Pregunta
Soy una miembro activa de la Iglesia de Jesucristo. Estoy casada con un hombre que no es Santo de los Últimos Días y tengo dos hijastros que tampoco son miembros.
Somos una familia muy feliz, sin embargo, me encuentro entre dos mundos. Por un lado soy “la más religiosa” de mi familia y por el otro soy considerada como “la inactiva” en mi barrio a pesar de que asisto a la capilla cada domingo solo porque mi familia no es Santo de los Últimos Días.
Siento que no encajo con las personas de mi barrio y que se sienten incómodos al interactuar conmigo y mi esposo fuera de la Iglesia.
Las únicas veces que interactúan con nosotros, ven a mi esposo solo como un investigador que tienen que bautizar en lugar de verlo como un amigo.
¿Cómo puedo encontrar un equilibrio entre estas dos cosas? Soy una persona muy buena y divertida, pero me siento muy sola en la Iglesia, ¿podrías ayudarme?
Respuesta
Déjame decirte que me impresiona mucho que hayas logrado mantener tu matrimonio fuerte a pesar de las diferencias que estás atravesando en lo personal y religioso, has establecido buenos cimientos que te ayudarán a descubrir qué hacer en esta situación tan peculiar.
Ser miembro de una Iglesia como la nuestra tiene ventajas y desventajas. Requiere un gran compromiso que involuntariamente genera una subcultura, la cual, en ocasiones, excluye a los que se sienten alejados de la Iglesia.
Debido a que estás familiarizada con la vida dentro y fuera de la Iglesia, tienes una perspectiva distinta a la de los demás.
Defiendes a ambos grupos porque estás profundamente comprometida con la Iglesia y también mantienes una relación muy estable con tu esposo e hijastros.
Debes saber que la perspectiva que tienes puede ser de gran ayuda para ambos grupos. No hay nada de lo que debas avergonzarte, tienes la oportunidad de crear vínculos de comprensión y compasión con todos los que te rodean.
Los Santos de los Últimos Días deben dejar de lado la condición de no miembro de tus seres queridos para que así conozcan a la verdadera persona que hay detrás de ellos.
Dicho esto, debo agregar que los que no son miembros de la Iglesia pueden beneficiarse al conocer más sobre los valores y creencias que tenemos.
Te recomiendo que afrontes esta situación como alguien que posee doble nacionalidad y comprendas que en estas dos subculturas puedes contribuir en cada interacción.
Si te adaptas a todas las normas culturales de cada grupo, es probable que te sientas incómoda e intranquila. No necesitas renunciar a las actividades que te gustan en cada uno de estos grupos, existen muchas similitudes en común que compartes en ambos escenarios.
A medida que te mantengas fiel a tus compromisos familiares y de fe, las personas se sentirán atraídas por tu fuerza y convicción sobre quién eres y lo que amas.
Por ejemplo, te aconsejo que a menudo invites a los miembros de tu barrio a tu casa para que te conozcan a ti y a tu esposo.
Si tu esposo se siente cómodo al conversar sobre la situación que estás atravesando, entonces considera brindar tranquilidad a todos entablando un vínculo entre estas dos culturas. Puedes hablar libremente sobre los dos mundos en los que vives, no tienes porque ocultar tus “dos nacionalidades”.
Observa si el hecho de no sentirte completamente integrada en la cultura de la Iglesia de Jesucristo te impide conectarte con los demás miembros de tu barrio.
La inseguridad de no encajar con los miembros de la congregación podría llevarte a mantener cierta distancia, esperando que alguien se acerque a ti para incluirte.
Aceptar tu situación sin necesidad de pedir una disculpa de los demás, permite que las personas se relacionen contigo y se sientan más cómodas con ambos mundos.
Sentirte incomprendida por ambos grupos es doloroso y te coloca en una situación donde podrías perder el sentido de lo que tienes que ofrecer a los demás.
Tienes mucho que dar, ya sea tu personalidad o la compasión que ofreces a todos los hijos e hijas de Dios, sean miembros o no.
Encárgate de eso y atrae hacia ti personas que te parezcan interesantes, cálidas y agradables.
Aprende de ellos y permite que ellos a su vez aprendan de ti. No tienes nada que ocultar. Recuerda que eres una mujer con una familia a la que amas y fuertes convicciones.
Fuente: Meridian Magazine