Los domingos eran mi día favorito.
Durante toda la semana, era difícil para mi familia de 5 estar todos juntos en casa. Por una temporada, mi papá era quien llegaba demasiado tarde. Pero, años después, también fue mi mamá.
A medida que crecía, mis hermanos tenían menos tiempo para jugar y hablar conmigo. Nuevas amistades o mayores responsabilidades en el colegio les impedían ver a su hermana pequeña.
Pero los domingos eran diferentes.
Nadie trabajaba. También procurábamos terminar nuestras tareas los sábados. Podíamos estar ajetreados desde el lunes, pero los domingos, literalmente, eran el día de reposo en mi familia.

La Iglesia se centra en las familias. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Aunque, mientras iba entrando a nuevas etapas de mi vida, ese entusiasmo por los domingos se apagó.
Descubres que, ¡sorpresa!, la gran mayoría aprovecha para dormir unas horas extra, mientras tú te despiertas antes de las 7 de la mañana. Te das cuenta de que otros se van a excursiones, partidos y otras actividades muy entretenidas, mientras tú estás sentado escuchando mensajes de adultos mayores que no siempre entiendes.
Y es allí cuando surge la inevitable pregunta, ¿por qué nadie me lo dijo antes?
Algunos conversos me repiten lo mismo, pero de forma contraria. Con la nostalgia de haber querido conocer el evangelio a temprana edad. Pero esto es lo que nadie te dice sobre nacer en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
La edad para decidir

A partir de los 8 años, los niños se pueden bautizar. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Hoy, con 27 años y como la única miembro activa de mi familia de 5 en la Iglesia, trato de entender qué es lo que terminó de alejar a mis hermanos de un estilo de vida que la sociedad, desde el exterior, aplaude y admira.
Porque, ¿a quién no le gustaría ver a sus niños pequeños elegantes y en traje hablar en público sobre valores como la honradez y caridad?
A adolescentes que se levantan muy temprano en las mañanas, incluso antes de ir al colegio, para leer y aprender sobre la palabra de Dios. Alejados de vicios que sucumben a esa edad como el alcohol o la pornografía.
Por supuesto que no necesariamente crecer dentro de la Iglesia de Jesucristo te va a mantener “a salvo” de la corrupción del mundo, pero al ser una comunidad tan sólida; muchas veces, parece imposible estar expuesto o siquiera contemplar otros caminos.

Los niños necesitan ser nutridos por la buena palabra. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
¿No estaríamos limitando su albedrío?
Precisamente para que los niños tomen sus propias decisiones, los Santos de los Últimos Días creemos que el bautismo debe ejercerse a una edad de responsabilidad, cuando el menor tenga el conocimiento suficiente para aceptar el evangelio en su vida.
“Y sus hijos serán bautizados para la remisión de sus pecados cuando tengan 8 años de edad, y recibirán la imposición de manos” (Doctrina y Convenios 68:27).
Esa fue la revelación dada al profeta José Smith sobre la edad en la que los niños pueden ser bautizados.
Algunos, como mis hermanos, podrán discutir si a esa edad uno realmente se encuentra preparado para tomar una decisión con repercusiones eternas, pero en lugar de centrarnos en cuestionar una enseñanza profética, nuestra atención debe dirigirse a cómo estamos compartiendo el evangelio a los más pequeños.
¿Convicción o compasión?

Ejerce amor en tu enseñanza, no imposición. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Durante mi etapa en la Primaria y las Mujeres Jóvenes, las reuniones dominicales todavía duraban 3 horas. Y, especialmente en la sacramental, tener que guardar un silencio sepulcral en la primera hora, era agotador.
Aunque al ver a tantos hermanos y hermanas voltear su mirada hacia las madres de los otros pequeños que no podían mantener la reverencia, me esforzaba por no interrumpir la reunión. Más como una amenaza que por un sincero deseo del corazón.
Además, muchas veces en las clases de seminario se nos impulsaba a aprender de memoria determinados versículos de las Escrituras, y si bien se nos indicaba el significado de cada uno, terminaba siendo más importante que recites el pasaje.
Asistía a charlas y devocionales como espectadora pasiva del mensaje de los líderes y el folleto de “Para la Fortaleza de la Juventud” era muy restrictivo y explícito en su lista de actividades buenas y malas.
Pero, confieso con alegría, que esto ya no es así.

Nuestro ejemplo es el mejor maestro. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
¿La doctrina y principios han cambiado? Por supuesto que no. Pero la Iglesia sí dio inicio a un enfoque de enseñanza centrado en la comprensión del evangelio, por encima de la repetición mecánica, las prohibiciones o los jóvenes como oyentes inertes.
Siento que, a veces, incluso como adultos, queremos que la Iglesia dicte cada paso de nuestra vida. Qué hacer y qué no hacer. Suprimiendo nosotros mismos nuestro albedrío. Y, por supuesto, el de los niños y jóvenes.
“No debes ver televisión los domingos”, aprendía sin entender muy bien la razón. Sí, claro, es el día de Dios, pero si a mí me encanta el fútbol y mi equipo favorito solamente juega los domingos, ¿por qué Dios me privaría de esa felicidad de disfrutar de mi mayor pasión?
Y así, a medida que creces, sabes que debes hacer o no hacer muchas cosas, sin una real comprensión. Solo como una costumbre familiar que te esfuerzas por cumplir para que tus padres no se sientan mal.
Sin querer, en ocasiones, los jóvenes somos víctimas de chantaje emocional. Permanecemos en la Iglesia por compasión y no por convicción.
Cómo ejercer el albedrío

Equivocarnos es parte del aprendizaje. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
No soy madre, pero aun sin serlo todavía, no puedo imaginar el miedo que un padre debe sentir al saber que, en algún momento, no podrá ser capaz de estar incondicionalmente al lado de su hijo para asegurarse de que tome las decisiones correctas.
Sin embargo, sí hay un Ser que comprende perfectamente lo que siente. El Padre Celestial, en Su incansable e infinito amor, nos ha permitido venir a la Tierra y tomar nuestras propias decisiones, equivocarnos, levantarnos y seguir intentándolo. Porque sabe que ese camino permitirá nuestro progreso eterno.
Dios escogió a Jesucristo para llevar a cabo el perfecto plan de salvación, porque —a diferencia de Satanás que nos aseguraba una salvación sin discernimiento—, con el Salvador no se nos iba a reprimir de nuestro albedrío. Volveríamos a la presencia del Padre por nuestra voluntad, no por imposición.
Así lo enseñó el élder Robert D. Hales, quien fue miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“Da miedo permitir que nuestros hijos aprendan de los errores que cometan, pero su disposición a escoger el camino del Señor es mayor cuando la elección proviene de su interior que cuando tratamos de imponerles esos valores.
“El camino del Señor, de amor y aceptación, es mejor que el camino de Satanás, de fuerza y coerción, especialmente en la crianza de los adolescentes”.

Cultiva la buena palabra en tus hijos. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Por supuesto, esta enseñanza no significa que no debas alentar a tu hijo a asistir a la Iglesia, a ir a sus clases de seminario o promover actividades familiares edificantes como la Noche de Hogar o la lectura familiar de las Escrituras.
El uso del albedrío solo es posible en su plenitud; es decir, cuando conoces ambos caminos. Esta lección la recalca el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“He oído decir a algunos padres que no quieren imponer el evangelio a sus hijos, sino que desean que ellos saquen sus propias conclusiones sobre lo que vayan a creer y a seguir; piensan que de esa manera les permiten ejercer su albedrío.
“Lo que olvidan es que el uso inteligente del albedrío exige un conocimiento de las cosas como realmente son. Sin eso, es muy difícil que los jóvenes entiendan y evalúen las posibilidades que se les presenten”.
A pesar de que, en palabras de Nefi, Lehi y Saríah fueron buenos padres, sabemos que Lamán y Lemuel constantemente decidieron elegir la iniquidad. Sí, los hijos de un profeta se rebelaron contra el Señor y hasta amenazaron de muerte a su hermano menor.
Pero, incluso ante su desobediencia y altanería, Lehi nunca dejó de amarlos y compartirles la luz del evangelio. En 1 Nefi 8:37, leemos que “los exhortó, con todo el sentimiento de un tierno padre, a que escucharan sus consejos”. Él nunca se rindió con sus hijos.
Las lecciones que perduran

Lo que uno siente en la Iglesia permanece por la eternidad. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Yo también puedo asegurar que recibí el mejor ejemplo de mis padres. Y mis hermanos, incluso alejados de la Iglesia, pueden testificarlo. Todavía recuerdan actividades, campamentos, lecciones y todo tipo de experiencias que vivimos en nuestra pequeña capilla y a los buenos amigos que conocimos.
Crecer en la Iglesia de Jesucristo puede ser retador por las expectativas que tus padres u otros miembros tienen sobre ti.
Todo parece un paraíso cuando, en el caso de los varones, te ven cumpliendo con tus responsabilidades del Sacerdocio Aarónico: repartir, preparar y bendecir la Santa Cena, graduarte de seminarios y empezar a dar mensajes en la sacramental.
Pero, cuando te desvías un poco del camino esperado, comienzan los murmullos.

El Salvador es nuestro mayor ejemplo de Maestro. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
No quiero decir que fue por esta presión que algunas personas se alejen del evangelio, pero así como estos niños y jóvenes que ves crecer en tu barrio están haciendo su mejor esfuerzo por mantenerse en la Iglesia, como sus hermanos y hermanas también deberíamos esforzarnos por ser menos juiciosos y más comprensivos.
Hay muchos desafíos y circunstancias que distancian a chicos y chicas de su fe y no lo podrás evitar. Es parte de su aprendizaje.
Pero sí puedes contribuir a que su experiencia en la Iglesia, durante su niñez y adolescencia, sea grata y edificante. Quizá no recuerden los principios y doctrina de sus clases, pero jamás olvidarán lo que el Espíritu Santo les hizo sentir en esas aulas y pasillos.
Porque las lecciones del mundo son temporales, pero el Evangelio de Jesucristo, predicado con amor y nobleza, permanece eternamente en el corazón.
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