Benjamin Franklin dijo una vez :
“Estas son las únicas cosas que sabemos con certeza que nos ocurrirán: la muerte y los impuestos”.
Sin embargo, no expuso que Satanás no descansará mientras las personas vivan en la Tierra, pues, desde la guerra en los cielos, él se ha dedicado a nuestra destrucción, trabajando junto a sus secuaces sin descanso para hacernos caer.
Antes los cónyuges no se preguntaban si eran compatibles, pero ahora, en cada momento libre, las parejas se preguntan si en realidad tienen cosas en común. Satanás busca destruir el matrimonio avivando las llamas de la idea de “cambiar y empezar de nuevo”.
Luego, Satanás enseñó que el egoísmo es sano y justificado, explicando que el placer por encima de todo y la diversión es la única felicidad que podemos tener en esta tierra. Él nos dice que nos demos “un gusto” antes de morir.
Además, Satanás, tomando ventaja de que en el mundo actual el sexo fuera del matrimonio es algo perfectamente aceptable, nos pregunta por qué no hacerlo. Después, la pornografía y otras adicciones se colaron en su plan, haciendo caer a innumerables hijos e hijas de Dios.
Aquí, el enemigo nos dice que no hay vuelta atrás y no hay manera de superar estos fuertes impulsos; incluso enseñando que, al no hacerle daño a nadie, todo está bien.
También, estamos tan ocupados que dejamos de lado la obra en el templo, la historia familiar, el servicio y el arrepentimiento para otro momento, colocando como excusas el trabajo, los deportes, las tareas, o las relaciones. Una distracción no tiene que ser mala para ser efectiva.
Otra de las peligrosas telarañas que el enemigo teje, es el ver el éxito de los demás como nuestro fracaso, enseñándonos que no podemos sentirnos alegres por la felicidad de otros y que la envidia debe ser parte de nuestra percepción de la vida.
Asimismo, Satanás quiere engañarnos diciendo que el mundo ya está destruido y no hay nada que se pueda hacer al respecto, haciendo que nos quedemos en casa mirando televisión sin trabajar en la obra del Señor.
Él quiere evitar que reunamos a Israel, salgamos a una misión y defendamos lo que es correcto. Con astutas palabras, nos dice que ignoremos a los líderes que nos invitan a formar parte del batallón del Señor y que nos conformemos viendo a los demás cómo actúan el bien.
También nos dice que si Dios nos amara, respondería nuestras oraciones de inmediato y que probablemente ni siquiera te está escuchando. Satanás no quiere que tengamos paciencia, porque sabe que Dios tiene algo aún mejor en mente para nosotros.
La violencia y la desensibilización han sido otras estrategias del adversario, tanto en películas, libros, series y videojuegos; pero la última mentira que no es ruidosa ni violenta es la idea de que estar solo es mucho mejor que estar con otras personas.
La pandemia nos demostró que podemos sobrevivir sin relacionarnos y Satanás aprovechó eso para decir que las personas complican nuestra vida y que estar solo te ayuda a meditar, pensar y no tener presiones ni prisa. Solo eres tú siendo tú.
Pero, ¿es saludable estar tanto tiempo a solas? Los expertos dicen que no, pues es un peligro para la salud mental y física.
La Asociación Americana de Psiquiatría afirma que la soledad y el aislamiento social pueden ser tan perjudiciales para la salud como la obesidad o fumar 15 cigarrillos al día, y que también afectan de forma significativa a la salud mental.
La soledad también impide que la gente se case y forme lazos celestiales. Un rígido estilo de vida ermitaño elimina el servicio, la obra misional, la participación de la Santa Cena, las alegrías y las lecciones que vienen con la sociedad.
Tenemos que contraatacar. Satanás ha ganado demasiadas batallas y no basta con recordar que al final pierde, y que solo hace falta llevar la camiseta adecuada.
Hay millones de nuestros hermanos y hermanas que están cayendo y hay muchas personas que se pueden salvar.
Los profetas del Libro de Mormón tuvieron visiones de destrucción inminente, de personas que se alejaban, pero no se quedaron sentados y dejaron que sucediera, sino que trabajaron aún más duro para rescatar a los que podían.
Si cada uno de nosotros analizara detenidamente la última mentira de Satanás, podríamos marcar una gran diferencia en nuestros hogares y comunidades.
Tendamos la mano a todos los que se sienten solos.
Establezcamos reglas sensatas para el uso de los teléfonos en nuestras familias.
Caminemos y saludemos a los demás, conozcamos a la gente y seamos útiles.
No se trata de un esfuerzo monumental, solo de ser conscientes del problema y de querer estar atentos y conectados.
En verdad creo que podemos ganar esta batalla.
Fuente: Meridian Magazine