Cuando el dinero nos desvía de nuestra perspectiva eterna

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A veces culpamos a alguien o algo por nuestra lamentable situación económica, incluso a Dios. A veces juzgamos a quienes tienen o no el dinero que a nosotros nos falta. 

Creo que todos hemos estado en una clase de la Escuela Dominical en donde surge el tema de las riquezas. Por lo general, alguien cita 1 Timoteo 6:10, recordándonos que el problema no es el dinero en sí, sino el amor al dinero.

“Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, el cual, codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”

Muchos de nosotros al escuchar esta escritura podemos pensar: “Sí, me salvé ¡No tengo el suficiente dinero como para caer en esa tentación!” Y hasta podemos recordar la canción de Juan Gabriel que dice: “No tengo dinero ni nada que dar, lo único que tengo es amor para amar”.

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Sin embargo, la realidad es que, tanto los miembros acaudalados como los que tienen dificultades financieras deberían hacerle frente a este problema. El hecho de que no seas Rico McPato con una abundante cantidad de oro no significa que no hayas pasado por lo que Pablo estaba hablando.

De hecho, a veces la falta de fondos suficientes puede generar en las personas amargura, envidia, codicia y resentimiento hacia quienes tienen más. Sentir que nos ha tocado una situación financiera injusta puede llevar a algunos a decidir que aquellos con medios económicos obtuvieron su riqueza con engaños o explotando a otros. 

A veces culpamos a alguien o algo por nuestra lamentable situación económica, incluso a Dios. A veces, una persona puede pasar dedicando cada momento de su vida pensando en cómo hacerse rico y dejar atrás su precariedad. Algunos incluso se embarcan en tratos deshonestos en su celo por adquirir fortuna. 

La pobreza no siempre es ennoblecedora, a veces permitimos que envenene nuestra perspectiva.

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No, los que tienen menos recursos no son automáticamente hecho santos debido a sus humildes circunstancias. Muchos sueñan con maneras autocomplacientes en las que podrían gastar la misma cantidad de dinero como creen que muchas personas adineradas lo hacen, como si fuera una lista de deseos interminables.

Así como muchos en circunstancias limitadas no son los estereotipos de modelos de humildad, tampoco las personas con recursos son estereotipos de personas codiciosas o egoístas. Muchos millonarios usan su abundancia para ayudar a otros, convirtiéndose en filántropos con vidas de entrega devota.

La clave, ya seas rico o pobre, es mirar dentro de tu corazón y con sinceridad compartir con Dios cuales son tus prioridades.

Pero, ¿cuáles deberían ser esas prioridades? El Presidente Dallin H. Oaks dijo una vez: 

“Nuestros asuntos prioritarios determinan lo que buscamos en la vida… Jesús enseñó este orden prioritario cuando dijo: “Por tanto, no busquéis las cosas de este mundo, mas buscad primeramente edificar el reino de Dios, y establecer su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (TJS Mateo 6:38).”

De esa manera Jesús le enseñó a Sus discípulos. En una revelación moderna se nos aconseja: 

“No busquéis riquezas sino sabiduría; y he aquí, los misterios de Dios os serán revelados, y entonces seréis ricos. He aquí, rico es el que tiene la vida eterna.” (DyC 6:7)

El Presidente Spencer W. Kimball también le aconsejó a las personas, que tuvieran los recursos, que lo emplearan en la edificación del reino de Dios. ¿Podemos decir con sinceridad que esto es lo que haríamos si tuviéramos un poco más de dinero? Es fácil decir que construiríamos un orfanato o que ofreceríamos becas cuando tenemos recursos limitados, pero es más difícil resistirnos a un lujoso estilo de vida cuando tenemos ambas opciones.

El Presidente Harold B. Lee enseñó: 

“En la actualidad estamos pasando por otra clase de prueba que se podría llamar ‘la prueba del oro’ —la prueba de la abundancia, la riqueza, las cosas fáciles— que es más de lo que quizás haya pasado la juventud de cualquier generación, por lo menos en esta Iglesia.”

Una vez tuve una amiga, alguien con una gran cantidad de dinero, que expresaba su gratitud por nunca haber sido probada en la vida. Recuerdo haber pensado “esa es tu prueba”.

Probablemente has escuchado a la gente preguntarse qué es lo que harán cuando se encuentran en una “situación difícil”. Pero quizá nuestro mayor desafío puede venir con nuestras acciones cuando las cosas “van bien”. 

¿Derrocharemos nuestros recursos con lujo extremo? ¿Nos sentiremos superiores? ¿Seremos parte de los estereotipos y juzgaremos a los que no tienen dinero, como en el Libro de Mormón se advierte una y otra vez? ¿O ayudaremos a otros y usaremos nuestros medios para hacer una diferencia para bien para quienes nos rodean?

Una buena forma de medir en donde estamos en nuestro progreso es mirar lo que haces con tu exceso de recursos. Se dice que si quieres conocer las prioridades de una persona, debes mirar en qué gasta su dinero. También muchos que tienen lo necesario para llevar comida a su mesa, pero incluso ellos pueden dar parte de su tiempo o sus talentos para bendecir a otros, si así lo desean.

El Presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, dijo una vez: “La prosperidad es sólo un instrumento que deber ser usado, no una deidad que debe ser adorada”. Ver nuestra riqueza como una herramienta es una buena manera de evitar que nos desvíe del camino y que sea una señal que de alguna manera somos mejores que otros.

Aunque nuestros líderes nos han instado a todos a ser autosuficientes y a no endeudarnos, no debemos malinterpretar esto como una orden para buscar formas fáciles y rápidas de hacer dinero como prueba de nuestra obediencia. Sí, es un objetivo justo el mantener a nuestra familia, pero no a costa de estafas o inversiones arriesgadas que podrían conducir a una total bancarrota.

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También podemos ajustar nuestra definición de lo que significa ser “exitoso”. La sociedad nos hará creer que eso significa ser una persona con vastas propiedades financieras. Sin embargo, Dios nunca ha amado más a alguien por haber acumulado montañas de bienes materiales. 

El Libro de Mormón y la Biblia están llenos de ejemplos de personas que alcanzan un verdadero éxito no por haberse hecho ricos, sino por sus actos de amor y corazones puros. Como Albert Einstein dijo una vez: “No trates de convertirte en un hombre de éxito sino en un hombre de valores.”

Volvamos a leer 1 Timoteo 6:10:

“Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, el cual, codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”

No sólo aclara que amar el dinero es un problema, también nos dice que la codicia toma parte de ese amor. El resultado son muchos dolores, una herida innecesaria, autoinfligida, una que nos trae mucha pena.

Es mi deseo que cada uno de nosotros tenga lo suficiente, y que cuando seamos bendecidos con algo extra, lo veamos como una oportunidad, como una manera de bendecir a nuestro prójimo.

Este artículo es una adaptación y fue escrito originalmente por Joni Hilton y fue publicado originalmente por latterdaymag.com bajo el título “How Do You Feel About Money?

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