A casi un siglo de que el élder Melvin J. Ballard ofreciera una oración dedicatoria en Sudamérica para predicar el evangelio, los Santos de los Últimos Días en Uruguay reflexionan sobre el legado de fe que impulsó el crecimiento de la Iglesia de Jesucristo en el país.
Hoy, Uruguay cuenta con casi 110,000 miembros distribuidos en 130 congregaciones, dos misiones y un templo en funcionamiento en Montevideo, con otro anunciado recientemente en Rivera. Detrás de estas cifras hay décadas de perseverancia, servicio y amor al evangelio.
Un legado que se hereda

Laura Pujado es una de las muchas uruguayas que ha continuado el ejemplo de fe que dejaron sus antecesores.
Su madre y su tía se unieron a la Iglesia en 1950, cuando todavía no había líderes formales en el país.
“Antes de ser bautizada, mi madre ya ayudaba en la Primaria. Heredamos ese sentido de responsabilidad; había que hacer algo”.
Su padre, Carlos Pujado, se bautizó en 1958 y fue uno de los primeros misioneros uruguayos. Laura continúa hoy sirviendo, tal como lo hizo su madre.
“Uno siente que hereda esa fe”.

En los primeros años, los miembros recorrían largas distancias en ómnibus para reunirse y fortalecer unos a otros.
Lo mismo recuerda Víctor Gerardo Solari, cuyo padre fue el primer miembro bautizado en Colonia, Suiza en 1959. “Era un milagro”, comenta sobre el crecimiento que ha presenciado.
Cuando Solari era niño, solo había 12 templos en el mundo, ninguno cerca.
Hoy, Sudamérica cuenta con 30 templos dedicados, nueve en construcción y más de veinte en planificación. “El futuro es vibrante”, asegura. Ha enseñado a jóvenes en seminario e instituto y confía en que ellos liderarán el futuro de la Iglesia en Uruguay.
El poder de la perseverancia familiar

Rosario Guarteche también ha visto el impacto del evangelio en su vida familiar. Su madre y varios hermanos se bautizaron en 1965, y su padre en 1968.
“Mis padres sirvieron como misioneros en el templo de Buenos Aires. Ahora sobrina, sobrinos y hasta sobrinos, nietos están sirviendo misiones”.
Aunque ya ha perdido a sus padres y tres hermanos, Rosario declara con convicción:
“Sé que las familias son eternas. El Señor nos ama”.

El historiador Néstor Curbelo se bautizó en 1969. Fue testigo de cómo el templo de São Paulo, dedicado en 1978, marcó un antes y un después.
“Muchos miembros hicieron grandes sacrificios para ir. El templo era la bendición esperada”.
Curbelo subraya cómo la profecía del élder Ballard, que auguraba un crecimiento lento pero firme del evangelio en Sudamérica, se ha cumplido con precisión.
“He visto cómo la Iglesia pasó de unos pocos miembros a miles”.
Hoy, los Santos en Uruguay honran ese legado de fe con un espíritu de unidad, servicio y esperanza. Como dice Rosario:
“Somos un pueblo pacífico que sigue al Señor”.
Fuente: Church News