El 29 de abril de 2025, el gobierno ruso agregó a Brigham Young University (BYU) a su lista de “organizaciones indeseables”, lo que impide cualquier actividad dentro del país y expone a sanciones penales a quienes se vinculen con ella. Aunque BYU no tiene operaciones en Rusia, esta medida refleja el aumento de la presión sobre entidades religiosas o académicas ligadas a Estados Unidos.

BYU representa a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días como su universidad principal. Esta decisión se suma a una larga lista de restricciones que han frenado el crecimiento de la Iglesia en territorio ruso.

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Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

La historia de la Iglesia de Jesucristo en Rusia comenzó con expectativas altas. En 1843, el profeta José Smith asignó a Orson Hyde y George J. Adams a predicar allí, pero su labor se interrumpió con la muerte de Smith. En 1895, el élder August Höglund bautizó a los primeros conversos en San Petersburgo.

En 1903, el apóstol Francis M. Lyman dedicó Moscú y San Petersburgo para la predicación del evangelio. Sin embargo, las guerras, el dominio ortodoxo y el régimen soviético frenaron cualquier avance.

Todo cambió con la caída de la Unión Soviética. En 1990, el entonces élder Russell M. Nelson rededicó Rusia para la obra misional. Un año después, el gobierno reconoció oficialmente a la Iglesia. En 2011 y 2012 se organizaron las primeras estacas en Moscú y San Petersburgo, un gran paso hacia el liderazgo local.

La emoción alcanzó su punto máximo en 2018 cuando el presidente Nelson anunció un templo en una ciudad importante de Rusia. Muchos miembros, como Kristina Nikogosyan, lloraron de alegría al escuchar la noticia.

Sin embargo, los obstáculos pronto regresaron. En 2016, el gobierno aprobó la ley Yarovaya, que prohíbe el proselitismo público. Desde entonces, los misioneros se identifican como “voluntarios”. En 2022, tras el inicio de la guerra con Ucrania, la Iglesia suspendió por completo el envío de misioneros al país.

Imagen: Brigham Young University

Las autoridades rusas no han otorgado permisos para construir nuevos lugares de adoración. En algunos casos, incluso han demolido edificios de la Iglesia. La construcción del templo anunciado sigue detenida, sin avances visibles.

Frente a este panorama, los Santos de los Últimos Días rusos han respondido con firmeza. Líderes como el obispo Kirill Ananich invitan a los miembros a asumir más responsabilidades y a fortalecer la Iglesia sin depender de extranjeros. Para muchos, estas limitaciones se han convertido en una oportunidad de profundizar su fe.

Aunque el futuro de la Iglesia en Rusia es incierto, la determinación de sus miembros sigue marcando el camino. Con cada reunión, testimonio y acto de servicio, los Santos rusos demuestran que el evangelio no se detiene ante ninguna frontera.

Fuente: LDS Daily

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