Lo que un no miembro dijo sobre la Conferencia General

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SALT LAKE CITY – Hace un año, escribí mi primer artículo acerca de las “tres cosas que aprendí” en la Conferencia General. Ofrecí mi opinión sobre algunos de los mensajes que ofrecieron los líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días durante la Conferencia General.

Cuando empecé, esperaba recibir comentarios variados. Pero, para mi sorpresa, gran parte de los comentarios, tanto de los Santos como no Santos, fueron positivos. Por eso, me siento agradecido.

En estos artículos, solo trato de demostrar que, a pesar de nuestras diferencias en la religión, o si no formamos parte de alguna, podemos tener puntos en común en nuestro deseo de vivir una vida mejor.

Dicho esto, aquí hay tres cosas que aprendí en la Conferencia General del pasado fin de semana.

1. Discurso de la hermana Reyna L. Aburto

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“Cuando hablamos de nuestros desafíos emocionales, admitimos que no somos perfectos, permitimos que los demás compartan sus desafíos. Juntos nos damos cuenta de que hay esperanza y no tenemos que sufrir solos”. – Hermana Reyna L. Aburto, Segunda Consejera de la Presidencia de la Sociedad de Socorro.

La hermana Aburto compartió una importante enseñanza: Necesitamos hablar, admitir nuestros errores o desafíos y ayudarnos unos a otros.

No debemos avergonzarnos de admitir que no estamos bien. Es nuestra responsabilidad demostrar a los demás y a nosotros mismos que no hay nada de malo con pedir la orientación de los demás. Por supuesto, si se trata de un desafío espiritual debemos orar o recurrir a nuestro guía o asesor espiritual y hablar. Lo mismo sucede con otros desafíos: Buscar ayuda para sobrellevar las dificultades.

Seamos sinceros, la mayoría de los desafíos emocionales de la vida provienen de cuestiones que no están relacionadas con la fe. La vida es más difícil cuando nos enfrentamos solos a los desafíos. Me gusta pensar que la vida puede ser más fácil si nos ayudamos mutuamente al no sentir ningún tipo de vergüenza y buscar la ayuda de los demás para afrontar un problema.

La hermana Aburto acotó algo importante cuando alentó a la audiencia a admitir que no son perfectos:

“Creo que muchos de nosotros no nos damos cuenta de que, a veces, somos perfeccionistas. Lo entiendo. A veces, a mí también me gusta trabajar sola y no estoy feliz hasta que ‘lo hago bien’. Pero, no siempre sale bien. Tienes que ser humilde y conocer tus límites, especialmente cuando se trata de tu bienestar físico y mental. Es posible que tú solo no puedas hacer las cosas bien y no hay nada de malo con buscar ayuda”.

“Al final, depende de ti aceptar la ayuda o no. Está bien si no quieres recibir la ayuda, siempre y cuando estés seguro de que podrás superar tu momento de dificultad. Pero, si no estás seguros, ¿por qué no buscas la ayuda y / u la orientación de otra persona? ¿Qué tienes que perder… aparte del problema que te preocupa?”

Por último, la hermana Aburto dijo: “Tus pruebas no te definen, pero pueden refinarte“. Superar una gran prueba es lo que te ayuda a desarrollarte y ser más sabio. Nuevamente, éste no tiene que tratarse de un asunto religioso, puede ser cualquier prueba que estés enfrentando. Si una prueba no te ayudó ni te enseñó una lección. Entonces, regresa y recuerda los pasos que tomaste para superarla, ya que serán parte de las lecciones aprendidas.

Permite que esa prueba que superaste te convierta en una mejor persona después de todo.

2. Discurso del Élder Terence M. Vinson

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“Dar lo mejor de ti no significa que recibirás bendiciones constantemente ni que siempre tendrás éxito, significa que tendrás gozo. El gozo no es un placer efímero o una felicidad temporal. El gozo es duradero”. – Élder Terence M. Vinson, Setenta Autoridad General.

Como se mencionó anteriormente, la vida está llena de desafíos. El Élder Vinson compartió un mensaje que se aplica a todos: el trabajo duro no garantiza el éxito.

Todos hemos tenido momentos en los que hemos trabajado duro – abstenernos de los dulces, ir al gimnasio, etc. – y al final no ha funcionado. Es parte de la vida. Pero, según el punto de vista del Élder Vinson, solo porque hiciste tu mejor esfuerzo y no funcionó, no significa que no obtengas recompensas por dicha experiencia. Todo el esfuerzo que pongas es importante, lo creas o no.

Lo entiendo: no lograr aquello en lo que pones tu sangre, sudor y lágrimas se siente como si estuvieras en la miseria. Sin embargo, aprenderás algunas cosas de dicha experiencia. Como alguien que ha fracasado y ha tenido que volver a intentarlo, aprendí una cosa de mis momentos de prueba: “Siempre hay una lección. Puede que no la recibas de inmediato, podrían pasar años, pero confía en mí, en algún momento aprenderás algo de aquel momento difícil”.

Al relacionar el discurso de la hermana Aburto con el del Élder Vinson, está claro que aprender de los desafíos es la clave.

El Élder Vinson habló sobre el gozo y cómo lo obtendremos al dar lo mejor de nosotros. Para mí, significa que la satisfacción de dar todo de ti es ese gozo. Otra palabra que puedes utilizar es orgullo. Te sentirás orgulloso de haber dado todo de ti.

Tal vez, superaste tu prueba o, quizás no, y tendrás que intentarlo nuevamente. Tal vez, incluso, tengas que seguir adelante. No obstante, sea cual sea el resultado, al menos tendrás el orgullo de decir que no te diste por vencido, que te esforzaste.

Que quede claro que no hay nada de malo con continuar después de darlo todo. Eso no significa que te diste por vencido. Darte por vencido es no dar todo de ti y decidir que el intento de dar más no vale la pena.

3. Discurso del Élder Jorge M. Alvarado

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“Se cuenta la historia de una mujer que estaba enojada porque su hijo comía demasiado azúcar. No importaba cuánto lo reprendiera, él continuaba satisfaciendo su gusto por lo dulce. Totalmente frustrada, decidió llevar a su hijo con un sabio que él respetaba. La mujer se acercó humildemente al sabio y le dijo: ‘Señor, mi hijo come demasiado azúcar. No es bueno para su salud. ¿Podría aconsejarle que deje de comerlo?’”

“El sabio escuchó atentamente a la mujer, se dio la vuelta y le dijo a su hijo: ‘Ve a casa y vuelve en dos semana’. La mujer estaba perpleja y se preguntó por qué no le había pedido al niño que dejara de comer tanto azúcar. Tomó a su hijo de la mano y se fue a su casa. Dos semanas después, regresó con su hijo en mano. El sabio les indicó que pasaran, miró directamente al niño y dijo: ‘Deberías dejar de comer tanto azúcar. No es bueno para tu salud’. El niño asintió y prometió que no continuaría con este hábito por más tiempo. La madre del niño se dirigió al sabio y le preguntó: ‘¿Por qué no le pidió eso hace dos semanas?’ El sabio sonrió: ‘Hace dos semanas seguía comiendo demasiado azúcar’. Este hombre vivía con tanta integridad que sabía que su consejo tendría poder solo si seguía su propio consejo”-  Élder Jorge M. Alvarado, Setenta Autoridad General.

Esta es una lección que el Élder Alvarado compartió y que todos podemos aplicar: es mejor practicar lo que predicas.

bondad

No es que no podamos aconsejar a alguien sin seguir los consejos que damos. Pero, hacerlo da credibilidad a nuestros consejos. Además, la persona que da el consejo se siente mucho más segura y, hasta cierto punto, autorizada si en verdad practica lo que predica.

No seguir tu consejo no hace que el consejo que das sea incorrecto. Sin embargo, podría ser un poco más difícil que la otra persona siga tu consejo si tú no lo haces. La persona que recibe el consejo lo notará. Si bien esa persona no debería usar tus errores como una razón para no seguir el consejo que le das, es natural observar al consejero y ver si lo que dice es algo que practica.

La integridad es vital en nuestra sociedad, no solo desde un aspecto religioso. El ejemplo que el Élder Alvarado utilizó muestra que incluso aquellos que son sabios necesitan ser humildes cuando enseñan. Los sabios no solo pueden enseñar o aconsejar según quiénes son o qué lograron. Es una cuestión de credibilidad, integridad y verdad.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Xoel Cardenas y fue publicado en ldsliving.com con el título “Here’s What a Non-Latter-day Saint Got Out of General Conference”.

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