Jonathan Rauch expresó que la ‘teología cívica’ de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es un modelo contemporáneo de una relación más saludable y de apoyo mutuo entre la democracia constitucional y una fe cristiana autosuficiente.
Rauch es un reconocido intelectual de los Estados Unidos, judío, gay y se autodenomina como ateo.
Recientemente, presentó una serie de conferencias en University of Virginia’s Institute for Advanced Studies in Culture. En ellas, advirtió que el deterioro del cristianismo estadounidense amenaza la democracia pluralista de Estados Unidos.
También señaló que la democracia está amenazada por la respuesta de algunos líderes de pensamiento cristianos estadounidenses que culpan a la democracia liberal por la desaparición de sus propias comunidades eclesiásticas.
Rauch argumentó que, desafortunadamente, el cristianismo contemporáneo en Estados Unidos, en gran parte evangélico, se ha vuelto demasiado “cerrado”, es decir, demasiado secularizado.
Como contraposición a estas tendencias, Rauch propuso la alineación, a diferencia de una alianza, entre la democracia y la religión en un orden constitucional. Él expresó:
“Las personas religiosas deben reconocer que la democracia plural trae bienes sociales y materiales de vital importancia a la sociedad que la religión no puede proporcionar por sí sola”.
Dicho esto, también sugirió que los secularistas (personas que abandonan una religión o iglesia) deberían reconocer cómo la formación moral y el significado, en los que se basan las instituciones democráticas, provienen en gran parte de la religión, y que el estado no puede proporcionar sustitutos significativos en este ámbito.
Aunque las instituciones democráticas y religiosas tengan, de vez en cuando, relaciones tensas, deben buscar el bienestar mutuo.
Deberíamos apreciar la religión
Durante sus conferencias, Rauch alentó a los cristianos a ser más conscientes de las enseñanzas y del ejemplo de Jesucristo, a no temer y a perdonar a los demás. Además, animó a los liberales y progresistas a que no se cierren tanto ante los temas religiosos:
“Incluso, deberíamos apreciar la religión y cuando no estamos de acuerdo con una fe, debemos hacerlo con respeto. Deben considerar una o incluso dos veces antes de hacer un comentario en contra. Cuando critiquemos una fe, debemos hacerlo con un espíritu de humildad, reconociendo que esas grandes tradiciones han existido por mucho más tiempo que el liberalismo”.
Rauch utilizó la mayor parte de su conferencia para destacar lo que él llama como la “teología cívica” de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días porque ve dentro de dicha tradición un modelo contemporáneo replicable de una relación más saludable y de apoyo mutuo entre la democracia constitucional y una fe cristiana autosuficiente.
Además, utilizó las escrituras de los Santos de los Últimos Días sobre la libertad moral y varios discursos recientes del presidente Dallin H. Oaks para presentar a la Iglesia como un ejemplo actual de una tradición cristiana moralmente exigente y contracultural que abraza una ética de paciencia, negociación y acomodación mutua, en consonancia con la visión de los padres fundadores de Estados Unidos para su forma de gobierno republicana.
Rauch también describió el argumento del presidente Oaks como un caso sofisticado para la alineación entre la constitución moral de Dios y la política de Madison, destacando la importancia de la paciencia, la negociación y el compromiso como fines sociales y espirituales en sí mismos, no solo como medios para un fin.
A partir de las enseñanzas del presidente Oaks y de otras escrituras y enseñanzas de los Santos de los Últimos Días sobre la libertad moral, Rauch extrajo un mandamiento cívico que enfatiza la importancia de no imponer la propia voluntad política para limitar la libertad de otros, ya que esto se consideraría un pecado contra Dios y sus designios.
Rauch también destacó cómo el enfoque de los Santos de los Últimos Días rechaza la versión radical del progresismo que impondría la ley secular en todos los aspectos de la vida cívica, sin tener en cuenta las prácticas religiosas y las objeciones de fe.
En lugar de eso, defiende un enfoque equilibrado y de negociación en el que ambas partes se den espacio mutuo, permitiendo la rendición de cuentas tanto a Dios como a la Constitución.
Durante las conferencias, Rauch recibió comentarios formales de tres profesores de University of Virginia, quienes plantearon preguntas y cuestionaron algunos de los puntos planteados por Rauch.
Algunos cuestionaron si su crítica al cristianismo evangélico contemporáneo había sido demasiado generalizada y si su llamado a las tradiciones cristianas a abrazar el pluralismo de manera similar a las doctrinas de los Santos de los Últimos Días sería persuasivo.
A pesar de estos cuestionamientos, tanto los comentaristas como la audiencia consideraron el proyecto importante, oportuno y provocador, reconociendo la valiosa contribución de Rauch al debate público sobre la relación entre la religión y la democracia en la sociedad moderna.
Frecuentemente, las noticias que salen de los colegios y las universidades son sobre el antiliberalismo y la cultura de la cancelación, pero incluso los desafíos contemporáneos potencialmente volátiles en la intersección de la religión y la democracia todavía pueden sondearse y debatirse con humildad, curiosidad intelectual, indagación crítica e intercambio abierto.
Cuando las ideas originales de Rauch sobre estas cuestiones se publiquen finalmente en las editoriales, este mensaje se verá enriquecido por su aguda observación y su perspectiva única.
Fuente: Deseret News