“Y creo que es necesario que saques una cita con el psiquiatra”.
Cuando mi psicólogo dijo esas palabras, sentí que el mundo se detenía. ¿Yo? ¿Un psiquiatra? Jamás había pensado en eso.
A mis 22 años, estaba convencida de que mi tristeza y agotamiento eran algo que debía superar con más esfuerzo, más oración, más fe y no pensé que necesitaría ayuda como la de un psiquiatra —y mucho menos medicinas— fuera parte de mi camino.
Llevaba 2 años luchando contra una tristeza que parecía no tener fin. No era solo estar “triste”; era un vacío constante, una sensación de que nada tenía sentido. Los días buenos eran escasos y los días malos se sentían interminables.
Como Santo de los Últimos Días, intenté lo que sabía: orar con más fervor, leer las Escrituras con constancia, acudir al templo con la esperanza de encontrar respuestas. A veces encontraba consuelo, pero no duraba mucho.
Una etapa inesperada
Aceptar la idea de ir al psiquiatra no fue fácil. En nuestra cultura, especialmente en nuestra fe, considero que hablar de salud mental sigue siendo un tema muy sensible.
Recuerdo mi primera cita con el psiquiatra. Estaba nerviosa, como si estuviera entrando en un lugar donde no pertenecía.
Le conté lo que sentía y cómo intenté lidiarla. Su respuesta fue clara y directa:
“Tu cerebro está agotado, y hay herramientas que pueden ayudarte. Esto no es un fracaso; es un paso hacia tu bienestar”.
Y aunque salí aliviada de ese consultorio sabiendo que podría sanar, salí de esa cita con más que una receta, también con con un mar de dudas. ¿Qué diría mi familia? ¿Qué pensarían mis amigos si se enteraban? Pero, sobre todo, ¿qué pensaría Dios de mí? ¿Soy una cristiana inestable?
Medicinas y fe: Un camino de aprendizaje
Empezar el tratamiento fue una mezcla de esperanza y temor. Los primeros días no fueron fáciles. Las medicinas tardaron un tiempo en hacer efecto, y al principio me preguntaba si realmente valía la pena.
Sin embargo, poco a poco, comencé a notar cambios. Mi mente, que antes parecía envuelta en una niebla densa, empezó a aclararse. Podía pensar con más claridad, concentrarme en mis tareas y, lo más importante, sentir un poco de paz.
Fue entonces cuando mi relación con el evangelio cambió. Orar dejó de ser un acto desesperado y se convirtió en una conexión genuina. Las Escrituras, que antes parecían palabras vacías, cobraron vida. Un día, mientras leía Doctrina y Convenios 42:43, sentí una gran tranquilidad:
“Y los que de entre vosotros estén enfermos, y no tengan fe para ser sanados, pero creyeren, serán nutridos con toda ternura, con hierbas y alimento sencillo, y esto no por mano de un enemigo”.
Me di cuenta de que la salud mental no es diferente de la física. Ambas necesitan cuidado, y ambas pueden recibir el toque sanador de Dios, ya sea mediante una bendición, un tratamiento médico o ambas.
Un camino hacia adelante
Hoy, sigo en mi proceso de sanación. No es un camino recto ni rápido, pero estoy aprendiendo a ser paciente conmigo misma.
Sé que mi testimonio y mi fe no son menos valiosos porque necesito ayuda médica. Al contrario, siento que son más fuertes, porque reconozco que no puedo hacerlo sola y busco apoyo en las formas que Dios ha dispuesto.
Siempre recuerdo el consejo de la hermana Reyna I. Aburto, ex segunda consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro:
“Como otras partes del cuerpo, el cerebro está sujeto a enfermedades, traumas y desequilibrios químicos. Si nuestra mente padece, es apropiado que procuremos ayuda de Dios, de las personas que nos rodean y de profesionales médicos o de la salud mental”.
A quienes están pasando por algo similar, les quiero decir: no tengan miedo de buscar ayuda. Hablar con un psicólogo, visitar a un psiquiatra o tomar medicamentos no los hace menos dignos ni menos valiosos. Nuestro Padre Celestial quiere que vivamos con gozo, y a veces ese gozo llega a través de caminos inesperados.
Si estás luchando, recuerda que siempre hay esperanza. La luz al final del túnel existe, y con fe, amor propio y las herramientas adecuadas, podemos llegar a ella.
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@masfe.org Tranquilo, mi bro. No vale la pena revivir lo que te lastimó. Cambia de página para tener un mejor futuro. Cuentas conmigo 🥺❤️🩹 #consejo #animo #calma #reflexion #consejodeamigo #llamada #cristianos #masfe #sud ♬ sonido original – Masfe.org