Él era mi última oportunidad.
En el momento en que sentí esas gigantescas mariposas emerger de su larga hibernación, oré.
Si esto no funciona, creo que se acabará todo para mí, dije en oración. No creo que pueda volver a sentir esperanza, solo para ser rechazada nuevamente.
Aquella era la emotiva súplica de una persona soltera que ha enfrentado muchas decepciones amorosas.
En ese momento, realmente sentí que esa nueva amistad era mi última oportunidad de ser amada de esa manera.
Años después, me parece que podría haberlo sido, aunque uno nunca sabe.
Esa oración me ha llevado a otras súplicas y a una gran búsqueda de cuál es el plan que Dios tiene para mí y qué papel tienen esas decepciones en mi vida.
Una de las preguntas más complejas y humanas ha sido: “¿Dios me llamó a ser una persona que nadie puede amar?”
A primera vista podría causarte risa y decir: “¡Por supuesto que no!” Sin embargo, para mí, no es así de simple.
No es que no sea digna de recibir amor o que no merezca ser amada, lo que pasa es que todo en mi vida parece apuntar a la idea, en cierto nivel, de que no estoy destinada a experimentar una relación sana duradera con un hombre, sin importar qué relación sea.
Permíteme explicarlo.
Mi padre falleció cuando yo era joven. Por años, él a menudo se encontraba fuera de casa por su servicio militar. Cuando era niña, me preocupaba demasiado su estado de ánimo y sus sentimientos.
Mi padrastro era una persona abusiva y falleció cuando tenía 9 meses en la misión. Unos años más tarde, mi abuelo paterno, uno de los pocos buenos hombres en mi vida con quien me había acercado mucho, se ahogó inesperadamente en la costa de Florida.
Combina ese trauma con una falta de experiencia en salir de citas y tienes la receta perfecta para una persona con bastantes dudas en lo que respecta a su seguridad familiar y amor. Es difícil no mirar lo que parece ser una realidad en mi vida y hacerme estas preguntas.
Tal vez el plan que Dios tiene para mí es sobre lo que hago cuando no recibo ese tipo de amor. Tal vez Dios me llamó a estar sola. Tal vez Dios me llamó a ser una criatura que no es amada como debería ser.
Y lo entiendo. Sé que estos sentimientos vienen a causa de un trauma y a menudo actúan como un mecanismo de defensa contra la soledad.
A veces es más fácil descansar en el amor de Dios que en otros. No obstante, tampoco creo que sea la única persona que ha tenido pensamientos como estos. ¿Qué pasa cuando no solo enfrentamos nuestros peores miedos, sino que parece que siempre estuvieron destinados a suceder?
No tengo todas las respuestas. Muchos de mis sentimientos más pesimistas todavía aparecen en mi mente y son difíciles de sacar, incluso con la luz del Evangelio. Sin embargo, he tenido un pensamiento en particular que me ha ayudado y, por supuesto, se centra en Jesucristo.
Quiero amar a Jesucristo más. En muchos sentidos, vivir Su evangelio es construir una relación con Él.
Claro, leo las Escrituras, asisto a la Iglesia, sirvo en mis llamamientos y hago todas esas cosas. Entonces, ¿por qué sentarme con mis amigos a cenar se siente diferente? ¿Hay alguna manera de cerrar la brecha entre realmente pasar tiempo con Cristo y las acciones que hago todos los días?
Para mí, la respuesta ha sido sí. El tono de mis oraciones ha cambiado. Hablo más sobre mis miedos en mis oraciones matutinas. Me desahogo más sobre cómo fue mi día en mis oraciones de la noche.
Cuando me siento en el templo, me imagino al Salvador sentado con junto a mí como si estuviéramos en esa visita juntos. Uso tantas cosas para llenar mi alma y abordar mi dolor, desde la comida y la tecnología hasta otras relaciones y fantasías.
Quiero anhelar pasar mi tiempo con Jesús y amarlo más profundamente. Quiero estar emocionarme por Él. No es realista sentir esto siempre, al igual que con cualquier relación, pero como dice el Salmo, quiero que mi corazón anhele al Señor como un ciervo anhela el agua.
No sé cómo es tu vida, pero sé que tal vez sea el momento de despojarse de todo y simplemente concentrarse en amar lo que significa estar conectado con Jesucristo. En última instancia, pase lo que pase en esta vida, sé que mi llamado es ser amada por Él.
Fuente: LdsDaily