Cómo esta mujer puso a prueba la promesa de Moroni y se cumplió

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Jess Kettle es una madre Santo de los Últimos Días que creció en la Iglesia. Siempre encontró gozo en su fe y amaba ser miembro de la Iglesia de Jesucristo.

Sin embargo, cuando las personas que más quería comenzaron a alejarse de la Iglesia, comenzó a sentir ansiedad con respecto a su fe.

Kettle comenzó a buscar formas de calmar esa ansiedad y tuvo la impresión de escuchar un discurso del presidente Nelson de la sesión de mujeres de octubre de 2018.

El mensaje se titulaba, “La participación de las hermanas en el recogimiento de Israel”.

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En el discurso, el presidente Nelson les extendió a las hermanas cuatro invitaciones:

1. Participar en un ayuno de 10 días de las redes sociales

2. Leer el Libro de Mormón

3. Establecer un patrón de asistencia regular al templo

4. Participar en la Sociedad de Socorro

Kettle decidió aceptar estas invitaciones y se esforzó por desarrollar su fe.

Anteriormente, Kettle nunca había leído el Libro de Mormón de tapa a tapa porque “le aterraba terminar de leerlo, preguntar si era verdadero y no sentir nada”.

Kettle compartió su experiencia en un podcast Santo de los Últimos Días y este es un resumen de su entrevista, ¡veamos!

Morgan Jones: ¿Qué descubriste cuando terminaste de leer el Libro de Mormón y oraste al respecto?

Jess Kettle: Esto se parece un poco a cuando decides que quieres ponerte en forma, y ​​resulta que comer alimentos saludables y mover tu cuerpo te hace estar en forma. No es algo de otro mundo.

Las cosas que estaba haciendo no eran cosas extraordinarias: Leí las escrituras, fui al templo y oré.

Sin embargo, hice estas cosas con un nivel diferente de seriedad y con una mayor necesidad.

Debido a que me comprometí a experimentar realmente con la palabra, disfruté de esta hermosa cadena de milagros. Me sorprendió estar de rodillas, llorando, esforzándome por intentar comprender algo. Luego, me topaba con algún discurso de conferencia o leía algún pasaje de las Escrituras, que iluminaba perfectamente mi comprensión.

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Me sorprendió que pudiera discernir el Espíritu por primera vez y que mi experiencia fuera distinta a la de los demás.

La gente dice que el Espíritu inunda tu ser y todo lo demás. Aprendí que, para mí, sentir el Espíritu es como una bombilla, como en los dibujos animados, cuando se enciende una bombilla sobre tu cabeza.

Yo sentía que mis bombillas se apagaban cada vez que ponía un pie delante del otro para tratar de acercarme al Salvador.

De pronto, encontré un pasaje de las Escrituras, Doctrina y Convenios 88:63, que dice:

“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá”.

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Entonces, me sometí a la voluntad de Dios. Le pedí ayuda para dar los pasos necesarios para acercarme a Él. Fue difícil, porque no puedes ser una persona diferente de la noche a la mañana. Me entregué a esta fuerza durante meses. Sin embargo, a medida que corrí cada riesgo, Él estuvo allí.

Sentí que Él estuvo esperando que me acercara a Él y fortaleciera nuestra relación.

Esos pasos, que parecían insignificantes, fueron experiencias extraordinarias para mí. Cada paso se sintió como si se encendieran 100 bombillas en la habitación. Esos momentos fueron muy sagrados para mí.

Así que estoy disfrutando este proceso. Estoy disfrutando de las cosas pequeñas y dulces.

Terminé de leer el Libro de Mormón y me enfrenté a la aterradora pregunta sobre su veracidad. Hablé con mi obispo, él compartió su experiencia acerca de leer el Libro de Mormón y me dijo:

“He estado donde tú has estado, tuve que dar un salto de fe y hacer esa pregunta también. Sin embargo, para mí, cuando llegué al momento de esa pregunta, ni siquiera sentí la necesidad de hacerla porque sabía cómo me había sentido. Vi las bendiciones y los cambios en mi vida, durante todo el camino”.

Ese fue mi caso y, de pronto, la presión desapareció de mi cabeza. No tenía que experimentar lo mismo que las demás personas. Hice una pregunta muy sencilla y me sentí en paz. Eso fue todo.

Sabía por experiencia que lo que leí era verdadero y, de repente, esas promesas y bendiciones, se hicieron evidentes.

Fuente: LDS Living

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