Pregunta
Mi hijo y su esposa actualmente nos dejaron de hablar, lo cual va en contra del mensaje del Presidente Russell M. Nelson dado en la conferencia general del 2023, donde nos invitó a no hacer eso.
Además, deshonra a su madre y a mí, su padre, y lo hace de manera abierta y constante. Él asiste a mi barrio y si recibe un llamamiento, ¿debería sostenerlo sabiendo que no es digno?
Respuesta
Lamento que estés atravesando por una situación difícil con tu hijo y esposa. Me preguntas si deberías sostener a tu hijo si recibe un llamamiento en la Iglesia porque sabes que no es digno.
La palabra “si” nos dice que esto no ha sucedido. ¿Por qué te enfocas en un problema que no existe?, ¿acaso no sería mejor abordar el que existe?
Dicho esto, estas son algunas de mis observaciones:
- Si una persona que está teniendo dificultades con un pecado no es digna de recibir un llamamiento, entonces ninguno de nosotros lo sería.
- ¿Estás seguro de que está dentro de tu mayordomía decidir si tu hijo es digno de un llamamiento? Eso depende del obispo de tu barrio.
- Si llega el día en que sientes que no puedes sostener a tu hijo, te sugiero que te abstengas de sostenerlo u oponerte y, en su lugar, programes una cita para hablar con el obispo. Dar un voto en contra públicamente en contra de tu hijo de seguro dañará más tu relación con él.
- Para evitar un problema potencial, trabaja inmediatamente, desde ahora, para resolver el problema actual.
Creo que esta fricción entre ambos es el problema más importante, así que en ello enfocaré el resto de mi respuesta.
Cuando hablas del discurso, supongo que te estás refiriendo a esta parte:
“La ira nunca persuade, la hostilidad no edifica a nadie, la contención nunca lleva a soluciones inspiradas. Desgraciadamente, en ocasiones vemos comportamientos contenciosos incluso en nuestras propias filas.
Oímos hablar de personas que denigran a sus cónyuges e hijos, de aquellas que usan los arrebatos de ira para controlar a los demás y de aquellas que castigan a los miembros de su familia dejando de dirigirles la palabra. Oímos hablar de jóvenes y niños que acosan a otros y de empleados que difaman a sus colegas”.
Este tipo de actitudes son inadecuadas, pero no importa qué las haya provocado o quien tenga la culpa, estas son preguntas que el mundo hace. En ese mismo mensaje, el presidente Nelson explica la manera que el Señor ve y resuelve la situación:
“Ahora bien, no estoy hablando de ‘la paz a cualquier precio’; me refiero a tratar a los demás de maneras que sean consecuentes con guardar el convenio que hacen al participar de la Santa Cena. Ustedes hacen el convenio de recordar siempre al Salvador.
En situaciones muy tensas y llenas de contención, los invito a que recuerden a Jesucristo. Oren para tener el valor y la sabiduría para decir o hacer lo que Él diría o haría. A medida que sigamos al Príncipe de paz, nos convertiremos en Sus pacificadores”.
No tienes que ser el “culpable” para tratar de hacer las paces. Puedes perdonar antes que busques una disculpas. El presidente Nelson continúa:
“Si se toman en serio el ayudar a recoger a Israel y edificar relaciones que perduren por todas las eternidades, ahora es el momento de dejar de lado el rencor. Ahora es el momento de dejar de insistir en que las cosas se hagan a su manera y de ninguna otra.
Ahora es el momento de dejar de hacer cosas que llevan a los demás a tener mucho cuidado por miedo a que ustedes se molesten. Ahora es el momento de que entierren sus armas de guerra. Si su arsenal verbal está repleto de insultos y acusaciones, ahora es el momento de deshacerse de él. Y se levantarán como un hombre o una mujer de Cristo espiritualmente fuerte.
El templo puede ayudarnos en nuestro objetivo. Allí somos investidos con el poder de Dios, que nos da la capacidad de vencer a Satanás, el incitador de toda contención. ¡Expúlsenlo de sus relaciones!
Fíjense en que también reprendemos al adversario cada vez que resolvemos un malentendido o nos negamos a ofendernos. Por el contrario, podemos mostrar la tierna misericordia que es característica de los verdaderos discípulos de Jesucristo. Los pacificadores frustran al adversario”.
Puedes negarte a ofenderte. Puedes comenzar a sanar lo que haya causado la ruptura en tu relación. Tu hijo no tiene que hablar contigo para escuchar que digas algo como:
“Hijo, me entristece esta brecha entre nosotros. Lamento que mis acciones te hayan causado dolor, ¿podrías ayudarme a entender qué hice para ofenderte y que podamos comenzar a sanar?”
No importa si tu intención era ofender a tu hijo, no importa si estabas “en lo correcto” y él no, algo lo llevó a su decisión y la mejor opción es lamentar lo que sea que fue y buscar resolver la situación.
Me encanta este pasaje de Lucas 6: 27-38. Te invito a estudiarlo y dejar que te inspire a tomar la iniciativa en esta situación: sé generoso, misericordioso, perdonador, humilde y lleno del amor puro de Cristo mientras haces lo que esperas que tu hijo luego haga contigo.
“Pero a vosotros, los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.
Y al que te golpee en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. Y a cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo reclames.
Y así como queréis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores aman a los que los aman.
Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?, porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien y prestad, no esperando de ello nada; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y los malos.
Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante se os dará en vuestro regazo, porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir”. (Lucas 6:27-38)
Ese último versículo es uno de mis favoritos de todos los tiempos:
“Sed, pues misericordioso para los demás, y tu Señor algún día te den lo mismo, y tu Señor algún día te den lo mismo”.
Sé que no es fácil, pero aleja tu orgullo y busca arreglar lo que está mal. Estudia el discurso del presidente Nelson, incluso las notas de pie y ora intensamente para que el Espíritu te guíe.
Si es posible, comienza la conversación con tu hijo en privado con una oración, pidiendo perdón y sanación. Con la ayuda del Señor, tu hijo y su esposa seguirán tu ejemplo, pidiendo y extendiendo perdón.
Que tú y tu familia elijan recibir la bendición del presidente Nelson de ese mismo discurso:
“Los bendigo para que reemplacen la agresividad por ruegos, la hostilidad por comprensión y la contención por paz”.
Fuente: Ask Gramps