En Jesucristo cada historia de amor tiene un final feliz

historia de amor

A todo el mundo le encanta una buena historia de amor, una que te llega hasta el corazón y te hace anhelar un amor igual o abrazar fuerte a tu ser amado. Cuando surge una historia de amor que elimina la brecha entre esta vida y la muerte, es una historia que vale la pena contar. 

Esta no es una historia sobre un “vivieron felices para siempre”, sino una que confirma que el “felices para siempre” es una promesa que se hace a todos los hijos e hijas de Dios.

Mi abuela y mi abuelo se enamoraron y se casaron en 1939, en el año en que estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa. Eran muy jóvenes, ella tenía diecisiete años y él veintiuno, y eran alemanes.

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Él fue reclutado de inmediato para luchar en la guerra, y ella lo esperó. Durante tiempo de su licencia, él regresó a sus brazos. En los próximos cuatro años ellos traerían tres pequeños niños al mundo.

Pero en 1944, mi abuelo fue asesinado. Mi abuela quedó viuda a sus veintidós años. Luego, su hijo menor, un pequeño niño, murió cuando solo tenía siete meses.

En 1945 terminó la guerra, y mi abuela y sus dos hijas pequeñas, mi madre y mi tía, quedaron desamparadas en el lado comunista de Alemania, que se convirtió en Alemania Oriental. 

Imagínate ser una mujer joven de diecisiete años, casándote con el amor de tu vida, solo para que termine falleciendo después de cuatro años, quedándote sola en un país extraño, porque eso era lo que la Alemania Oriental comunista fue para la gente después de la guerra: Una tierra extraña y aterradora. 

Imagina el dolor que viene de perder a la persona que amas, junto con el golpe devastador de perder un bebé y el desafío de criar a dos niñas después de que tu país ha sido devastado por la guerra. 

El alma de mi abuela estuvo llena de angustia durante los años posteriores a la guerra, y me atrevo a decir que perdió la fe en todo. El miedo la llevó a actuar, no a tener fe.

De alguna manera, ella salió adelante, trabajó como secretaria y, con la ayuda de simpatizantes anticomunistas, huyó con sus hijas de Alemania Oriental a Alemania Occidental antes de que se construyera el muro.

Tuvo suerte, pero seguía siendo una mujer muy asustada. 

Finalmente, con sus dos hijas, ya entonces adolescentes, huyó a los Estados Unidos y permaneció allí hasta su muerte. 

Mi abuela nunca habló de su vida en Alemania. Ella nunca se volvió a casar, ni habló de su esposo. Nunca vi una foto de él, excepto una foto suya como militar. Él era un misterio absoluto para mí. 

Cada vez que intentaba hablar con ella sobre él, se ponía a la defensiva, ocultaba sus emociones, y la conversación terminaba de pronto. 

Ella hacía lo mismo siempre que intentaba hablar con ella sobre algo relacionado a la fe, y rápidamente aprendí que ella había perdido la fe en Dios. 

¿Quién podría culparla? Después de ver tanta devastación a una edad tan corta, las cicatrices que quedaron fueron demasiado profundas y las heridas casi fatales para su espíritu. ¿Cómo podía creer en un Dios de amor, cuando Dios le quitó a la persona que amaba?

Nunca la presioné, solo oraba para que un día encontrara paz. Éramos muy cercanas y dado el dolor que guardaba, siempre sentí que quería sanar pero no sabía cómo. Cuando desarrolló la enfermedad de Alzheimer, era inevitable que muriera sin la paz que el evangelio podría haberle traído a su corazón.

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Un mes antes de su muerte, cuando estaba demasiado ida como para comunicarse, encontré una foto de ella y mi abuelo tomada en el año en que se casaron. Era una pequeña foto instantánea en un viejo álbum de bolsillo de cuero que ella guardaba en el cajón de su tocador.

La diferencia era increíble,

Ella era una joven sonriente, miraba a la cámara, y él no podía dejar de mirarla, no cabía duda de la absoluta adoración en su rostro. Fue muy fascinante. ¡Su amor por ella cobró vida en esta foto! Me hubiera gustado verla antes.

Me hubiera gustado tener la oportunidad de preguntarle al respecto, sobre él y sobre lo enamorados estaban, porque el sentimiento era muy obvio en esa pequeña imagen en blanco y negro de hace 72 años.

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Hice ampliar la imagen y la compartí en su velorio, y todos los que vinieron a dar sus respetos se dirigieron hacia donde estaba colocada la imagen.

No pude contenerme y conté la historia de su amor por ella, como si lo hubiera conocido personalmente. Y durante toda la noche, tuve la sensación muy especial de que él estaba allí conmigo, lo que me confirmó que él realmente la amaba muchísimo y que estaba listo para cuidar de ella. 

Fue un sentimiento enternecedor, indistinto al principio, pero innegablemente real.

 Dos días después del funeral, fui al Templo de Manhattan para mi turno como obrera en el templo.

Templo de Manhattan New York historia de amor

Templo de Manhattan, Nueva York

Durante mi turno, tuve una experiencia espiritual inconfundible, la presencia de mi abuelo estaba allí conmigo, lo que me confirmó nuevamente (y con más fuerza que antes) que él amaba a mi abuela tanto como lo había hecho cuando se casaron por primera vez y que él cuidaría de ella.

Inmediatamente pensé en cómo ella había vivido una vida solitaria, sin amor y fe, y cómo se fue a la tumba de esa manera. ¿Qué tan dispuesta estaría ella a escuchar el mensaje del evangelio eterno con una historia tan amarga? ¿Creería alguna vez que Dios la amaba después de una vida llena de desesperanza y duda?

Casi simultáneamente sentí que la presencia de mi abuelo me confirmaba que ella escucharía el consejo de su esposo y la palabra del Señor.

Ella pudo haber muerto sin la tranquilidad de la fe, pero eso no se quedaría así. Sería mi propio abuelo quien le enseñaría el evangelio, quien le mostraría el plan eterno de Dios y la ayudaría a comprender el mensaje eterno que no pudo escuchar estando en vida.

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Verás, la vida mortal de mi abuelo terminó en 1944, pero su vida espiritual comenzó ese mismo año. Perdió su cuerpo por un tiempo, pero su espíritu sigue con vida.

Nosotros, como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, creemos que cuando el espíritu deja el cuerpo, entra en un plano llamado el mundo de los espíritus donde aquellos que nunca tuvieron la oportunidad de escuchar y aceptar los principios del Evangelio mientras estaban en la Tierra tienen la oportunidad de escuchar y aceptar los principios en ese lugar.

Mi abuelo ha estado en este plano durante décadas, preparándose para ayudar al enseñarle a su esposa cuando ella cruzase el velo. Él sabe lo que yo he sabido: que mi abuela pasó momentos terriblemente difíciles sin él y que es menos probable que acepte el evangelio de otra persona.

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¡Afortunadamente, ella no tiene que escucharlo de nadie más! En el momento de su fallecimiento, sé que él estuvo allí para recibirla, tomar su mano y llevarla a una existencia donde pueden tener un felices para siempre, donde pueden aprender los principios de la eternidad y todo el amor que eso conlleva.

Esta es la historia de amor del evangelio: la vida continúa más allá de la tumba. El amor continúa en la eternidad. Las familias son para siempre. Lo que es atado en la Tierra continúa en los cielos. Y no solo mis abuelos estarán juntos por toda la eternidad, sino que también estarán con su pequeño hijo y, un día, con sus dos hijas.

Las historias de amor que tenemos gracias al Salvador no se comparan con las de las películas. Gracias a nuestro Señor Jesucristo tenemos esa bendición eterna. Tenemos los templos para realizar estas ordenanzas sagradas. 

Las historias de amor pueden continuar por la eternidad gracias al evangelio de Jesucristo.

Fuente: ldsblogs.com

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