Cuando Alayna Efnor, presidenta de Mujeres Jóvenes en Mesa, Arizona, escuchó a su presidente de estaca decir: 

“Tenemos un tiempo limitado para marcar una diferencia en la vida de los jóvenes”.

Esas palabras la conmovieron profundamente. No podía dejar de pensarlo.

“¿Cómo puedo ayudarles a sentir el Espíritu? ¿Cómo puedo encender en ellos el deseo real de ir al templo y entender por qué es tan importante?”

Decidió lanzar un desafío: una competencia amistosa entre los jóvenes y las jóvenes, con el enfoque en las ordenanzas vicarias en el templo. El grupo que hiciera más bautismos en siete semanas ganaría una cena.

Pero lo que sucedió después fue mucho más que cuadros de puntuación y equipos. Fue una experiencia transformadora que cambió corazones, fortaleció testimonios y acercó un poco más el cielo a los jóvenes.

Aunque perdamos, ya ganamos

Créditos: Carrie K. Snider

Desde el primer día, los jóvenes se entusiasmaron. Aprendieron a usar FamilySearch, crearon sus cuentas y comenzaron a buscar nombres de sus propios antepasados, involucrando incluso a sus familias en el proceso. Pero pronto el objetivo fue mucho más profundo que simplemente sumar puntos.

“Al regresar del templo, escuchaba a las chicas decir: ‘Sé que ellos estuvieron allí hoy. Lo sentí.’”

El ambiente en sus hogares empezó a cambiar. Las actividades de los jóvenes adquirieron un nuevo significado. La emoción ya no era por ganar, sino por conectar con sus ancestros, sentir el Espíritu y descubrir el gozo de servir en el templo.

Créditos: Carrie K. Snider

Una joven muy tímida, que casi no hablaba en la Iglesia, comenzó a ir regularmente al templo. Más adelante, se animó a subir al púlpito para compartir su testimonio sobre cómo esta experiencia había cambiado su vida. 

“Aunque perdamos, ya ganamos.”

Durante esas siete semanas, el templo se volvió parte de sus vidas. Al principio, los grupos iban de tres a cinco veces por semana. Al final, algunos ya asistían a diario.

Se animaban entre sí. Enviaban mensajes a sus líderes para contar cuántos bautismos habían realizado. Además, investigaban sobre las personas cuyos nombres llevaban al templo: sus lugares de nacimiento, sus historias. 

“Ya no eran solo nombres. Los jóvenes sentían una verdadera conexión.”

Padre e hijo completan 1,000 nombres

Créditos: Carrie K. Snider

Uno de esos jóvenes, Ian Christiansen, estaba especialmente comprometido. “Siempre he creído que cuando uno dedica tiempo a las cosas espirituales —aunque al inicio no parezcan divertidas—, el Señor nos bendice.”

Un familiar le dio una idea: ¿y si él y su papá viajaban a un templo menos concurrido para poder hacer más bautismos en un solo viaje?

Se pusieron manos a la obra. Con la ayuda de varios familiares y de la herramienta Ordinances Ready, lograron reunir e imprimir 1,000 nombres. Con ese enorme paquete en mano, abordaron un avión rumbo a Billings, Montana.

“Era surrealista. Estábamos como niños, súper emocionados. No podíamos creer que realmente lo íbamos a hacer”.

Se coordinaron con el presidente del templo, el presidente Wilde, y le preguntaron si podrían hacer 300 nombres. “¿Nada más?”

Créditos: Carrie K. Snider

Fue entonces cuando Ian supo que completar los 1,000 nombres podría ser posible. De inmediato comenzaron con 100 bautismos consecutivos. Los obreros del templo estaban asombrados —y muy dispuestos a ayudarles. Después de un pequeño descanso, continuaron. Y siguieron. Al terminar el primer día, ya habían realizado 500 bautismos y confirmaciones.

“Me ardían un poco los ojos por el cloro. Pero por lo demás, estaba listo para seguir.”

Su papá insistió en efectuar personalmente cada bautismo. “Le dolía un poco el brazo de levantarlo mil veces. Y se quedó casi sin voz de repetir tantas veces la oración. Pero lo logramos.” El segundo día ajustaron su ritmo para avanzar mejor. La pila de nombres disminuía cada vez más.

“Al final, durante la última confirmación, mi papá y yo lloramos. Abrazábamos a todos, dábamos la mano, agradecíamos. Nos volvimos tan cercanos a los obreros que ya el segundo día conocían nuestras tallas de ropa y tenían listas mudas secas para que pudiéramos cambiarnos rápidamente entre bautismos y confirmaciones.”

Verdaderos ganadores

Cuando Ian regresó y compartió su experiencia, dejó impresionada a la hermana Efnor.

“Tuvimos varias charlas profundas. Le pregunté: ‘¿No se volvió solo una cuestión de números?’ Y él me respondió: ‘Al principio, tal vez. Pero constantemente me recordaba por qué estaba allí.’”

Aunque los jóvenes fueron declarados ganadores de la competencia, las jóvenes les prepararon la cena como premio. Y en un gesto de unidad, los chicos llegaron con flores y las invitaron a compartir la comida con ellos.

Los jóvenes quizá comenzaron por un desafío —completaron 3,226 nombres en siete semanas— pero terminaron con convicción. Habían cambiado. Sus corazones estaban más sensibles, sus testimonios más fuertes y su comprensión más profunda.

“Esta experiencia me ha enseñado mucho sobre la necesidad de las ordenanzas de salvación.”

Vinieron por el desafío. Se quedaron por el Espíritu.

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