“Porque si nunca tuviesen lo amargo, no podrían conocer lo dulce” (Doctrina y Convenios 29: 39).
Recientemente, estacioné mi auto en una calle junto a un templo de la Iglesia de Jesucristo y lloré contra el volante. Miré hacia el edificio sagrado, que brillaba en medio de la oscuridad de la noche, y derramé mi corazón ante Dios.
Llevaba el peso de un amor no correspondido y me sentía tonta y avergonzada.
Durante más de un año le pedí al Señor que me ayudara a comprender una relación que fue importante en mi vida. Le pedí a Dios que me ayudara a saber cómo abordarla con gracia y esperanza.
Al final, al sentirme confundida y decepcionada, comencé a pedirle a Dios que me quitara estos sentimientos. A pesar de mis mejores esfuerzos, persistió en mí el fuerte deseo de amar y demostrar ese amor.
Me sentía avergonzada por no poder dominar mis sentimientos. Como alguien que siempre ha estado soltera, pensé que debía hacer un mejor intento – Ay, el corazón, como siempre, quiere lo que quiere.
Esa noche, entre lágrimas, traté de volver mi corazón a Cristo y aprendí una lección importante.
Me imaginé colocando mi amor y mis sentimientos por este hombre en un altar delante de Cristo. Intenté ofrecérselos. Quería Su ayuda y Su poder.
Mientras reflexionaba sobre esa imagen, otra se formó en mi mente: era la de un Padre Celestial amoroso haciendo lo mismo, excepto que lo que colocó en el altar fue a Su Hijo.
Recordé que el Padre Celestial sentía un inmenso amor por Sus hijos. Él expresó este amor al dar como ofrenda a Su Amado Hijo, Jesucristo.
En un momento lleno de claridad espiritual, reconocí con qué frecuencia rechazamos, ignoramos y subestimamos Su amor.
Rechazado, ignorado, subestimado.
“¿Es así como te sientes?”, pregunté. “¿Cómo lo soportas?”
Mi oración comenzó a cambiar. Me arrepentí por la frecuencia con la que subestimo a mi Salvador y rechazo el amor que Él ofrece de diferentes maneras.
Me asombró la forma tenaz con la que Cristo continúa dispuesto a abrazarme y amarme.
“No quiero ser menos”, le dije a Dios. “Quiero ser más”.
Quiero ser más como Jesucristo. Deseo estar llena de amor y ser capaz de soportar el rechazo del mismo. Anhelo tener un corazón tierno y humilde para quienes me rodean.
Todavía hay límites que debo establecer, lecciones que aprender y amor que dejar ir.
Los sentimientos que me invadieron no eran Dios diciéndome que siga permitiendo que mis sentimientos se desenfrenaran y superaran la realidad de la situación.
En realidad, el Señor me dio el deseo de estar presente, llena de gratitud y ser receptiva a todas las experiencias de mi vida, incluso si fueron dolorosas o no terminaron como yo esperaba.
En las Escrituras, se nos habla una y otra vez del sacrificio de un corazón quebrantado. Eso mismo experimentaron nuestros Padres Celestiales al ofrecer a Su precioso Hijo.
Aprendí que, aunque mis sentimientos no correspondidos me parecían insoportables, eran señal de un deseo justo, una esperanza tenaz y caridad.
Dios me mostró que no debería tratar de deshacerme de lo que hace hermoso mi corazón, sino más bien santificar mis sentimientos y experiencias con Él.
En última instancia, espero poder tener un corazón más fuerte para recordar los sacrificios del Señor y aceptar Su abundante amor. Asimismo, recordar siempre que Él nunca me rechazará. Espero que, a través de Él, pueda ser más.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Aleah Ingram y fue publicado en LDS Daily con el título “What My Heartbreaking Crush Is Teaching Me About God’s Tenacious Love”.
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@masfe.org Este mensaje es para ti que tienes el corazón roto: Dios usará esta experiencia para tu fortaleza y para fortalecer a aquellos que están pasando por lo mismo. No te desanimes, hay esperanza 🥹❤️🩹 #corazonroto #amor #decepcion #cristianos ♬ sonido original – Masfe.org