Theodore (Ted) Parsons III se encontraba listo para dirigir los servicios dominicales en la base aérea de Balad, Irak, cuando las sirenas rompieron el silencio. Era finales de 2006 y una nueva ronda de bombardeos enemigos caía sobre la base. Sin pensarlo, tomó su equipo médico y corrió hacia el búnker más cercano.
Aquella noche, marcada por las explosiones, fue solo una entre más de 200 vividas durante su despliegue. Pero lo que la hizo distinta fue el momento: justo cuando los soldados debían reunirse para adorar al Salvador.
A pesar del caos, el miedo nunca lo dominó. Su fe en Jesucristo era su ancla.
“Lo que viví en el hospital de combate fue soportable gracias a mi fe en el Salvador”.

En 1975, Parsons fue admitido en la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Aunque aún no servía una misión, sentía que su buen ejemplo era suficiente. Pero durante su segundo año, un discurso del presidente Spencer W. Kimball en conferencia general lo hizo replantear su decisión.
“¿Esto también se aplica a mí?”, pensó. La pregunta lo acompañó durante semanas. Si salía de la academia, tendría que renunciar, sin saber si podría regresar. Si se quedaba, tenía asegurado el camino hacia la escuela de medicina. Aun así, eligió servir una misión.
“Voy a hacer lo que el Señor me ha pedido, y el resto se resolverá solo”.
Tras regresar de la misión, se inscribió en BYU. Aunque creía que ya no había forma de volver a la academia militar, sintió que debía intentarlo. Lo hizo… y fue readmitido. Se convirtió en el primer cadete en regresar después de una renuncia, abriendo un nuevo camino para otros jóvenes Santos de los Últimos Días.
Un legado duradero en la Academia

Gracias a su ejemplo, otros cadetes comenzaron a solicitar permisos para servir misiones. Los oficiales notaron que los misioneros regresaban más maduros, centrados y capaces. Desde entonces, se permitió oficialmente que los jóvenes Santos pospongan su formación para servir al Señor antes de volver a servir a su país.
En 2016, Parsons fue invitado a una ceremonia especial de Baccalaureate para miembros de la Iglesia en la Academia. El élder David A. Bednar le pidió que subiera al estrado con él y preguntó:
“¿Pueden ponerse de pie todos los cadetes que hayan servido o planeen servir una misión?”
Más de 200 se levantaron. Parsons no pudo contener las lágrimas. Aquel acto de fe que había hecho décadas atrás seguía dando frutos.
Uno de los recuerdos más poderosos de Parsons ocurrió nuevamente en Irak. Después de un intenso ataque nocturno, pensó que los servicios dominicales se habrían cancelado. Sin embargo, sintió una fuerte impresión espiritual:
“Tienes que ir.”
Lo que el Evangelio y el ejército tienen en común

Cuando llegó a la tienda asignada para las reuniones, encontró a 15 soldados esperándolo, todavía con su equipo de protección puesto.
“Oh, hermano Parsons”, le dijo uno, “sabíamos que usted entiende lo importante que es la Santa Cena. La necesitamos antes de salir a patrullar mañana”.
Ese joven, probablemente de 19 años, le recordó el verdadero significado del Evangelio. “Ese día, él me enseñó a mí”, admite Parsons con humildad.
Después de Irak, Parsons fue llamado como obispo y luego como presidente de estaca. Su servicio militar lo preparó para liderar con firmeza y empatía.
Para él, la disciplina de las fuerzas armadas se asemeja al discipulado en el Evangelio. En ambos casos, se requiere obediencia a líderes que ven más allá del momento. En el Evangelio, ese líder es Cristo.
“Todo eso que el ejército te enseña cobra aún más sentido cuando lo aplicas en el contexto del Evangelio”.

Durante sus turnos médicos, veía cómo los soldados heridos eran acompañados por amigos que rogaban saber si sobrevivirían. Esa hermandad —ese amor profundo por el prójimo— también refleja el carácter de Cristo.
Este Memorial Day, recordamos a quienes dieron su vida, pero también a quienes se esforzaron por salvarla. Médicos como Parsons, que estuvieron en la línea de fuego cuidando a sus hermanos. Y más aún, recordamos al Gran Médico: Jesucristo, quien hizo posible que todos podamos regresar a casa, sanos, limpios y completos.
Que cada día, no solo este feriado, sea una oportunidad para unir fe y sacrificio. Para sanar al herido, consolar al que sufre y servir con propósito. Como lo hacen los valientes. Como lo hace el Salvador.
Fuente: Meridian Magazine
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Gracias por compartir su historia de fé a mi me ayudó a fortalecer mi testimonio de Jesucristo mi obediencia que debo tener a Jesucristo y a mi Padre celestial y a su Iglesia verdadera siento un grande amor por ellos 🙏❤️ ojalas yo pudiera obedecer cómo el quiere se enterneció mí corazón ❤️ muchas gracias gracias
Qué hermoso sentir. Ese deseo de obedecer ya es una muestra de tu amor por Él. El Señor mira el corazón y camina a tu lado en cada paso. ¡Sigue adelante con fe y ternura!