La conferencia general nos brinda una gran oportunidad para poder invitar a nuestros amigos y conocidos a escuchar la voz de un profeta y la palabra de Dios.
Es una oportunidad especial para que otros aprendan más sobre nosotros, pero lo más importante, que sientan que el Espíritu testifica esa verdad en sus corazones.
Para el élder Bodine, un joven misionero, la invitación que le hizo a un narcotraficante para ver la conferencia general se convertiría en el milagro que cambiaría la vida de ese hombre para siempre.
Mientras le enseñaban a un grupo de personas en una calle de México, un narcotraficante llamado Christian se acercó al élder Bodine y su compañero.
El hombre, que normalmente odiaba a los élderes, los escuchó y, contra todo pronóstico, en verdad parecía interesado en lo que los misioneros estaban diciendo.
De la experiencia, el élder Bodine compartió:
“Pensé que se había acercado como un tipo de desafío para él… pero no fue así, él se quedó. Llegamos al punto en el que le hablábamos sobre la vida después de la muerte o el mundo de los espíritus”.
Christian respondió, según lo compartió el élder Bodine:
“¿Quieren decirme que ustedes saben a dónde vamos después de esta vida?”
Con toda la confianza que pudo reunir, el élder Bodine respondió que sí y declaró la verdad que sabía. Los misioneros luego invitaron a Christian a obtener respuestas por sí mismo al ver la conferencia general el domingo que venía en la capilla.
El día de la conferencia general llegó y élder Bodine se llevó una sorpresa:
“Nunca olvidaré… Cuando volteé a mirar la puerta de la capilla y vi que ahí estaba Christian”.
En un momento dado entre las sesiones de la conferencia, el élder Bodine fue a ver cómo estaba Christian.
“Entré y miré por la capilla, ya estaba casi vacía para ese momento, pero él seguía sentado allí. Tenía la cabeza gacha y recuerdo que me volví hacia mi compañero y le dije: ‘Oh no, estuvo dormido todo este tiempo’”.
Pero el élder Bodine descubriría la verdad más tarde ese día.
Una vez que terminó la sesión de la conferencia, Christian fue una de las últimas personas en salir. Él se acercó a los misioneros y, lleno de emoción, les dijo:
“¿Qué fue lo que acabo de ver? ¿Quiénes son esos hombres que hablaron con tal energía, con un poder que nunca he sentido en toda mi vida? ¿Qué clase de música estaba escuchando? Sentí como si los ángeles estuvieran cantando… ¿Por qué estas personas son tan felices?”
El élder Bodine pudo decir que Christian estaba conmovido por lo que había presenciado; sus ojos parecían estar hinchados debido a las lágrimas derramadas.
Los misioneros dieron testimonio de las verdades que acaban de escuchar, le dieron un Libro de Mormón y concertaron una cita para reunirse al día siguiente.
Christian leyó el libro hasta llegar a Alma antes de la cita y se llenó de convicción por la veracidad del libro.
“La mejor parte de eso fue que en esa lección él nos testificó que era verdad”, compartió Bodine.
Desde ese día, Christian demostró que quería ser más como Cristo y pronto fue bautizado como miembro de la Iglesia.
El élder Bodine y su compañeron nunca olvidarán lo que dijo:
“He leído lo suficiente como para saber que este libro es verdadero, y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para cambiar”.
Fuente: LdsLiving