le decía que encendiera la televisión.

personas en la calle en el 11 de septiembre

Michele no escucharía nada de Connie hasta después de muchas horas. Crédtios: Gulnara Samoilova, Associated Press

Cuando lo hizo y vio que la primera torre había sido impactada, comenzó a llorar y a exclamar el nombre de su hermana Connie.

Michele sabía que Connie trabajaba en el piso 99 de una de las Torres Gemelas del World Trade Center, pero no podía recordar cuál. 

Intentó llamarla, pero no contestó; todo lo que pudo hacer fue dejar un mensaje de voz suplicándole que abandonara el edificio. 

“[Todavía] tenía la televisión encendida cuando vi que el otro avión se estrelló; lo vi en vivo y oré como nunca antes… Dije: ‘Por favor, Dios, sácala de ahí, sácala de ahí’”.

Michele no escucharía nada de Connie hasta después de muchas horas.

Un ataque inesperado

Las torres gemelas incencio

Connie tenía que bajar los 99 pisos para sobrevivir. Créditos: Spencer Platt, Getty Images

Para Connie, el 11 de septiembre comenzó de manera usual. 

Se dirigió al trabajo y cambió sus zapatillas por unos tacones cuando llegó a su escritorio, como siempre lo hacía.

Mientras revisaba sus mensajes de voz, Connie notó que su jefe y algunos compañeros de trabajo estaban reunidos junto a una ventana cerca de su escritorio. Pronto, su jefe comenzó a gritar pidiendo que todos salieran del edificio.

Connie miró por la ventana y vio que un avión se dirigía hacia la torre opuesta a su oficina; de hecho, estuvo lo suficientemente cerca como para leer “American Airlines” y ver que todas las ventanas del avión estaban cerradas.

Segundos después, vio que el avión se estrelló contra la torre. 

Su jefe seguía ordenando que todos se dirigieran rápidamente hacia las escaleras, tal vez preocupado de que se cortara la electricidad de los ascensores.

Connie sabía que no podía bajar 99 pisos de escaleras con tacones, así que se tomó un momento para agarrar sus zapatillas antes de unirse a sus compañeros de trabajo y bajar por la escalera.

La misericordia del Señor

Solo da un paso a la vez. Créditos: Mark Lenniham Associated Press

Al principio, la escalera estaba relativamente vacía. Pero 15 minutos después de su descenso, el Vuelo 175 de United Airlines se estrelló contra la torre de Connie.

Ella expresó:

“Sentí casi como si estuviera en una montaña rusa, subiendo y luego cayendo. Si no te agarrabas del pasamanos, salías volando. Supimos que no era solo un accidente extraño, era un ataque. Fue muy aterrador”.

Como era de esperarse, la escalera se llenó más, hasta que Connie estaba hombro con hombro con muchas personas.

Muchos, al entrar a las escaleras, compartían noticias de que el Pentágono había sido atacado y que la Casa Blanca estaba bajo ataque.

Connie comenzó a sentir temor y empezó a llorar. Como madre soltera, su mente se centró en su hijo de 10 años y en lo que sería de él si moría aquel día.

11 de septiembre

Connie siguió adelante, a pesar de lo que sucedía a su alrededor. Créditos: Bill Biggart

Exhausta y al borde del pánico, escuchó una voz en su oído derecho, una voz que no había escuchado en los 17 años desde que su padre falleció.

Escuchó que su padre claramente le dijo: “No vas a morir en este edificio. No vas a morir en este edificio”. 

Luego, escuchó otra voz hablando en su oído izquierdo. Esta vez era su tío, quien había sido una figura paterna muy querida después de que su padre falleció en 1985 hasta su propia muerte en 1999.

Connie escuchó a su tío decir: “Solo da un paso a la vez, niña, solo da un paso a la vez”.

Aquellas palabras la trajeron a la realidad y le dieron la fuerza para seguir bajando por las escaleras.

Cuarenta y cinco minutos agonizantes después, Connie finalmente llegó al primer piso y se quedó en el edificio un momento más para descansar.

11 de septiembre

La determinación de Connie salvó la vida de muchos. Fuente: “Bill Marriott: Success Is Never Final”

Mientras lo hacía, las personas de la escalera acudieron a abrazarla y agradecerle. Confundida, Connie se volvió hacia Jillian, su amiga y compañera de trabajo, y le preguntó: “¿Por qué me están agradeciendo?”

Su amiga le dijo: “Connie, ¿no recuerdas lo que estabas diciendo cuando bajábamos las escaleras?”.

Connie no tenía idea de lo que estaba hablando.

“De vez en cuando, de la nada gritabas: ‘No vamos a morir en este edificio; solo da un paso a la vez’”.

hombres en los escombros de las torres gemelas

“Si nos hubiéramos tomado más tiempo en las escaleras, no estaría aquí”. Créditos: Doug Kanter, AFP, Getty Images

Más de veinte años después, Connie expresó:

“No me había dado cuenta, fue solo hasta que llegué al final de las escaleras que comprendí que había repetido en voz alta lo que mi padre y mi tío me decían. Aquello le había dado consuelo a las personas a mi alrededor. Ese fue un momento milagroso y espiritual en un día tan horrible y espantoso”.

Connie salió del edificio. Logró llegar a un lugar seguro dentro de un edificio a una cuadra de distancia. 

Cinco minutos después, la torre de la que acababa de escapar se derrumbó.

“Si nos hubiéramos tomado más tiempo en las escaleras, no estaría aquí. Sé por experiencia propia en ese 11 de septiembre que hay vida después de la muerte y que nuestra familia [que ha fallecido] está con nosotros”.

Luz en la oscuridad

Connie y Jillian encontraron refugio en un edificio cercano. Imagen: Brad Rickerby, File Photo, Reuters

Connie pasó 4 horas aterradoras dentro del edificio al que había escapado.

Mientras las torres gemelas se derrumbaban, el mundo exterior se oscureció con humo y escombros cayendo. 

Finalmente, cuando el aire comenzó a despejarse, Connie y su amiga, tomadas de la mano, se aventuraron a salir a la calle. 

Connie vivía en Staten Island, pero no quería estar sola, así que juntas se dirigieron a la casa de Jillian en Queens.

Después de caminar 20 kilómetros, lograron encontrarse con el esposo de Jillian, quien las llevó el resto del camino a casa. Connie llamó a su familia desde Queens, pero no regresaría con ellos hasta la mañana siguiente.

Aquel poderoso momento en la escalera reafirmó su creencia en Dios, una creencia que “absolutamente” la ha sostenido en los días difíciles que siguieron.

Aferrándose al Señor

hombre orando

Escoger hacer lo bueno. Imagen: Canva

Michele se aferró a su fe en el plan de salvación para ayudarla a procesar lo que había sucedido.

Ella ha pasado su vida ayudando a establecer la Iglesia en Staten Island y describe a Nueva York como una “parte de [Su] alma”. Cuando las personas acudieron a la Iglesia buscando paz después del 11 de septiembre, Michele estuvo allí para recibirlas.

Recordando el aniversario del 11 de septiembre, ella y Connie esperan que todos recuerden que podemos depender de la luz de Dios para seguir avanzando en los días oscuros.

Michele declaró: 

“Dios es bueno. Pensé que el huracán Sandy había sido lo peor, pensé que el 11 de septiembre sería lo peor, sin embargo, lo peor fue que mi hijo tuviera cáncer, pero Dios respondió a mis oraciones, ¿cómo podría no estar agradecida?”.

Por su parte, Connie expresó:

Hay más en esta vida que solo vivir. Lo único que pude hacer en estos últimos 20 años fue contar mi historia… brindarle fe a las personas que quizás no la tengan y, a mi manera, ser bondadosa y atenta con los demás, y tratar de llevar una buena vida”.

Ser una influencia para bien

personas tomadas de la mano

La vida puede traer desafíos, pero aún así podemos encontrar bendiciones. Imagen: Shutterstock

Algo que el presidente Gordon B. Hinckley dijo en la conferencia general, apenas unas semanas después de los ataques, podría proporcionar una respuesta. 

El presidente Hinckley compartió este consejo sabio y conmovedor: 

“Son ocasiones como éstas las que repentinamente nos hacen darnos cuenta que esta vida es frágil”.

La vida es frágil, haríamos bien en seguir el consejo de Connie y ser bondadosos, atentos y tratar de llevar una buena vida. 

Uno de los relatos más conmovedores del 11 de septiembre que he encontrado consta de solo 61 palabras. 

Es un mensaje de voz que dejó Brian Sweeney a su esposa, Julie. 

Brian estaba entre los 51 pasajeros y 9 miembros de la tripulación del Vuelo 175, que se estrelló contra la Torre Sur. 

Brian Sweeney y Julie Sweeney

Brian Sweeney y Julie Sweeney Roth. Imagen cortesía de la familia.

Aunque sus palabras son desgarradoras, también creo que son un buen recordatorio para nosotros. Esto es lo que dijo:

“Jules, soy Brian. Escucha, estoy en un avión que ha sido secuestrado. Si las cosas no van bien, y parecen no estarlo, quiero que sepas que te amo muchísimo, quiero que hagas cosas buenas, que tengas buenos momentos, lo mismo para mis padres y todos los demás. Realmente te amo y te veré cuando llegues [al otro lado]. Adiós, cariño. Espero poder llamarte”.

Brian no habló nuevamente con sus seres queridos, pero nosotros todavía podemos hacerlo. Podemos recordar lo que le sucedió y asegurarnos de que las personas que nos rodean sepan que las amamos. 

Podemos “hacer cosas buenas”, como dijo Brian, incluso si nos enfrentamos a la oposición. 

Cerca del final de su discurso, el presidente Hinckley dijo algo que hace eco del mensaje de Brian y que es igual de relevante hoy como lo fue en 2001:

¿Son éstos tiempos peligrosos? Lo son. Pero no hay necesidad de temer. Podemos tener paz en nuestros corazones y paz en nuestros hogares. Cada uno de nosotros puede ser una influencia para bien en este mundo”.

Fuente: LdsLiving

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Yo se firmemente que si existe una conexión con nuestros seres queridos que pasaron el velo al más allá lo sentí en el lugar más sagrado que es en el templo y en cada experiencia es única gracia por compartir esa historia hoy más que nunca se que Dios existe el nunca miente cumple sus promesas él tiempo es de él y su amor es tan infinito que envidio a mi señor Jesucristo para rescatarme y poder regresar a su santa presencia que hoy tenemos el privilegio de vivir un evangelio completo y que esta es una obra de amor la iglesia verdadera la iglesia de Jesucristo De los Santos de los últimos días
Sonia García

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