Los sacrificios que NO estamos dispuestos a hacer

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En testimonios llenos de lágrimas, tanto públicos como privados, a menudo he escuchado la repetición de la siguiente frase: “Jesucristo murió solo por ti” o “Jesucristo lo sacrificó todo por nosotros”.

Si bien esta conocida frase no necesariamente se basa en las Escrituras, representa la idea de que nuestro Salvador está lleno de inmenso amor por cada uno de nosotros. Él comprende el valor divino de cada alma.

Estas frases también nos muestran la disposición del Salvador por ser sacrificado, sometiéndose así al Padre. Jesús sufrió por cada uno uno de los hijos de Dios.

Admiramos estos atributos y glorificamos a Dios por ellos. Alabamos a Cristo por Su devoción sin fin hacia los Hijos del Padre y buscamos fervientemente ser ministrados por Él.

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Desde los púlpitos y publicaciones en las redes sociales, afirmamos que somos un pueblo dedicado a asumir el manto de Cristo, a hacer nuestro mejor esfuerzo para emular este tipo de atributos, a pesar de nuestras debilidades.

Y aún así… sabiendo esto…

¿Sacrificaríamos algo en nuestras vidas por una sola persona? 

En el mundo de hoy, lleno de orgullo y la necesidad de jactarse de cualquier manera de algún tipo de riqueza, ya sea una riqueza de dinero, poder, conocimiento o incluso moral, parece cada vez más improbable.

Por supuesto, la realidad de que se nos pida que sacrifiquemos algo tan grande por una sola persona, especialmente un extraño, también es poco probable. Sin embargo, como el Señor nos ha enseñado en repetidas ocasiones, nuestra santificación no ocurre en los momentos de mayor importancia. 

El presidente Gordon B. Hinckley dijo una vez:

“Los acontecimientos importantes no tienen tanta influencia como las pequeñas decisiones diarias que marcan el curso de nuestra vida… En realidad, nuestra vida es la suma total de las decisiones aparentemente insignificantes que tomamos y de la capacidad que tenemos de vivir de acuerdo con esas decisiones”.

La edificación del reino de Dios llega un día a la vez, una persona a la vez. Es un esfuerzo al que nos unimos a través de convenios sagrados y el principio del sacrificio está en el centro del mismo. De hecho, va más allá del sacrificio. Se trata de la consagración.

Al considerar nuestros convenios, decimos que consagraremos todo lo que tenemos a la gran obra de Dios. 

¿Hemos interiorizado plenamente cuál es la obra de Dios? 

No es algo vago o extenso que elude nuestra comprensión o que no esté definido en nuestra vida diaria.

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Es el recogimiento de Israel, la salvación y exaltación de cada alma. Por lo tanto, debemos estar dispuestos a instruir a cada persona, amar a cada persona, sacrificarse por cada persona, consagrarse por cada persona. 

El sacrificio, en esencia, consiste en renunciar a algo. La consagración, por otro lado, es dedicar algo a un propósito sagrado.

Esto se verá diferente para todos nosotros. Lo que se requiere de una persona puede no ser lo que se requiera de otra.

Sin embargo, todos debemos mirar dentro de nosotros mismos y ver si nuestro corazón se ha ablandado lo suficiente, para que cuando el Señor nos llame a colocar algo en el altar estemos preparados.

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Es posible que se nos pida que usemos el nombre de la Iglesia en una conversación, incluso cuando parezca no ser lo más conveniente.

¿Lo haríamos si supiéramos que eso traerá a una sola persona a una mejor comprensión de Jesucristo?

Es posible que se nos recuerde que dejemos de odiar y ridiculizar a otros, especialmente en contra de aquellos cuyas opiniones son diferentes a las nuestras.

¿Lo haríamos si es que eso significara que no pudiéramos compartir nuestra opinión en las redes sociales?

Nuestros líderes nos han pedido que usemos mascarillas durante esta pandemia.

¿Lo haríamos si es que eso significara que nuestra familia, amigos y nuestro prójimo estén a salvo?

Está claro que la confusión en el mundo continuará. Las formas en que Satanás nos invita a la contención y la división en nuestras vidas podrán cambiar, pero no desaparecerán.

Como discípulos de Jesucristo, debemos preguntarnos con honestidad si podemos vislumbrar los atributos divinos del Salvador en nuestro rostro.

¿Qué daremos o haremos para ser transformados?

Sea lo que sea, o por incómodo o incluso exasperante que pueda parecer a veces, no será nada comparado con lo que Él dio por nosotros.

Este artículo fue escrito originalmente por Lds Living Staff y fue publicado originalmente por ldsdaily.com bajo el título “What Would You Consecrate For Just One Person?

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