En la Iglesia hay momentos inesperados que nos sorprenden. Uno de ellos sucede cuando el obispo te llama para decirte: “Hermano(a), le agradecemos por su servicio. Ha llegado el momento de su relevo”.
Para algunos es parte del proceso. Sin embargo, para otros es una experiencia que remueve emociones y que conlleva a pensamientos como: ¿y ahora qué? ¿Ya no me necesitan?
Pronto llaman a «tu reemplazo» y sientes que te cambiaron como si tu aporte en el llamamiento no hubiera sido importante. Si este eres tú, quédate.
Cuando te relevan y no sabes qué hacer

A veces el relevo llega en un momento en el que sentías propósito y conexión con las personas a las que servías. Y aunque lo aceptas, puede quedar una sensación interna que te lleva a preguntarte: ¿qué hago ahora?
Ese sensación no es más que una señal de que estás en un punto de transición. En la Iglesia de Jesucristo, un llamamiento es una oportunidad momentánea para trabajar en la obra del Señor atendiendo necesidades específicas de la congregación.
En la Biblia se nos relata la experiencia de Moisés, quien luego de liberar al pueblo de Israel del cautiverio egipcio, llegó un momento en el que ya no podía seguir guiándolos. Fue entonces cuando Moisés tuvo que ser «relevado».
«Y Moisés hizo como Jehová le había mandado; y tomó a Josué y le puso delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación. Y puso sobre él sus manos y le dio el cargo, como Jehová había mandado por medio de Moisés». (Números 27: 22-23)
A pesar de eso, el propósito de Moisés no terminó en ese instante. El mensaje es claro: si un cargo, deber o llamamiento termina, tu contribución aún sigue.
No es un reemplazo, sino una reasignación

Los llamamientos en la Iglesia de Jesucristo no son cargos laborales que se reciban cuando “asciendes”. No competimos por ellos, sino que se nos asignan temporalmente.
«Los llamamientos no tienen que ver con el prestigio, el rango ni las calificaciones; tienen que ver con estar dispuestos a… aceptar que Él nos llamará donde más nos necesite en un momento y lugar específicos.» (Revista Liahona, febrero de 2023)
Ser relevado no significa que alguien hizo algo “mejor” que tú. Sino que el momento para el cual el Señor te llamó se cumplió y ahora es tiempo de que otra persona crezca, aprenda y aporte desde ese llamamiento.
No te están reemplazando. Es Dios invitándote a seguir sirviendo, pero ahora desde otros lugares: en tu familia, en tu barrio, o incluso en un futuro llamamiento que todavía no ves.
Tu propósito va más allá de un relevo

Si somos honestos, muchos sienten el impulso de medirse espiritualmente según sus llamamientos o el nivel de cuánto se los necesite. Esto puede convertirse en una trampa emocional.
Por otro lado, Jesucristo nos enseñó a no basar nuestro gozo en el orgullo por lo que hacemos, sino en quienes somos para Él:
“No os regocijéis de… que los espíritus se os sujeten, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.
Tu propósito no radica solo en los deberes que desempeñas, sino en la relación que tienes con Cristo. Tu servicio no acaba con un relevo, aún hay personas que necesitan de ti a las que puedes llegar fuera de un llamamiento.
Si te relevaron, quizás esta etapa sea una oportunidad para reenfocar tu fe, fortalecer tu hogar, descubrir nuevos talentos y recordar que vales por lo que eres ante Dios, no por el llamamiento que no tienes.
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