Maria vivía en el estado de Goiás, Brasil y conoció La Iglesia de Jesucristo a través de un familiar miembro que vivía en el Distrito Federal. Siempre que surgía la oportunidad, visitaba o participaba en actividades.
Unos años después, el 22 de abril de 1990, después de reunirse y conversar con los misioneros, Maria tomó la decisión de bautizarse.
Vaner
Maria estudiaba por las noches y uno de sus compañeros de clase siempre la invitaba a salir; sin embargo, ella tenía una gran determinación por lo que siempre lo rechazaba.
En una ocasión, explicó que, por ser miembro de la Iglesia de Jesucristo, no tenía interés en salir con jóvenes que no fueran Santos de los Últimos Días por temor a que ellos no comprendieran los principios que había elegido vivir.
El joven que había rechazado, muy decidido en conocer a Maria, dijo que conocería su Iglesia. Vaner habló con los misioneros, aceptó recibir las charlas y, finalmente, decidió seguir el ejemplo de Cristo y bautizarse.
El 12 de junio de 1992, Maria y Vaner se casaron y permanecieron firmes en el evangelio de Jesucristo. El 13 de agosto de 2002, la familia se selló en el Templo de São Paulo, Brasil.
Formaron una hermosa familia con tres hijos, Thiago, Aline y Túlio, actualmente con 27, 26 y 24 años. Todos sirvieron como misioneros de tiempo completo: Thiago sirvió en la Misión Brasil Juiz de Fora, Minas Gerais; Aline en la Misión Inglaterra Manchester, y Túlio sirvió en la Misión Brasil Santos.
Marcelo
Alrededor de la misma época en que Vaner y Maria se conocieron, en julio de 1991, en Río de Janeiro, Marcelo dejaba su hogar para servir una misión de tiempo completo en la Misión Brasil Brasília.
En su primera área, a Marcelo se le asignó servir en el Barrio Bandeirantes en Brasília, y fue allí donde conoció a Vaner y le enseñó acerca de la doctrina de la restauración, los principios del evangelio de Jesucristo hasta que finalmente lo bautizó.
Esa fue la última semana que Marcelo estuvo en el área donde Vaner vivía, luego fue transferido y nunca más se volvieron a ver.
Marcelo regresó a casa, a Río de Janeiro, en agosto de 1993 y siguió firme en el evangelio de Jesucristo, donde crió a su hijo, Jonathan, y formó una familia.
Siempre recordaba a Vaner y lo buscaba en las redes sociales, pero nunca logró encontrarlo.
El reencuentro
Después de más de 20 años del bautismo de Vaner, las familias se reencontraron en el Templo de Campinas, cuando Aline se preparaba para servir una misión.
No obstante, tuvieron que pasar algunos años más para que esas dos familias se encontraran nuevamente.
En 2020, Aline sugirió que toda la familia hiciera un viaje para conocer Río de Janeiro, pero se pospuso debido a la pandemia. Cuando lograron reprogramarlo, solo Maria, Vaner y Aline pudieron viajar.
Al llegar a Río, Vaner se puso en contacto con Marcelo, a quien no veía desde hacía mucho tiempo, y acordaron encontrarse.
En sus planes, Marcelo pensaba ir solo con su esposa, pero no podía quitarse de la cabeza que debía invitar a su hijo a ese viaje.
Siguiendo esa impresión, Marcelo y Jonathan se reunieron con Vaner y su familia en el hotel y los llevaron a conocer algunos lugares de la ciudad.
Aline y Jonathan se conocieron ese día, comenzaron a hablar en las redes sociales y terminaron sellándose en el templo.
Los caminos del Señor
Marcelo siempre buscó seguir la voluntad del Señor a través de las impresiones que recibía por medio del Espíritu Santo. Compartió:
“Cada día que pasa, tenemos un testimonio más fuerte sobre la manera en que el Señor obra y actúa en nuestras vidas… mi mayor deseo es seguir sirviendo en el evangelio del Señor porque las bendiciones son reales y los milagros suceden… Jesucristo es nuestra Roca, nuestra Fortaleza, solo a través de Él podemos regresar a la presencia del Padre”.
Marcelo siempre buscó influir en su hijo para ayudarlo a tomar buenas decisiones. A través de sus enseñanzas, Jonathan se bautizó y decidió servir una misión.
Después de su regreso, Marcelo seguía buscando una manera de conectar con su hijo a través del evangelio y ayudarlo a permanecer en la senda del Señor.
Una de sus oraciones más sinceras tuvo lugar dos semanas antes del encuentro con Jonathan y Aline en Río de Janeiro. Marcelo cree que aquel día recibió la respuesta a sus oraciones.
No conocemos los caminos que el Padre Celestial prepara para nosotros, solo necesitamos seguir las impresiones que recibimos y fortalecer nuestra fe. De esta manera, Él guía nuestro camino, Aquel que conoce el ayer, hoy y siempre.
*Fuente de imagen deportada: Maisfe.org
Fuente: Maisfe