Viernes 13: Lo que realmente debemos creer sobre la mala suerte

De todos los signos de mala suerte, como romper espejos, caminar bajo las escaleras, los gatos negros y salir de casa en este día, el número 13 probablemente sea el más universal. 

De manera notable, el temor al número 13 es tan común que no es raro que los edificios altos se “pasen” del piso 12 al 14.

Pero, ¿de dónde viene esta fobia al número 13? 

La historia revela varios eventos desafortunados, incluidos al menos uno significativo para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y que ocurrieron el día 13 de sus respectivos meses.

Un evento negativo sigue a otro, dando lugar a lo que muchos llaman una “racha” de mala suerte. Imagen: Canva

Por ejemplo, cuando Jesús y Sus apóstoles celebraron la Pascua antes de Su crucifixión, eran 13 en total.

El primero en salir del encuentro, reduciendo el grupo a 12, fue Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús y desencadenó los eventos que llevaron a Su muerte el viernes siguiente.

Esto creó una conexión entre el número 13 y el viernes, que, junto con algunos otros eventos históricos similares, dio origen al día más desafortunado de todos: el viernes 13.

Viviendo en un mundo caído lleno de enfermedades, desastres naturales y personas imperfectas, la mayoría de nosotros podría fácilmente decir que hemos tenido algunos días de mala suerte. 

Esta lógica nos obliga a sacrificar una de las doctrinas más centrales de la Iglesia: el albedrío. Imagen: Canva

Son esos momentos en los que parece que las estrellas se alinean en nuestra contra y nada sale como pensamos. Un evento negativo sigue a otro, dando lugar a lo que muchos llaman una “racha” de mala suerte.

Podrías decir que lo contrario también es cierto, algunas personas parecen estar predestinadas a experimentar una serie de eventos favorables tan coincidentes que solo podemos asumir que han sido bendecidas con una extraordinaria buena suerte.

Sin embargo, esta lógica nos obliga a sacrificar una de las doctrinas más centrales de la Iglesia: el albedrío. 

Según una búsqueda en Google, la suerte se refiere a un “encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”. Una definición alternativa la describe como “circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adversa a alguien”.

Sabemos que nuestro destino final está en nuestras manos. Imagen: Canva

La existencia de tal fuerza entra en conflicto con la verdad revelada. En 2 Nefi 2:26, Lehi enseñó a su hijo, Jacob, que “por cuanto [son] redimidos de la caída, [son] libres para siempre… para actuar por [sí mismos] y no para que se actúe sobre [ellos]”.

Aunque no podemos controlar todos los eventos que nos suceden a diario, positivos o negativos, sabemos que nuestro destino final está en nuestras manos.

Al aceptar la responsabilidad de nuestras acciones y sus consecuencias inevitables, nos empodera para hacer cambios que tendrán un resultado favorable, en esta vida y en la próxima.

Otro principio que entra en juego aquí es el Plan de Salvación. Este es el plan presentado por Dios a todos Sus hijos en la existencia preterrenal, a través del cual podíamos elegir vivir como mortales en un mundo caído, hacer convenios, arrepentirnos y, eventualmente, regresar a vivir con Él.

Aunque Dios no busca infligir experiencias dolorosas, permite que suframos las consecuencias naturales. Imagen: Canva

Como parte de este plan, aceptamos que nuestra experiencia aquí vendría con desafíos.

Diseñada para moldearnos y refinarnos, esta existencia no podría cumplir su propósito si nunca sufriéramos fracasos, contratiempos, errores o tristezas.

Aunque Dios no busca infligir experiencias dolorosas, permite que suframos las consecuencias naturales de nuestra condición actual para que aprendamos a volvernos hacia Él. 

Por lo tanto, todo lo que nos sucede, desde lo “afortunado” hasta lo “desafortunado”, es en última instancia una serie de altibajos en el camino de regreso a nuestro hogar celestial.

Al ejercer nuestro albedrío, decidimos cómo respondemos a la adversidad. Imagen: Canva

En su discurso titulado “Todas las cosas para nuestro bien”, el élder Gerrit W. Gong, del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió una parábola tradicional china sobre un hombre cuyo hijo encuentra un hermoso caballo:

“¡Qué afortunado!”, dicen los vecinos.

 

“Ya veremos”, dice el hombre.

 

El hijo se cae del caballo y sufre daños permanentes.

 

“¡Qué desafortunado!”, dicen los vecinos.

 

“Ya veremos”, dice el hombre.

 

Llega un ejército reclutando personas, pero no se lleva al hijo lesionado.

 

“¡Qué afortunado!”, dicen los vecinos.

 

“Ya veremos”, dice el hombre.

El título del discurso del élder Gong proviene de Doctrina y Convenios 122:7, donde el Señor le dijo a José Smith durante sus mayores pruebas: “todas estas cosas te servirán de experiencia y serán para tu bien”.

En lugar de permitir que las dificultades nos derroten, podemos utilizarlas como peldaños hacia nuestra meta final. Imagen: Canva

Cuando enfrentemos lo que parece una racha de mala suerte, recordemos que cada prueba nos ofrece la oportunidad de desarrollar fe, paciencia y resiliencia. 

Al ejercer nuestro albedrío, decidimos cómo respondemos a la adversidad.

En lugar de permitir que las dificultades nos derroten, podemos utilizarlas como peldaños hacia nuestra meta final: regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial. El élder Gerrit W. Gong expresó: 

“Jesucristo comprende de manera profunda cada uno de nuestros dolores, aflicciones, enfermedades, penas y sufrimientos por la separación. En esta vida y en la eternidad, Su triunfo sobre la muerte y el infierno puede enmendar todas las cosas”.

Así que este viernes 13, sigue adelante. Imagen: Canva

Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, creemos en la mano de Dios guiando nuestras vidas y sabemos que todo lo que experimentamos tiene un propósito divino, aunque no siempre sea evidente de inmediato. 

Así que este viernes 13, sigue adelante, pisa todas las grietas, camina bajo una escalera y acaricia un gato negro.

A través de la gracia expiatoria de nuestro Salvador, podemos transformar la “mala suerte” de la vida en peldaños hacia el crecimiento eterno.

Imagen de portada: Daniil Dubov, Getty Images

Fuente: LDS Daily

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