En los congresos científicos, las recepciones suelen contar con barra abierta de alcohol. Son espacios pensados para que los asistentes socialicen, intercambien ideas y celebren los avances de sus disciplinas.
Pero para algunos, estos momentos ofrecen una oportunidad distinta: hablar de su fe.
Ese es el caso de un profesor universitario y científico que ha descubierto que estos ambientes, donde la copa en la mano es casi un símbolo de pertenencia, se convierten en un escenario ideal para compartir sus creencias.
Mientras la mayoría opta por vino o cócteles, él sostiene con naturalidad un vaso de Coca-Cola bien fría.
Y aunque parezca un detalle menor, en un contexto así, esa simple elección destaca. Es, en sus propias palabras, como llevar un letrero invisible que dice:
“Pregúntame por qué soy diferente”.

En una de estas recepciones, tras una conversación particularmente animada, un colega se le acercó y le comentó entre risas que era “la persona más divertida y sobria” que había conocido.
Un cumplido inesperado que, bromea, bien podría estamparse en una camiseta.
En otro evento similar, como era previsible, surgió la pregunta clásica:
“¿Por qué no bebes?”.
La respuesta fue sencilla:
“Por motivos religiosos. Soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.
Sin embargo, lo que siguió no fue la típica conversación. El interlocutor, sorprendido, confesó haber conocido a varios miembros de la Iglesia, pero siempre se había preguntado cómo conciliaban su fe con la rigurosidad científica.

Lejos de ser una cuestión incómoda, para este profesor fue una oportunidad valiosa. Su respuesta fue directa:
“Para mí, la verdad es una sola. A veces la encuentro en el laboratorio; otras veces, en lo que vivo y creo”.
Este enfoque no es casual. A lo largo de los años, ha reflexionado mucho sobre cómo integrar sus creencias con su labor científica.
En su experiencia, muchos colegas que creen en Dios prefieren no mezclar ambos mundos, considerando que hablar de religión en un entorno académico puede ser tabú.

Para él, sin embargo, ciencia y fe son dos caminos complementarios hacia la misma meta: la verdad.
Como bien enseñó el entonces élder Russell M. Nelson durante la dedicación del edificio de Ciencias de la Vida en la Universidad Brigham Young:
“Toda verdad forma parte del evangelio de Jesucristo. Ya sea que provenga de un laboratorio científico o de revelación divina, es compatible. No hay conflicto entre la ciencia y la religión. El conflicto solo surge por un conocimiento incompleto de la ciencia, de la religión o de ambas”.
Al final, sostiene que su vaso de Coca-Cola en estos encuentros es más que una simple preferencia personal. Es una pequeña señal que, una y otra vez, abre puertas para conversaciones profundas. Y esas charlas, inesperadas entre copas y brindis, suelen ser las más significativas.
Fuente: LDS Living