En el mundo y el tiempo en que vivimos, a veces es fácil olvidar que las personas con las que no estamos de acuerdo o diferimos siguen siendo Hijos del Dios Altísimo.
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Un mensaje espiritual impactante
Hace algunos años me encontraba con mi esposo manejando por la carretera cuando nos detuvimos para llenar el tanque de gasolina y comprar algo de comida alrededor de las once de la mañana.
Mientras buscaba algo de comer, miré a una mujer, de unos 20 años, que me llamó la atención. Estaba vestida con una camiseta vieja y sin mangas y pantalones cortos. Me daba la impresión de que aquella jovencita había dormido con esa misma ropa.
Su largo y descuidado cabello rubio tenía al menos cinco centímetros de raíces oscuras. Su maquillaje estaba corrido y tenía una mirada vacía, deprimida y perdida.
Mi percepción inicial fue que, era una muchacha que no parecía preocuparse por sí misma y que también sentía que nadie más lo hacía. Me hizo sentir un poco triste.
Imagínate mi sorpresa cuando en el momento preciso que hice mi evaluación sobre ella, escuché las penetrantes y conmovedoras palabras del Espíritu, que resonaron en mí con mucho poder:
“¡Ella es muy amada!”
Me quedé absolutamente asombrada, recuperándome por dentro de mi opinión inicial y sintiendo el impacto del momento. La miré con ojos nuevos y una sensación de asombro. La vi inclinarse para agarrar una bolsa de papitas fritas.
Me di cuenta de que ella no tenía la menor idea de que ella era muy amada. No estaba segura de si debía contarle lo que sabía ahora. Al pensarlo mejor concluí que eso en realidad podría asustarla. A menudo me arrepiento de esa decisión.
¿Quién era esa joven? ¿Qué estaba pasando en su vida? ¿Qué creía ella sobre sí misma?
Obviamente, tenía un pasado doloroso, sentía que eso era verdad. Sin embargo, la verdad primordial era que era amada y querida sin medida por innumerables seres invisibles que sabían lo que estaba sucediendo en su vida, y que aún así la amaban incondicionalmente.
Esta fue una experiencia que cambió mi manera de pensar.
¿De qué manera ves a los demás?
Lo que vemos en los demás es solo la “punta del iceberg” de quiénes son realmente en lo más profundo de su ser. C.S. Lewis dijo la famosa frase:
“Es algo serio vivir en una sociedad de posibles dioses y diosas, recordar que la persona más aburrida y poco interesante con la que puedas hablar puede convertirse un día en una criatura que, si la vieras ahora, estarías fuertemente tentado a adorar…
Es con el asombro y la circunspección que les es propia, que debemos conducir todos nuestros tratos entre nosotros, toda relación de amistad, toda relación romántica, todo papel, toda política. No existen personas comunes y corrientes. Nunca has hablado con un simple mortal”.
¡El hecho es que toda persona que conocemos es mucho más de lo que parece ser! ¿Podemos pasar por alto los comportamientos y apariencias y ver quienes son en verdad?
“Palabras en mi mente”
El presidente Henry B. Eyring compartió una hermosa experiencia en la que sus ojos espirituales se abrieron. Él relató:
“Recuerdo una vez que uno de mis hijos de siete u ocho años saltaba encima de su cama con tanta fuerza que pensé que se iba a romper. Sentí un atisbo de frustración, y rápidamente me movilice para poner mi casa en orden. Agarré a mi hijo por sus pequeños hombros y lo levanté hasta el nivel donde nos vimos cara a cara.
El Espíritu puso palabras en mi mente. Parecía ser una voz apacible, pero me penetró el corazón: “Estás sosteniendo a una gran persona”. Lo coloqué suavemente de vuelta en la cama y me disculpé.
Ahora se ha convertido en el gran hombre que el Espíritu Santo me permitió ver hace cuarenta años. Estoy eternamente agradecido de que el Señor me rescató de sentimientos desconsiderados al enviar al Espíritu Santo para que me permitiera ver a un hijo de Dios como Él lo veía”. – “Mi paz os dejo”
¡Solo el Espíritu puede abrir nuestros ojos! ¿Están abiertos nuestros ojos? ¿Estamos en sintonía con el Espíritu?
Mirar como Él lo hace
En otro discurso, el presidente Eyring habló de una época en la que era obispo. Tenía un joven en su congregación que hizo algo que sintió que había avergonzado y defraudado a la Iglesia.
Cuando el presidente Eyring lo llevó a su oficina para hablar con él, recibió una impresión que lo envolvió por completo. Él dijo:
“Al sentarme frente a él, oí una voz en mi mente decir, tan claro como si alguien me estuviera hablando: “Voy a dejar que lo veas como Yo lo veo”; y entonces, por un breve instante, su apariencia cambió por completo.
No vi a un joven desorientado, sino a un hijo de Dios brillante y noble. De repente sentí el amor del Señor por él. Aquella visión cambió nuestra conversación y también me cambió a mí”. -“Anda conmigo”
¿Cómo te ve el Señor?
¿Cómo nos ve el Señor? Él sabe quiénes somos y cuáles son nuestros mayores anhelos. Nos ama sin restricciones. TODOS cambiamos cuando amamos o somos amados. Todos están aquí para vivir sus propias experiencias.
Cuando conocemos a otros, puede que ellos se encuentren pasando por un momento difícil (quizás el peor de todos), en ese instante, y con la ayuda del Espíritu, podemos ver más allá de lo que aparentan, como Dios lo hace.
El Señor nos ve como realmente somos en todo momento. Tiene una visión más amplia y nos ve por lo que podemos llegar a ser. Cuando aprendemos a hacer lo mismo con los demás, nos volvemos más como Él.
Tenemos tal poder para elevar a otros
Todos compartimos una herencia espiritual que nos une. Estamos conectados e interconectados. Recuerdo hace unos años que tuve una experiencia donde me sentí “elevada” por una persona desconocida.
Estaba pasando con el auto por un restaurante de comida rápida para recoger mi pedido. Cuando recibí mi pedido, el joven que me atendió desde la ventana me miró directamente a los ojos y con una sonrisa dijo: “¡Bendiciones!”.
En ese momento, el tiempo pareció detenerse. Sentí que Dios me había hablado personalmente a través de ese joven.
Él no me conocía, pero se tomó el tiempo para mirar dentro de mi alma y “elevarme”. Fue un momento maravilloso y me sentí amada.
¿Cómo podemos bendecir a otros con pequeños actos de bondad?
No necesitamos que nuestras acciones sean exuberantes, pequeños y sencillos actos pueden causar el efecto que deseamos.
Podemos mirar a las personas a los ojos, sin juzgarlas por su apariencia o decisiones, ver más allá de lo que creemos saber de ellos. Podemos permitirnos tener la oportunidad de que el Espíritu nos hable.
A medida que nuestro corazón se abre a los demás, es mucho más probable que podamos elevarlos.
A menudo, esto se puede hacer en silencio. A veces, solo una sonrisa de complicidad (porque sabes algo que ellos no saben, que son hijos del Dios Altísimo) es una bendición. Ora por ellos. Puede que seas la única persona en la tierra que lo esté haciendo.
¿Quién era ella? ¿Quienes somos?
¿Quién era la joven que vi en la tienda? No lo sé, pero SÍ sé que ella es muy amada. Fue una lección significativa para mí “verla” de una manera, aunque sea minúscula, a como Dios la ve. Recibí conocimiento sobre ella durante unos minutos y sentí que estaba en presencia de un alma hermosa.
Cuando aprendemos a sentir el asombro y esplendor de los demás, podemos comenzar a comprender quiénes somos nosotros.
Cuando oramos por otros en silencio, nosotros mismos somos bendecidos, ¡SIEMPRE! ¡Cuando aprendamos a brindar esta ayuda desinteresada, también aprenderemos a sentir que nosotros también somos muy amados por nuestros Padres Celestiales!
Fuente: latterdaysaintmag.com