En 1896, el pastor Charles M. Sheldon publicó “In His Steps”, una novela que revolucionó el pensamiento cristiano con una sencilla pero profunda pregunta: 

“¿Qué haría Jesús?”

La historia comienza cuando un hombre sin hogar interrumpe una reunión dominical para denunciar la indiferencia de una comunidad cristiana ante el sufrimiento de los más necesitados. Días después, fallece en casa del pastor.

Profundamente conmovido por lo ocurrido, el reverendo Henry Maxwell lanza un desafío a su congregación: no tomar ninguna decisión sin antes hacerse esa pregunta. 

La novela, que ha vendido más de cincuenta millones de copias, muestra cómo esa sencilla pregunta transforma profundamente la vida de quienes deciden aplicarla con seriedad.

Jesus
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Aunque fue escrita en el siglo XIX, la pregunta sigue siendo tan vigente como desafiante. Muchos cristianos desean vivir como Jesús, pero no siempre es fácil saber qué haría Él en una situación concreta. En los evangelios, a veces sanaba, otras veces enseñaba; en ocasiones perdonaba con ternura, y en otras reprendía con firmeza.

Esto plantea una reflexión más profunda: si no contamos con el poder ni la omnisciencia de Cristo, ¿cómo podemos seguir verdaderamente Su ejemplo en el día a día?

Con el tiempo, han surgido distintas formas de interpretar y vivir la enseñanza de Mateo 7:12:

“Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”.

Esta conocida “Regla de Oro” puede vivirse en al menos tres niveles, cada uno más elevado y transformador que el anterior.

Primer nivel: La bondad básica

«Washing Jesus’s Feet» por Brian Call.

El primer nivel es el más obvio, pero también el más ignorado: tratar a los demás con amabilidad. Este principio debería ser fundamental en cualquier comunidad cristiana. Sin embargo, no siempre se cumple. 

Basta con ver cómo se tratan los empleados de atención al cliente, los adolescentes que trabajan en restaurantes, o los trabajadores públicos. La bondad no debería ser una excepción ni requerir recordatorios especiales. Debería ser parte de lo cotidiano.

Respetar las normas de tránsito, ser paciente en una fila o dar una respuesta cordial, son gestos que, aunque pequeños, reflejan una disposición cristiana. 

En esencia, el primer nivel implica reconocer que todos merecen dignidad, sin importar el contexto o la interacción.

Segundo nivel: La empatía personalizada

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El segundo nivel da un paso más allá: no solo se trata de tratar a otros como uno querría ser tratado, sino de tratarlos como ellos desean ser tratados. Esto requiere empatía, atención y, a veces, dejar de lado las propias preferencias.

Un ejemplo cotidiano sería el de los regalos. Regalarle a alguien el dulce favorito propio no es tan significativo como investigar cuál es el dulce favorito de esa persona. Lo mismo ocurre en las relaciones cercanas. 

Entender las costumbres, preferencias y sensibilidades del otro, ya sea en el matrimonio, la amistad o el servicio, puede convertir una acción amable en una expresión real de amor.

También puede verse en la manera de servir en la Iglesia. 

En vez de organizar eventos genéricos, quienes se toman el tiempo de conocer a la persona homenajeada, su color favorito, sus gustos o estilo, logran transformar una simple actividad en una experiencia significativa y memorable. Servir con intención comunica amor verdadero.

Tercer nivel: La guía del Espíritu

3 COSAS QUE EL ESPÍRITU SANTO HACE POR Ti
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El nivel más elevado es actuar según la guía del Espíritu Santo. Este nivel no solo implica bondad ni empatía, sino sensibilidad espiritual. Es responder no solo con lógica o emoción, sino con revelación personal.

Las Escrituras están llenas de ejemplos en los que el Espíritu guía a las personas a actuar, hablar, ayudar o simplemente estar presentes en el momento justo. 

En tiempos modernos, este patrón se repite. Hay historias de personas que sienten impresiones de ir a lugares específicos, tomar rutas inusuales o hacer llamadas sin explicación racional, solo para descubrir que su acción fue una respuesta directa a la necesidad urgente de alguien más.

Este tipo de intervenciones no se pueden planear ni forzar. Suceden cuando hay disposición, escucha espiritual y deseo sincero de hacer la voluntad del Señor. Cuando se actúa bajo esa influencia, incluso los detalles más pequeños se alinean de manera milagrosa.

impresión del espíritu
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Aunque no siempre es fácil saber exactamente qué haría Jesús, sí es posible acercarse a Su ejemplo. La clave está en vivir con intención. 

Primero, cultivando una amabilidad constante. Luego, aprendiendo a ver a los demás como individuos con gustos y necesidades propias. Y finalmente, dejando que el Espíritu Santo guíe los pensamientos, sentimientos y acciones.

Jesús no actuaba por conveniencia ni por hábito. Cada palabra, cada paso, cada silencio tenía propósito. Quienes buscan seguirle pueden comenzar por lo simple, pero no deben conformarse con lo mínimo. 

El Evangelio no es una lista de tareas, sino una transformación continua. Y esa transformación comienza con una pregunta: ¿Qué haría Jesús?

Fuente: Meridian Magazine

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