Siempre que pienso en el Día de San Valentín, se me vienen a la mente chocolates, ositos de peluche y muchas rosas. Sin embargo, por supuesto todas estas cosas tienen más que ver con la idea comercial de esta festividad y nada que ver con la historia real de San Valentín.
San Valentín tuvo un propósito muy específico durante su vida y esa es la razón por la que tenemos esta festividad. ¿Cuál era ese propósito? No tiene que ver con rosas, ni chocolates, ni ositos de peluche.
El comienzo de la lucha por el amor
San Valentín fue un sacerdote romano durante el reinado del emperador Claudio II.
Claudio II no apoyaba a la iglesia ni ninguna de sus prácticas durante la época de su reinado e hizo un edicto que prohibía el matrimonio entre parejas jóvenes.
Esto se debía a que creía que los soldados solteros luchaban más fuerte que los soldados casados en las batallas porque los soldados casados tenían miedo de qué pasaría con sus esposas e hijos si morían.
Lo mencionado representó muchos problemas para la iglesia cristiana porque los sacerdotes sabían que el matrimonio entre un hombre y una mujer era sagrado, y no solo eso, ¡sino que el matrimonio debía fomentarse, no prohibirse!
Esta fue una prueba muy dura para muchos de los cristianos de la época. Especialmente, para los soldados que luchaban en la guerra, por lo que San Valentín decidió hacer algo al respecto.
Casar parejas en secreto
San Valentín pasó muchos años celebrando matrimonios entre parejas jóvenes en secreto hasta que finalmente fue capturado y encarcelado.
Al enterarse, Claudio II sentenció a muerte a San Valentín, el 14 de febrero alrededor del año 270 d.C., alegando desobediencia y rebeldía. Por este motivo, se conmemora todos los años el Día de San Valentín, un hombre que murió debido a su valentía y compromiso con el amor.
“El verdadero amor echa afuera el temor”
San Valentín sabía, incluso hace mil ochocientos años, por qué valía la pena luchar.
Es muy probable que haya tenido miedo de las consecuencias que vendrían si continuaba celebrando matrimonios en secreto. Sin embargo, sabía que la lucha por el amor y el matrimonio no era algo que estuviera dispuesto a perder.
La historia de San Valentín resuena con Moroni 8:16:
“He aquí, hablo con valentía, porque tengo autoridad de Dios; y no temo lo que el hombre haga, porque el amor perfecto desecha todo temor”.
En 1 Juan 4: 18 – 19, también leemos:
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor conlleva castigo, y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (Juan 4:18-19).
Con el tiempo, he llegado a comprender y amar más plenamente estas Escrituras. ¡Lo que dijo Moroni no podría haber sido más cierto! Amar a los demás es un paso audaz de nuestra parte, pero ese amor es lo único que realmente puede expulsar nuestros temores.
El Padre Celestial nos ama más en un instante de lo que jamás podríamos amar a nadie ni a nada en toda nuestra vida, y ese amor es lo que disipa el temor.
Amar a los demás requiere coraje. San Valentín lo sabía, nuestro Salvador Jesucristo lo sabe, nuestro Padre Celestial lo sabe y nosotros también. No temamos lo que el hombre pueda hacer, porque todo ese miedo se perfeccionará a través del amor (Moroni 8: 16).
El único propósito del Padre Celestial al enviarnos aquí fue que sintiéramos el gozo de ser amados y tener familias. Como dijo Juan:
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”.
Ese amor por nosotros se manifestó a través del sacrificio expiatorio de nuestro Salvador, Jesucristo.
Cuando nuestro Padre Celestial envió a Su Hijo para cargar con los pecados del mundo, nos estaba dando el regalo más sincero y precioso que jamás se nos haya podido dar. A cambio, Él nos pide simplemente que nos amemos los unos a los otros.
A medida que aprendamos a dejar que el amor de Dios abunde más plenamente en nuestras vidas, nuestros temores parecerán insignificantes en comparación a Su amor.
Ninguna cantidad de ositos de peluche, rosas o chocolates podría jamás satisfacer al corazón humano como lo hace el amor.
El matrimonio es un mandamiento de Dios
“El matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y la familia es fundamental en el plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos” (“La Familia: Una Proclamación para el Mundo”).
Todos somos parte de una familia eterna y sabemos que nuestro propósito en esta vida es crear nuestras propias familias, conectarnos con nuestros antepasados y continuar conectando a la familia eterna de Dios a través de las ordenanzas sagradas del templo.
El Día de San Valentín no se trata solo de romance. Se trata de proteger la santidad del matrimonio y la familia, algo que necesitamos en nuestro mundo actual tanto como lo necesitaba San Valentín en su época.
*Imagen de portada: Créditos a Monica C. Ruiz
Esta es una traducción del artículo que fue publicado en LDS Smile con el título “Valentine’s Day: Perfect Love Casteth Out All Fear“.
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