Queridos amigos y familia,
Verán, lo que tengo que decir hoy no es algo que será fácil de aceptar. Por supuesto, no intento ofender a nadie, pero tampoco puedo reprimir mis sentimientos. Es momento de que alguien hable y tome una posición al respecto. Así que, si sigues leyendo esto, esta podría ser una de las lecciones más difíciles de entender.
En nombre de todos los miembros de todo el mundo, me gustaría disculparme. Con toda la sinceridad y el amor que podría reunir.
No, ninguno de nosotros tenemos las respuestas a todas nuestras preguntas, o los motivos detrás de cualquier cosa que hayamos preguntado.
No, ninguno de nosotros tiene el derecho a juzgarte. Independientemente de lo que hagas, eso es entre tú y Dios. Cada. Uno. De. Nosotros. Atraviesa. Pruebas. Sin excepción. Todos tenemos nuestros propios vicios y debilidades… y no tenemos el derecho a afirmar que pecamos de manera más justa que tú.
No, no todo lo que suceda en nuestras vidas ni en la Iglesia tendrá sentido. Si bien algunos nunca lo admitan, parte de confiar en Dios a veces es cuestionarlo. No sería fe si entendiéramos absolutamente todo lo que nos puede pasar y nos pasará.
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Finalmente, no queremos idealizar a nuestros profetas modernos como personas absolutamente perfectas que deberíamos idolatrar y seguir. Solo un hombre fue capaz de recibir ese tipo de respeto. Asimismo, fue el único hombre que pudo lograr la salvación de cada persona que haya nacido o nacerá.
Me disculpo por cualquier cosa que hayamos dicho, insinuado, hecho o, incluso, pensado que pueda haberte ofendido. Incluso, de parte de aquellos que no admitirán que lo siente.
Al igual que tú, solo estamos intentando vivir lo mejor que podemos y nos equivocamos. A menudo, cometemos grandes errores. Ese es el curso de la vida. Irónicamente, también es la mayor bendición.
Por ahora, espero que puedas entender por qué suceden todas estas cosas.
Lo que espero que puedas entender es que la sinceridad de los miembros de la Iglesia a menudo se confunde y nos lleva a decir y hacer las cosas mal. Esta no es una excusa para aquello que haya causado que dejes o te haya hecho pensar en dejar la Iglesia… solo es la realidad de la situación.
Sinceramente, amamos el Evangelio. Verdaderamente, creemos que es la forma correcta de vivir. En realidad, creemos que todas las personas, en todos lados, merecen todas las bendiciones del Evangelio en sus vidas. Pero, con frecuencia, esto se entiende como si dijéramos “tenemos la razón, tú estás equivocado”.
Una cosa que desearía que más personas entendieran, tanto miembros como no miembros por igual, es que el verdadero problema no está en quién tiene más pruebas o razón. Definitivamente, no se trata de dignidad o derecho. En pocas palabras, el problema no se trata de quién tiene razón o quién está equivocado.
El problema está en la actitud de “nosotros contra ellos”.
La vida no es una competencia en la que debe haber una persona o un grupo en la cima. Todos estamos en la misma lucha.
Todos pierden seres queridos y se afligen. Todos nosotros enfrentamos problemas financieros y de salud. Todos tenemos nuestras propias montañas que escalar y ríos que cruzar. Hacemos lo mejor que podemos para salir victoriosos.
Sin embargo, eso no le da el derecho a nadie de decirle a una persona cuál es la mejor manera de enfrentar sus desafíos porque no existe una sola persona en el planeta que entienda lo que te pasa.
No obstante, existió alguna vez.
Ya sea que estés en la Iglesia o fuera de ella, ya seas cristiano, budista o ateo… Todos nosotros necesitamos un salvavidas a lo largo de nuestras vidas. No podemos superar todas nuestras tribulaciones solos. La buena noticia es que hay alguien a quien podemos recurrir.
La buena noticia es que tienes a alguien que ha sentido y experimentado EXACTAMENTE lo que te pasa. Él sufrió tus dolores más que tú. No para que sientas pena por Él, sino para que Él pueda ayudarte.
El mensaje de la Iglesia y los miembros de la Iglesia en todas partes es que Jesucristo, el Salvador, es la única fuente a la que podemos recurrir para obtener el consuelo, la fortaleza y la paz que necesitamos para superar las batallas de la vida.
Es cierto que a veces parece que pensamos “no, no podemos tolerar la homosexualidad de ninguna manera”, “no deberías haber estado en esa situación en primer lugar” o “solo estás inventando una excusa para no vivir los mandamientos”. Eso no es lo que realmente significa. Al menos espero que no sea así.
El motivo por el cual existe esta Iglesia, el motivo por el cual tenemos esta pasión, es porque creemos en un Dios perfecto con un plan perfecto, que sacrificó a un Hijo perfecto para hacer posible la felicidad y la victoria no solo en esta vida, sino también en la vida por venir.
Entonces no, la razón por la que te fuiste, o estás pensando en irte, de la Iglesia realmente no es importante. No te estoy juzgando y, ciertamente, nunca voy a interponerme en el camino y decirte que estás equivocado.
Todo lo que digo es que tienes un Salvador que te ama y sabe todo lo que te pasa.
Independientemente de los mandamientos que quebrantes o guardes, o la forma en que vivas tu vida. Él estará ahí en cada paso que des. Todo lo que te pide que hagas es seguirlo para recibir cada bendición y pizca de felicidad que mereces. Todos somos dignos de su amor, sin importar lo indignos que nos sintamos.
Ahora, ¿ese parece un mensaje terrible? Solo por un breve momento, solo por un segundo, deja de lado todas tus preocupaciones. Reduce las enseñanzas de la Iglesia a lo más básico.
Olvídate de todos los mandamientos, los miembros, los hechos históricos y las razones para estar en desacuerdo con la Iglesia y piensa en el único mensaje que se ha enseñado desde el principio. Un mensaje, nada más. Enfócate en eso.
Jesucristo vivió, sufrió, murió y vive para que todos podamos tener gozo en esta vida y la vida eterna en el mundo por venir.
¿Sientes algún resentimiento hacia el mensaje de alguien que te amó lo suficiente como para sufrir TODO (y más) de lo que sufriste o tendrás que sufrir en esta vida y dio Su vida voluntariamente para que pudieras vivir para siempre?
Si es así, espero que encuentres fortaleza de otras maneras. No renuncies nunca. No te rindas nunca. La vida puede lastimarte, pero no podrá quebrantarte si luchas.
Sin embargo, si, como muchos de nosotros, anhelas la sanación y el poder que viene a través de alguien que entiende tu vida, quién eres y qué sientes. . . Entonces, por favor, no te vayas.
Me han ofendido, han dudado de mí, me he rebelado y me he resentido una y otra vez mientras hacía todo lo posible por vivir el Evangelio. Pero, aun así, me quedo.
Me quedo porque tengo mis mejores recuerdos y mejores amigos en esta iglesia. Me quedo porque creo en las promesas de las familias eternas y las bendiciones que se obtienen al vivir lo que creo que son los mandamientos verdaderos de Dios. Me quedo porque los principios del Evangelio enseñan las habilidades esenciales para la vida y el dominio propio que realmente me hacen feliz.
Pero, más importante que cualquier otra cosa, me quedo porque es aquí donde siempre encontraré a mi Salvador.
No sé por lo que estés pasando. Por eso, no te culparé por decidir abandonar la Iglesia. Tu vida puede llevarte por una dirección diferente. Vives tu vida de la mejor manera que sabes.
Recuerda el amor que el Redentor tiene por todos nosotros.
Al final del día, todos estamos buscando exactamente lo que ofrece el Evangelio.
Fe. Esperanza. Amor. Fuerza. Familia. Poder para influir y hacer el bien. Gozo y felicidad.
Todo esto, y mucho más, está disponible en el amor de Aquel que descendió por debajo de todas las cosas para que podamos ascender por encima de todas las cosas.
Él es el Evangelio. Él es la Iglesia. Él es la razón detrás de todo lo que hacemos.
No lo abandones. Permite que te dé exactamente lo que estás buscando.
Los mejores deseos para ti,
A todo miembro, con suerte, de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Fuente: Third Hour