¿Alguna vez has tenido el tipo de vecinos que podrías considerar “entrometidos”?
Creo que, muchos de nosotros, nos podemos identificar con eso. Sin embargo, a veces, nos apresuramos en juzgar o colocar etiquetas a los demás, sin antes conocer su historia.
Digo esto porque en la Liahona de este mes, hay un relato precisamente sobre este tema, los vecinos aparentemente “entrometidos”.
Una hermana cuenta su experiencia con una vecina que siempre veía desde su ventana todo lo que ella hacía. Claramente, la hermana estaba fastidiada con lo que sucedía. Así que, un día, decidió hacer algo para acabar con ello y luego, se dio cuenta de las sensibles necesidades de su vecina.
En la introducción de la historia dice:
“Pensaba que mi vecina simplemente era entrometida, pero descubrí que solo necesitaba una amiga”.
La hermana sintió que debía acercarse a su vecina y preguntarle si necesitaba ayuda. Entonces, horneó un pan y decidió llevárselo.
Ese lindo gesto provocó que la vecina le contara entre lágrimas que se sentía sola, que nadie la visitaba ni la llamaba a pesar de su avanzada edad. Ni siquiera sus hijos intentaban comunicarse con ella.
De pronto, la vecina dijo:
“Qué lindo sería simplemente dejar este mundo. No juzgo a nadie cuando miro por la ventana. Solo veo a los niños jugar y otras cosas que suceden en el jardín”.
Poco a poco, se fueron haciendo amigas e incluso, la hermana le compartió el evangelio. Al principio, la vecina se mostraba reacia porque su esposo asistía a otra iglesia.
No obstante, mientras más le enseñaba sobre Jesucristo y Su evangelio restaurado, más impresionada quedaba.
“¡Es maravilloso que tengamos el mismo Jesús! ¿Nos veremos en el cielo?”, preguntó la vecina.
La hermana le respondió afirmativamente y dijo, “estaremos allí juntas, de la mano”.
Finalmente, la nueva amiga de la hermana falleció y ella terminó su relato diciendo:
“Ahora me gusta pensar que mi antigua vecina mira desde la ventana de su hogar celestial, siguiendo nuestras actividades y esperando que tengamos suficiente armonía y amor entre nosotros”.
A veces, juzgamos demasiado rápido en lugar de preguntarnos cómo podemos ayudar a nuestros semejantes y hacer un gran cambio en su vida con un pequeño acto de afecto.
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar” (Santiago 1: 19).
Fuente: churchofjesuschrist.org
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