¿Cómo crees que se sienten las autoridades generales cada vez que se ponen de pie para ofrecer su discurso a más de 16 millones de personas en el mundo?
Antes de responder esa pregunta tienes que saber lo siguiente:
Los oradores de la Conferencia General no se les asigna un tema sobre el que deben hablar. En 2011, el élder Jeffrey R. Holland describió el proceso y dijo:
“Con la rara excepción, a ningún hombre o mujer que hable aquí se le asigna un tema. Cada uno ayuna y ora, estudia y busca su tema según lo que el Señor desea que el orador hable, independientemente de sus deseos personales o preferencias privadas. Cada hombre y mujer que ha escuchado durante las últimas 10 horas de la conferencia general ha tratado de ser fiel a esa sugerencia. Cada uno ha llorado, se preocupado y buscado sinceramente por recibir la dirección del Señor para guiar sus pensamientos y expresiones”.
Ahora que sabemos que este orador ha llevado una importante y significativa preparación, ¿qué sucede una vez que ellos llegan al púlpito?
La hermana Bonnie L. Oscarson, ex presidenta general de las Mujeres Jóvenes, una vez describió la ansiedad y los nervios de hablar con millones de Santos de los Últimos Días en todo el mundo. Ella explicó:
“El reloj llega a ese punto y el pequeño cartel sigue diciendo que es tu tiempo y entonces caminas hacia el púlpito y algo milagroso sucede cuando subes a ese púlpito”, dijo. “Hay algo que te rodea cuando te paras y te sientes tranquilo, sientes paz y sabes que no estás solo”.
Algo similar explica la hermana Becky Craven, segunda consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes, recientemente habló de esta misma paz en Facebook y describió la fuente de ese consuelo:
“¡Nunca en mis sueños MÁS REMOTOS imaginé estar en este podio de nueces y dar una charla en la conferencia general!
¿Qué sucedió cuando llegó esta oportunidad inesperada? Bueno, me acerqué nerviosamente al podio e inmediatamente sentí una ola de paz. Fue como si hubiera caminado por las puertas del templo. A lo largo de mi charla floté en las alas de cada oración que había sido ofrecida.
Durante años, mi familia ha orado por los oradores de la conferencia general, y AHORA sé por experiencia personal que esas oraciones son importantes.”
Después de saber qué los oradores de la Conferencia General necesitan de nuestras oraciones, ¿te unirías conmigo a orar por cada uno de los discursantes de las 5 sesiones este sábado y domingo?