¿Alguna vez has recibido un llamamiento dónde te has sentido completamente incapaz?
¿Alguna vez te has preguntado cuánto tiempo pasará antes de que otras personas descubran que su opinión sobre ti es distinta a tu propio punto de vista sobre tus habilidades?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que descubran que no eres lo que dices y que haces cosas que van más allá de tu experiencia o habilidades?
Mi esposa y yo acabamos de recibir un nuevo llamamiento y nos hicimos juntos todas esas preguntas. Luego, nos dimos cuenta de que Nefi no sabía cómo construir un barco.
Nefi ya tenía experiencia en la fabricación de herramientas, pero necesitaba ayuda para encontrar los materiales adecuados. Fue entonces cuando el Señor intervino y le mostró dónde encontrar el mineral necesario para hacer las herramientas.
A lo que Nefi dijo:
“Y yo, Nefi, subía con frecuencia al monte y a menudo oraba al Señor; por lo que el Señor me manifestó grandes cosas”. (1 Nefi 18:3) Nefi confiaba en el Señor.
¡Con la ayuda del Señor, lo hizo!
¿Cuántas veces otras personas han sentido la misma incapacidad? ¿Tal vez cómo Moisés?
El Señor lo llamó para pedirle al faraón que dejara salir a los hijos de Israel de Egipto. En Éxodo 3:11, Moisés dijo a Dios:
“¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?”
¡Con la ayuda del Señor, lo hizo!
¿Qué hay de Enós?
“... Oyó una voz del cielo que decía: Enoc, hijo mío, profetiza a los de este pueblo y diles: Arrepentíos…” (Moisés 6:27).
“Y cuando Enoc oyó estas palabras, se humilló a tierra ante el Señor, y habló ante él, diciendo: ¿Por qué he hallado gracia ante tu vista, si no soy más que un jovenzuelo, y toda la gente me desprecia, por cuanto soy tardo en el habla; por qué soy tu siervo?” (Moisés 6:31)
Después de eso, Enós respondió fervientemente:
“Y sucedió que Enoc salió por la tierra, entre el pueblo, y subía a las colinas y a los lugares altos y clamaba en voz alta, testificando en contra de sus obras…” (Moisés 6:37)
Su pueblo se convirtió en uno tan justo que fue llevado de regreso a la presencia el Señor. ¡Con la ayuda del Señor, lo hicieron!
Para aquellas personas que se sienten incapaces, “Adaptación a la vida misional” nos aconseja:
- Válgase de sus puntos fuertes para prestar servicio. Haga una lista de sus puntos fuertes, talentos y dones espirituales. Sus puntos fuertes forman parte del almacén del Señor, al cual Él acude para bendecir a Sus hijos y edificar Su reino. Una parte crucial de su misión es cultivar sus dones y consagrar sus puntos fuertes con el fin de ayudar a otras personas a venir a Cristo. Enfóquese más en qué es lo que usted hace bien y no tanto en qué es lo que hace mal. Planee cosas que puede hacer cada semana a fin de desarrollar y usar sus dones para prestar servicio y bendecir a otras personas (D. y C. 82:18–19).
- Evalúe sus expectativas. No espere que todo salga como usted desea. No todo le saldrá perfectamente. No todos los misioneros serán completamente obedientes y amables. Sus investigadores podrían recibir información equivocada en contra de la Iglesia. Quizá nunca llegue a hablar el idioma como una persona nativa. Recuerde el consejo que el Señor le dio a José Smith en la cárcel de Liberty: “Todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien… Por tanto, persevera” (D. y C. 122:7, 9).
- Respóndale a los pensamientos negativos. Ahora mismo, o esta noche antes de acostarse, haga una lista en un papel en la que incluya pensamientos negativos que haya tenido hoy; luego vuelva a escribirlos, de modo tal que expresen más esperanza y sean más exactos y alentadores.
- Divida las tareas grandes o difíciles en partes más pequeñas. Si aun así siguen pareciendo muy difíciles, divídalas en partes aún más pequeñas. Luego ponga manos a la obra. Si espera hasta “sentir como que” trabaja antes de empezar, probablemente esté esperando durante mucho tiempo. Comience y la motivación irá surgiendo.
- Exprese gratitud. Esté agradecido no sólo por sus bendiciones, sino además por los desafíos y las adversidades y lo que puede aprender de ambas cosas. Esto abrirá una puerta para que el Señor pueda darle bendiciones y ayuda.
- Póngase metas realistas y haga planes específicos en cuanto a la forma de alcanzarlas. Aborde las cosas que le causan estrés una por una. Las metas y los planes son buenos antídotos para la depresión.
- Deje de lado aquello que no pueda controlar. El pasado, el albedrío de los demás, las reglas, el clima, la burocracia gubernamental, la cultura, sus limitaciones o la personalidad de otros misioneros están fuera de su control. Enfóquese en aquello sobre lo cual puede actuar, como su conducta, su parte en una relación, sus decisiones actuales y su actitud.
- Céntrese en las cosas que usted hace bien y evite compararse con otras personas. Las personas que tienen expectativas excesivamente altas tienden a enfocarse demasiado en sus debilidades y fracasos. De ese modo, en vez de mejorar, se sienten inútiles. Al leer las Escrituras, céntrese en las partes que más se apliquen a usted como amado siervo de Dios. Busque pruebas de la paciencia, la gracia, la esperanza y la misericordia de Dios para con aquellos que lo aman y desean servirlo.
- Disfrute de ser novato cuando sea nuevo en algo. No se espera que sea experto. Es suficiente con desear aprender, mostrar interés, ser humilde y estar dispuesto a intentarlo. ¡Disfrútelo!
- Haga lo que pueda, hágalo con buen ánimo y deje que Dios se encargue del resto. A veces los misioneros se sienten inútiles o avergonzados cuando otras personas parecen tener más éxito. Si Satanás lo tienta a dudar de usted mismo o a compararse con otras personas, recuerde que ésta es la obra de Dios y Él escoge a lo débil y sencillo para llevarla a cabo. ¡Él lo ha escogido a usted! Confíe en Él. ¡Él confía en usted!
- Visualice el éxito: El preocuparse puede ser una manera de practicar el fracaso mentalmente. En vez de repasar qué puede salir mal o preocuparse constantemente por los “Y si no…”, practique mentalmente resultados positivos y haga planes para lograrlos. Entonces, si las cosas no salen como espera, imagínese aprendiendo del revés y avanzando.
Finalmente, podemos obtener confianza del ejemplo del apóstol Pablo, quien dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Ruego que el Señor nos bendiga para construir cualquier barco que Él nos mande, especialmente a medida que construimos el de nuestro discipulado.
Fuente: Meridian Magazine
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