Desde niños pequeños hasta adultos mayores nos conmueven con sus palabras.
Ya sea una sencilla afirmación o una elaborada declaración, todos son bienvenidos e invitados a subir hasta el púlpito y compartirlo con toda la membresía.
Hablamos de las reuniones de ayuno y testimonio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Cuyo origen, hace casi 200 años, nos recuerda aun más su importancia en nuestra doctrina.
Un profundo actor de amor

Los pioneros sufrieron grandes carencias. “Trail of Sacrifice Valley of Promise” by Clark Kelley Price
Los orígenes del Día de Ayuno y Testimonio se remontan a los inicios y restauración de la Iglesia.
Durante la década de1830, liderados por el profeta José Smith, los Santos de los Últimos Días practicaban el ayuno como un medio para reunir a la comunidad en actividades devocionales y caritativas. Los miembros se reunían para llevar los alimentos que no habían consumido durante su ayuno para distribuirlos entre los pobres.
Una muestra no solo autosacrificio y servicio, sino de verdadero amor al prójimo.
Ahora bien, fue con el segundo presidente de la Iglesia, Brigham Young, en la década de 1850, cuando se estableció una fecha regular para celebrar los ayunos. Y no, inicialmente no se escogieron los domingos. El periodo seleccionado fueron los primeros jueves de cada mes.
Sin embargo, a medida que la Iglesia crecía y evolucionaba, también lo hacían sus prácticas.
Así, con el fin de que todos los miembros, tanto en el campo como en la ciudad, tengan el privilegio de participar en las reuniones de ayuno y testimonio, en 1896, con la aprobación del profeta Lorenzo Snow, se realizó un cambio significativo en su programación: pasaron de jueves a domingo.
Este ajuste, además, tuvo como propósito integrar el ayuno como una práctica regular y vivida entre los miembros de la Iglesia. El traslado del ayuno al domingo lo alineó con el día de culto comunitario, reforzando la interconexión del ayuno, la oración y el servicio dentro del contexto congregacional.
Unidad y pertenencia a una familia

Busquemos que sea una práctica duradera. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Si bien los miembros de la Iglesia podemos ayunar en cualquier momento que tengamos necesidad de fortaleza espiritual, consuelo, conocimiento u otra noble petición, el ayuno que practicamos como congregación los primeros domingos de cada mes, según explicó el profeta Joseph F. Smith, debe de recordar su origen de cubrir las carencias de nuestros hermanos en austeridad.
“El objetivo principal de la institución del ayuno era que los pobres pudieran recibir alimentos y otras cosas necesarias. Por lo tanto, es responsabilidad de todo Santo de los Últimos Días dar a su obispo, en el día de ayuno, alimentos para que se los dé a los pobres; o en lugar de los alimentos, su cantidad equivalente”.
Sin embargo, además de ser una dadivosa práctica, el ayuno es un acto personal y colectivo de humildad, arrepentimiento y dedicación a Dios. Al abstenerse de comer y beber, los miembros centramos nuestra atención en asuntos espirituales, buscando la guía y la fortaleza divinas.
Celebrar el día de ayuno el domingo aumenta el sentido de unidad entre los miembros de la Iglesia. Los domingos se reservan tradicionalmente para el culto y la confraternidad, lo que crea un entorno en el que las personas que ayunan pueden sentirse apoyadas por su comunidad.
Continuamos un legado que data desde el Antiguo Testamento y que el propio Salvador efectuó durante Su ministerio terrenal. Por lo tanto, sirve como un poderoso recordatorio de nuestro compromiso de encarnar los atributos de caridad, amor y humildad que demostró Jesucristo.
Así lo enseñó el presidente Howard W. Hunter:
“Disciplinarnos mediante el ayuno nos pone en sintonía con Dios, y el día de ayuno nos brinda la oportunidad de dejar de lado lo temporal para poder disfrutar de las cualidades superiores de lo espiritual. Al ayunar ese día, aprendemos y entendemos mejor las necesidades de quienes son menos afortunados”.
Si todavía te cuesta participar de forma activa en las reuniones de ayuno y testimonio, recuerda los nobles orígenes que inspiraron esta práctica. Y el exponencial crecimiento que consiguió la Iglesia de Jesucristo gracias a la fidelidad y sacrificio de sus miembros.
Fuente: Ask Gramp
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