Si bien no tenemos forma de saber definitivamente la identidad del ángel que visitó a Jesús en el Getsemaní, aquí compartiremos algunas ideas fascinantes del libro “Gethsemane” de Andrew Skinner.
Al describir la experiencia de Jesús en el Getsemaní, Lucas confirma muchos detalles que se encuentran en los otros tres evangelios. Jesús salió del salón superior y “se fue, como solía, al monte de los Olivos” (Lucas 22: 39). Jesús estaba acostumbrado a ir al Getsemaní, según indica Juan (Juan 18: 1 – 2).
La historia de Lucas incluye un detalle fascinante que no se encuentra en ninguna otra parte del Nuevo Testamento: Un ángel se le apareció al Salvador a fin de fortalecerlo en uno de los momentos más cruciales del mundo.
¿Quién no se puede conmover con esta escena? Bajo una presión extrema, Jesús le pide a su Padre que aparte la amarga copa. Este Hijo es el Hijo Amado. Nunca hizo nada malo, ¡nunca! Él es perfecto y siempre buscó honrar a su Padre, hacer todo lo correcto, bueno y compasivo.
Pero, lo único que el Padre no puede hacer ahora por su Hijo perfecto es precisamente lo que le sugiere Su Hijo Amado, retirar la amarga copa. Debió haber visto a Su hijo por toda esta agonía y más.
Quizá, no sea exagerado decir que en ese momento fatídico en el Jardín del Getsemaní, hace casi dos mil años, dos seres divinos sufrieron y se sacrificaron para ofrecerte a ti, a mí y a otras miles de millones de personas una eternidad de posibilidades.
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El escritor Santo de los Últimos Días, Edwin W. Aldous dijo:
“El mismo Padre fue testigo de la intensa agonía física y espiritual del Hijo Unigénito en el Getsemaní y en la cruz. Además, al igual que puede quitar nuestro dolor, pudo haber evitado que Su Hijo sufriera esa agonía. De hecho, Él tenía el poder de pasar la amarga copa del Salvador, pero las consecuencias fueron inaceptables”. -“Reflection on the Atonement’s Healing Power”
El hermano Aldous también menciona una conocida declaración del élder Melvin J. Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, que es una de las ideas más importantes sobre este momento en el Getsemaní que se haya escrito:
“En ese momento, cuando pudo haber salvado a su Hijo, le agradezco y lo alabo por no habernos fallado, porque no solo tuvo en mente el amor de su Hijo, sino que también tuvo amor por nosotros.
Me alegra que no haya interferido y que su amor por nosotros hiciera posible que soportara ver el sufrimiento de su Hijo y, finalmente, darnos a nuestro Salvador y Redentor. Sin Él, sin su sacrificio, nunca hubiéramos permanecido y nunca hubiéramos venido glorificados a su presencia. Además, esto fue lo que le costó, en parte, a nuestro Padre Celestial dar el don de Su hijo a los hombres”. –Gordon B. Hinckley, “Sermons and Missionary Services of Melvin Joseph Ballard”
Si la escena en el Getsemaní nos conmueve, si toca nuestras fibras más sensibles, eso es bueno. Esto debería suceder porque se encuentra en el fondo de quiénes somos y de lo que podemos llegar a ser.
Otro apóstol, el presidente Jeffrey R. Holland, también habló con respecto a este tema sobre nuestro Padre Celestial que no apartó la amarga copa de su Hijo Unigénito. En un discurso de la Conferencia General del 3 de abril de 1999, el presidente Holland comenzó:
“Deseo agradecer no solo al Señor Jesucristo resucitado, sino también a Su Padre verdadero, nuestro Padre espiritual y Dios, que al aceptar el sacrificio de Su Hijo primogénito y perfecto, bendijo a todos Sus hijos en aquellas horas de expiación y redención.
Nunca más que en el tiempo de Pascua hay tanto significado en esa declaración del libro de Juan, que alaba al Padre así como al Hijo: ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna’ (Juan 3: 16)”.
Soy padre, ciertamente imperfecto, pero no puedo comprender lo agobiante que debe haber sido para Dios en el cielo ser testigo del profundo sufrimiento y crucifixión de Su Hijo Amado de esa manera. Su impulso e instinto debieron haber sido detenerlo, enviar ángeles a intervenir. Pero, no intervino.
Soportó lo que vio porque era la única manera en que se podía pagar totalmente el precio salvador y vicario por los pecados de todos Sus otros hijos, desde Adán y Eva hasta el fin del mundo.
Estoy eternamente agradecido por un Padre perfecto y Su Hijo perfecto, ninguno evitó la amarga copa ni abandonó al resto de nosotros que somos imperfectos, que tropezamos y que con demasiada frecuencia fracasamos (Ensign, May 1999, 14).
Nuestro Padre Celestial no pudo ni apartaría la amarga copa. Afortunadamente, no evitó la amarga copa, al igual que su Hijo. Sin embargo, nuestro Padre Celestial envió la ayuda necesaria en la forma de un ángel para ministrar a su Hijo.
Sin lugar a dudas, muchos se preguntaron acerca de la identidad de ese ángel enviado desde la corte de los cielos. El élder Bruce R. McConkie creía que era Miguel, o Adán, el Anciano de Días y el padre de la familia humana en esta tierra (Ensign, mayo de 1985, pág. 9).
¿Por qué Miguel? ¿Por qué nuestro Padre Celestial lo elegiría? O, ¿Por qué se le permitiría realizar una tarea tan noble? Elegir a Miguel tiene un sentido perfecto. Además de los pecados de toda la humanidad, ¿por qué transgresión única Jesús estaba pagando la deuda con la justicia?
El apóstol Pablo enseñó:
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados”. (1 Corintios 15: 21 – 22).
Es decir, la obra expiatoria del Salvador en el Getsemaní se vincula directamente con la transgresión de Adán, que provocó la caída del hombre. La Creación, la Caída y la Expiación están vinculadas indisolublemente como los tres pilares de la eternidad, los tres eventos centrales sobre los que descansa el plan del Padre.
¿Quién mejor que Adán para ayudar al Salvador durante este momento de presión extrema que aquel cuyas acciones provocaron la mortalidad? ¿Quién mejor para agradecerle al Salvador por pagar la deuda que provocaron sus acciones (dolor, sufrimiento y otros innumerables efectos de la Caída) que el mismo Adán?
¿Quién mejor para fortalecer al Gran Creador que aquel que, como uno de los dioses, ayudó al Salvador a establecer los cimientos del planeta en el que el mismo Salvador, como todos los hijos de Adán, vivirían algún día? Quién mejor para ministrar al Jesús mortal que uno de sus antepasados mortales, ya que Adán era en verdad un antepasado de la madre del Salvador, María.
Todas estas razones y otras nos ayudan a comprender por qué el Padre podría haber enviado al poderoso Miguel a que se pusiera en su lugar y ministrara a su Hijo Unigénito.
El Padre no podía apartar la amarga copa de su Hijo porque esa era la razón por la que envió a su Hijo al mundo para redimir a toda familia de Dios (Juan 18: 37). El mismo Padre tampoco podía ayudar a su Hijo, porque eso no le habría dado la completa victoria que el Hijo necesitaba para vencer el pecado, la tristeza, el sufrimiento, el infierno y los efectos de la Caída.
El Padre es vida pura, glorificada, no adulterada, y en el Getsemaní el Salvador tuvo que experimentar todas las cosas, incluso descender por debajo de todas las cosas, para satisfacer las demandas de la justicia.
Las cosas que el Salvador tuvo que experimentar incluyeron la muerte espiritual, ser apartado del Padre y de su influencia inmediata – que, más tarde, se le devolvió al Salvador mientras estaba colgado en la cruz – en verdad, la atmósfera del mismo infierno.
El Padre dejó solo a Jesús en el Getsemaní. La oscuridad, la muerte espiritual y la agonía del infierno lo envolvieron. Él descendió por debajo del nivel de toda lo que haya experimentado cualquier hombre o mujer…
El Padre no pudo ayudar a Su hijo directamente, pero envió a un ángel para fortalecerlo. La familia humana fue salvada por uno de los suyos y el Salvador fue fortalecido por uno de los suyos, su muchas veces bisabuelo Adán.
Esta es una traducción del extracto del libro “Gethsemane” de Andrew C. Skinner que fue publicado en ldsliving.com con el título “Who Was the Angel Sent to Comfort Jesus in Gethsemane?”
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