Pregunta
Alguien muy cercano a mí está en sus últimos días de vida. Ella habla muy poco y cuando lo hace, los que están a su alrededor no logran comprenderla.
Me quedé pensando en lo que ella podría estar pasando o sintiendo ahora que se prepara para cruzar el velo y por eso ahora me pregunto: ¿existen ángeles que acompañan a las personas moribundas al cielo?, ¿morir es una experiencia que debería causarles temor?, ¿es posible que no quieran dejar este mundo?
Respuesta
Aprecio mucho el tiempo que tomaste para hacer estas preguntas, haré todo lo posible para abordar cada una de ellas de la manera correcta y de acuerdo a lo que sabemos.
¿Existen ángeles que acompañan a las personas moribundas al cielo?
Tenemos dos aspectos importantes que considerar en esta pregunta.
El primero, “¿existen ángeles que acompañan a las personas moribundas?”, y el segundo, “[ir] al cielo”. De acuerdo con nuestra teología, el concepto de “cielo” se divide en tres reinos: Telestial, Terrestre y Celestial.
Si queremos ser más precisos, podríamos decir que el “cielo” es el reino Celestial, donde vivimos con el Padre y el Hijo Jesucristo.
Lo que sabemos con certeza es que nuestro destino eterno se recibe después del juicio final. En este sentido, la respuesta a esta parte es no. No hay ningún ángel que acompañe a una persona que fallecerá debido a que “el cielo” viene mucho después de nuestra muerte.
En el juicio final, no habrá personas con vida. Ya estaremos mezclándolos y conviviendo con nuestros seres queridos, especialmente aquellos a los que amamos. Una vez que se haga el juicio, seguramente tendremos seres queridos a quienes acompañaremos al cielo.
Entonces, ahora que hemos aclarado lo que significa “el cielo” podemos cambiar la pregunta a: ¿los ángeles acompañarán a los ya fallecidos al mundo de los espíritus?
La respuesta a esta pregunta podría ser tanto sí como no. No hay ninguna doctrina oficial que especifique que tendremos un ser querido o algún ángel que nos acompañe a este mundo, sin embargo, tenemos la declaración de uno de nuestros apóstoles.
El presidente Henry B. Eyring, aclaró lo siguiente:
“La tarde en que falleció mi madre, del hospital fuimos a la casa paterna. Allí, nos quedamos un rato sentados silenciosamente en la penumbra de la sala de estar. Papá se retiró a su dormitorio donde permaneció unos minutos. Cuando volvió a la sala, una sonrisa se dibujaba en su rostro.
Nos explicó que había estado preocupado por nuestra madre y que, mientras reunía las cosas de ella en el cuarto del hospital y agradecía a los miembros del personal el haber sido amables con su esposa, pensaba en la partida de ella al mundo de los espíritus unos minutos después de su muerte y sentía temor de que ella se sintiese sola si nadie iba a recibirla.
Se había ido al dormitorio a pedir a nuestro Padre Celestial que alguien saludara a Mildred, su esposa y mi madre. Nos dijo que en respuesta a su oración se le había dicho que su madre había salido al encuentro de su nuera. Eso también me hizo sonreír a mí. La abuela Eyring no era muy alta.
Pude imaginar claramente que se abría paso apresuradamente entre la multitud, moviendo con rapidez sus cortas piernas en cumplimiento a su misión de salir al encuentro de mi madre”.
Es muy probable que nuestros seres queridos fallecidos nos estén esperando con las mismas ansias que nosotros ansiamos volver a verlos cuando fallecemos.
A mí también me parece correcto que cuando muera me esperen aquellos que me querían o que me conocían y con los que serví en esta vida.
¿Morir es una experiencia que debería darnos miedo?
Creo que esa respuesta es diferente para cada uno de nosotros. Dependería de nuestra edad, nuestros conocimientos y nuestro estilo de vida actual.
Sé que de niño tenía mucho miedo a la muerte porque era algo desconocido. Me enseñaron que había vida después de la muerte, pero era demasiado joven para comprender lo que aún no podía ver.
En ese momento, no tenía ninguna experiencia que confirmara en mi corazón la realidad de un Salvador, un plan celestial y lo que significaba resucitar; es por eso que la muerte me asustaba mucho.
También sabemos que gracias a las Escrituras, para los inicuos la muerte será potencialmente una experiencia aterradora, especialmente para aquellos que conocían la verdad, pero la rechazaron.
Llegarán al punto de la realidad, de lo que se les enseñó, de la vida que vivieron y tendrán que enfrentarse con su decisión de renunciar a una eternidad de felicidad y gozo. Veamos cómo lo explica Sherem, en el Libro de Mormón:
“Y les dijo claramente que había sido engañado por el poder del diablo. Y habló del infierno, y de la eternidad, y del castigo eterno.
Y dijo: Temo que haya cometido el pecado imperdonable, pues he mentido a Dios; porque negué al Cristo, y dije que creía en las Escrituras, y estas en verdad testifican de él. Y porque he mentido a Dios de este modo, temo mucho que mi situación sea terrible; pero me confieso a Dios”.
La forma en que experimentamos la muerte puede ser aterradora, especialmente en tiempos de guerra o conflicto. Para muchos de nosotros, que enfrentamos una muerte más lenta, tendremos tiempo para reflexionar.
Nuestro miedo estará ligado a nuestro amor por el Salvador; cuanto más lo conozcamos, menos temeremos, pues sabemos que la muerte no tiene victoria ni poder. Nos espera Su gracia. La muerte es solo un nuevo comienzo y la continuación de una mejor vida.
¿Es posible que no quieran dejar este mundo?
Para algunos, la respuesta sería sí. La ciencia busca prolongar la vida, especialmente para aquellos que no creen en una vida después de esta.
Si solo conocen esta vida y no creen que habrá una después de esta, tiene sentido que no quieran dejar este mundo. Incluso para quienes lo saben, hay situaciones donde la edad o el deseo de ver a seres queridos crecer pueden hacer que no queramos partir demasiado pronto.
Es natural esperar compartir más tiempo con quienes amamos. Ningún padre o madre joven desea morir dejando a sus pequeños en esta vida. Aunque no es algo malo, puede traer experiencias difíciles, especialmente si nos sentimos privados de ellas.
Creo que quienes viven hasta una edad avanzada están más dispuestos a aceptar la muerte, anhelando reunirse con seres queridos, en lugar de prolongar un sufrimiento innecesariamente.
Fuente: Ask Gramps