¿Por la eternidad? Cómo afecta el suicidio a un sellamiento en el templo

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¿Todavía habrá esperanza?

Perder a un ser querido genera un dolor incalculable e inevitable; sin embargo, una de las mayores promesas que tenemos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es que podemos reencontrarnos con quienes han partido de esta vida.

Ya que, a diferencia de los matrimonios que solo duran “hasta que la muerte los separe”, los sellamientos en el templo aseguran que ninguna circunstancia, incluida la muerte, puede separar a los seres amados. 

pareja casándose en el templo

Gracias a las ordenanzas en el templo, el sepulcro no tiene victoria. Imagen: Midjourney

Ahora bien, esta promesa se halla condicionada a la fidelidad hacia sus compromisos sagrados. Razón por la cual, cuando se aborda el suicidio como una de las causas de la separación física, surgen muchas preguntas respecto a la vigencia de los sellamientos y su carácter eterno.

Así que, para entender este sensible y complejo tema, debemos comprender primero lo que ha pronunciado la Iglesia respecto al suicidio.

Los trastornos mentales son reales

Se nos insta a buscar ayuda profesional. Imagen: Canva

Específicamente sobre el suicidio, en la sección “Temas y preguntas” de la página oficial de la Iglesia de Jesucristo, leemos:

“La mayoría de las personas que han pensado en suicidarse no desean morir; simplemente quieren encontrar alivio del dolor físico, mental, emocional o espiritual que están sufriendo. 

 

Cuando alguien muere por suicidio, solo Dios puede juzgar sus pensamientos, sus acciones y su nivel de responsabilidad”.

En ese sentido, los Santos de los Últimos Días rechazamos la creencia del suicidio como un acto cobarde; por el contrario, invitamos a abordarla con empatía, pero también con la responsabilidad que implica, debido a que muchas veces está fuertemente conectada con afecciones en la salud mental.

Al respecto, la hermana Reyna Aburto, quien fue consejera en la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, explicó:

“Como otras partes del cuerpo, el cerebro está sujeto a enfermedades, traumas y desequilibrios químicos. Si nuestra mente padece, es apropiado que procuremos ayuda de Dios, de las personas que nos rodean y de profesionales médicos o de la salud mental”.

Lejos de invisibilizar o desestimar la importancia de la salud mental, los líderes de la Iglesia han enfatizado la necesidad de buscar ayuda tal como lo haríamos con otra enfermedad, así lo declaró el presidente Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles:

“Si tuvieran apendicitis, Dios esperaría que pidieran una bendición del sacerdocio y que obtuvieran la mejor atención médica disponible; lo mismo se aplica a los trastornos emocionales”.

Cultura de amor, apoyo y comprensión

suicidio

Las Escrituras nos enseñan a “llorar con los que lloran”. Imagen: Canva

De esta forma, al entender que el suicidio está fuertemente conectado con trastornos mentales y emocionales tan reales como cualquier otra enfermedad mortal, el élder M. Russell Ballard, quien fue miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“Es obvio que no conocemos todas las circunstancias que hay detrás de cada suicidio; únicamente el Señor las sabe y Él es quien juzgará todas nuestras acciones aquí en la Tierra.

 

Cuando llegue ese día de juicio, tendrá todas las cosas en cuenta: nuestra composición química y genética, nuestro estado mental, nuestra capacidad intelectual, las enseñanzas que hayamos recibido, las costumbres de nuestros padres, nuestra salud, etc.”

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Los profesionales de la salud mental pueden ayudarnos. Imagen: iStock

Por lo tanto, al desconocer el padecimiento de aquella persona y el contexto detrás de su acción, cuando uno de los cónyuges se suicida, el sellamiento eterno permanece intacto

Según las enseñanzas de la Iglesia, el cónyuge sobreviviente puede solicitar orientación a las autoridades de la Iglesia con respecto a su estado de sellamiento. Esta política refleja una profunda comprensión de las complejidades que rodean la salud mental y los desafíos que pueden conducir a desenlaces trágicos como el suicidio.

Además, la Iglesia no tiene una política específica que prohíba la obra del templo a las personas que se han suicidado; por el contrario, se anima a las familias a realizar ordenanzas vicarias por sus seres queridos fallecidos como parte del proceso de sanación. 

Al fomentar una cultura de amor, apoyo y comprensión, tal como nos enseñó el Salvador, la Iglesia pretende aliviar el estigma que rodea a los problemas de salud mental y brindar un espacio seguro para procesar el dolor.

Informarse, conversar y visibilizar

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El Salvador ve nuestro corazón. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Por lo tanto, la Iglesia de Jesucristo ofrece diversos recursos para las personas afectadas por el suicidio, incluidos servicios de asesoramiento y grupos de apoyo, además del sitio web “Prevención del suicidio y ministración”, el cual ofrece información valiosa para las personas que luchan con pensamientos suicidas y para las personas afectadas por la pérdida de un ser querido por suicidio. 

Así, lejos de especular, restar importancia al asunto, invisibilizarlo o, inclusive, emitir juicios en base a estereotipos y desconocimiento, se nos insta a informarnos, hablar con seriedad al respecto y seguir el ejemplo de nuestro Redentor Jesucristo, como exhortó la hermana Aburto:

“Sigamos la senda del Salvador; mostremos más compasión y dejemos de juzgar y de ser los inspectores de la espiritualidad de los demás. Una de las mayores dádivas que podemos ofrecer es escuchar con amor, y podemos ayudar a llevar y disipar las cargadas nubes que asfixian a nuestros seres queridos y amigos”.

Aunque los sellamientos se efectúan en la Tierra, alcanzan los cielos. Y si bien el hombre, en su carácter carnal, puede emitir muchos juicios morales al respecto, recordemos que la sabiduría y misericordia de nuestro Amado Padre es la que decide:

“Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:7).

Fuente: Ask Gramps

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