En 1988, el entonces presidente Ezra Taft Benson extendió la siguiente invitación:
“Invitamos a cada miembro de la Iglesia a leer una y otra vez el Libro de Mormón. Aquellos que enseñen o discursen en reuniones de la Iglesia deberían utilizar el Libro de Mormón con cuidado y oración a fin de fortalecer y enriquecer sus mensajes y discursos”. – Ezra Taft Benson, “A Witness and a Warning”.
Desde entonces, me he esforzado por seguir esta enseñanza. Hace poco, cuando se me pidió hablar sobre el Día de Acción de Gracias, usé el Libro de Mormón como mi texto principal.
El diccionario Webster de 1828, que refleja el inglés que se hablaba en los Estados Unidos aproximadamente en la época en que se tradujo el Libro de Mormón, define a “Acción de gracias” (“Thanksgiving”, en inglés) tanto como verbo como sustantivo.
Como sustantivo, es “gratitud por los bienes recibidos”. Como verbo, es “el acto de dar gracias o expresar gratitud por los favores y la misericordia”.
El Libro de Mormón utiliza la frase “acción de gracias” en tres ocasiones diferentes (seis en inglés). Cuando Amón (hijo de Mosíah) ve que el Espíritu del Señor se derrama sobre los lamanitas:
“Cayó él de rodillas y empezó a derramar su alma en oración y acción de gracias a Dios”. (Alma 19:14).
Otra ocasión es cuando Amulek aconseja a los zoramitas:
“No contendieseis más en contra del Espíritu Santo, sino que lo recibieseis, y que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo; que os humillaseis aun hasta el polvo y adoraseis a Dios, en cualquier lugar en que estuviereis, en espíritu y en verdad; y que vivieseis cada día en acción de gracias por las muchas misericordias y bendiciones que él confiere sobre vosotros”. (Alma 34:38)
En 3 Nefi 10, justo después de la catastrófica destrucción tras la muerte de Cristo, pero antes de que Él se apareciera a los sobrevivientes en Abundancia, se relata:
“Y se integró la tierra otra vez, y se afirmó; y cesaron los lamentos, y el llanto, y los gemidos de los que quedaron vivos; y su lloro se tornó en gozo, y sus lamentaciones en alabanzas y en acción de gracias al Señor Jesucristo, su Redentor”. (3 Nefi 10:10)
En cada uno de estos casos, la frase “acción de gracias” se relaciona con Dios o Jesucristo. Quienes ofrecen acción de gracias en el Libro de Mormón lo hacen al Padre y al Hijo.
Además, existen usos adicionales relacionados con “acción de gracias” como “agradecimiento”, “dar gracias” y “agradecido”. Aunque en estos caso no se menciona explícitamente como tal, su significado está implícito en cada pasaje.
Por ejemplo, en Alma 26, Amón se gloría en la fortaleza del Señor por llevar a miles de sus hermanos y hermanas lamanitas al arrepentimiento.
“Este es mi gozo y mi gran agradecimiento; sí, y daré gracias a mi Dios para siempre. Amén”. (Alma 26:37)
En cuanto al capitán Moroni, Mormón lo describe como “un hombre cuyo corazón se henchía de agradecimiento a su Dios por los muchos privilegios y bendiciones que otorgaba a su pueblo” (Alma 48:12).
En 1 Nefi, después de tres eventos importantes, Lehi y su familia edifican un altar y ofrecen gracias al Señor. Primero, al huir al desierto cerca del río que Lehi llamó Lamán:
“Y sucedió que erigió un altar de piedras y presentó una ofrenda al Señor, y dio gracias al Señor nuestro Dios”. (1 Nefi 2:7)
Más tarde, cuando sus hijos regresan de Jerusalén con las planchas de bronce, Lehi y Saríah “se regocijaron en extremo, y ofrecieron sacrificios y holocaustos al Señor; y dieron gracias al Dios de Israel”. (1 Nefi 5:9)
Cuando Jacob da el siguiente consejo:
“Recordad las palabras de vuestro Dios; orad a él continuamente durante el día, y dad gracias a su santo nombre en la noche”. (2 Nefi 9:52)
La conexión entre dar gracias, regocijarse y sentir gozo está profundamente entrelazada en las Escrituras. Quienes expresan gratitud también se llenan de gozo.
¿Y por qué no? El gozo y la gratitud en el Libro de Mormón nos invitan a centrar nuestra vida en Cristo y en su expiación, reconociendo las bendiciones divinas que transforman nuestra vida.
En esta temporada de gratitud, muy cercana a la época de Navidad, podemos recordar a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo. Podemos expresar agradecimiento por la vida, el amor y el sacrificio de Jesucristo, quien nos redime.
Todos, al igual que el rey de los lamanitas, el rey Anti-Nefi-Lehí, podemos decir:
“Y también doy gracias a mi Dios, sí, a mi gran Dios, que nos ha concedido que nos arrepintamos de estas cosas, y también que nos haya perdonado de esos nuestros muchos pecados y asesinatos que hemos cometido, y que haya quitado la culpa de nuestros corazones, mediante los méritos de su Hijo”. (Alma 24:10)
Fuente: Meridian Magazine