Cómo defender tus creencias sin caer en la contención

personas hablando

A veces, los principios del Evangelio pueden parecer contradictorios entre sí.

Se nos ha aconsejado que procuremos tener una educación, que no tengamos deudas, que nos casemos, tengamos hijos y cuidemos de ellos. Todo esto al mismo tiempo si te es factible.

Estas cosas pueden parecer imposibles de cumplir, sin embargo, debido al consejo que hemos recibido, nos esforzamos por dar lo mejor en todas estas áreas, lo que finalmente nos conduce a resultados maravillosos.

Se nos ha aconsejado defender la verdad y la justicia y el evangelio sin caer en la contención. Es algo que también parece difícil de lograr, pero esforzarnos por cumplir con ambos honra el primero y el segundo gran mandamiento:

“Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.– Mateo 22:37-39

No te escondas

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Puede ser tentador, en un esfuerzo por evitar toda contienda, dejar pasar las falsas enseñanzas que encontramos si hablar de ellas. Puede incluso haber momentos en que esto sea apropiado.

El élder Jeffrey R. Holland compartió sobre esto:

“Defiendan sus creencias con amabilidad y compasión, pero defiéndanlas”.

Puede parecer improductivo defender aquello que es objeto de burla y desprecio público. A eso, el élder Holland aconsejó:

“Quizá se pregunten si vale la pena defender los valores morales con valentía en la escuela secundaria o servir en una misión sólo para que sus creencias más preciadas sean injuriadas; o luchar en contra de tantas cosas en una sociedad que a veces se burla de una vida de devoción religiosa.

Sí, vale la pena, porque la alternativa es que nuestras “casas” nos sean dejadas “desiertas”: personas desiertas, familias desiertas, vecindarios desiertos y naciones desiertas”.

Imagino que Abinadí se preguntaba qué tan relevante sería sus enseñanzas entre el pueblo del rey Noé después de haber sido expulsado de la ciudad.

Abinadí. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Él sabía que no sería bien recibido por lo que se disfrazó antes de regresar a la ciudad. Lo hizo porque había sentido que Dios lo había llamado a predicar Su palabra y debía ser obediente.

“Y aconteció que después de dos años, Abinadí vino entre ellos disfrazado, de modo que no lo conocieron, y empezó a profetizar entre ellos, diciendo: Así me ha mandado el Señor, diciendo: Abinadí, ve y profetiza a los de mi pueblo, porque han endurecido su corazón en contra de mis palabras; no se han arrepentido de sus malas obras”. – Mosíah 12:1

Abinadí fue obediente al llamado del Señor, de lo contrario no hubiera sido posible que Alma, padre, un sacerdote en la corte del rey Noé, hubiera escuchado y recibiendo su mensaje. Él no lo sabía, él solo obedeció.

Tener la valentía para decir la verdad no depende de si la persona precisa está presente escuchando en el público, lo que importa es que seamos obedientes a la voz del Espíritu que nos impulsa a hablar.

Abinadí creía que pocos, si es que había alguno, prestarían atención a sus palabras. Aún así, siguió adelante. Dijo e hizo lo que Dios le había mandado a hacer.

El Espíritu puede darnos susurros similares si tenemos la fe y el valor para decir la verdad.

La contención no es del Señor

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Cuando Jesús llegó entre los nefitas, una de las primeras cosas que les enseñó fue que aquel que “tiene espíritu de contención no es [Suyo], sino es del diablo, que es el padre de la contención” quien “irrita los corazones de los hombres para que contiendan con ira unos con otros” (3 Nefi 11:29).

El presidente Dallin H. Oaks lo expresó de esta manera:

“Como seguidores de Cristo debemos vivir en paz con los demás que no compartan nuestros valores ni acepten las enseñanzas basadas en ellos… Aunque podamos estar en desacuerdo, no es apropiado ser desagradables”.

Entonces, volviendo a nuestro dilema original. ¿Cómo podemos mantenernos firmes en nuestra defensa de la verdad sin caer en la contención? ¿Cómo discrepamos sin ser desagradables?

1. Recuerda que hay una persona real en el otro extremo de la pantalla

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Muchos de estos debates caen en la contención porque se llevan a cabo en las redes sociales. La mayoría de nosotros no somos, como declaró Nefi, “poderosos en escribir como para hablar; porque cuando un hombre habla por el poder del Espíritu Santo, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi 33:1).

Obviamente, la palabra escrita puede ser muy poderosa (las Escrituras son un ejemplo perfecto), pero a veces en una discusión escrita, puede ser fácil entrar en conflicto porque asumimos una intención basada en la elección de palabras.

Si nuestra declaración de la verdad se ha convertido en insultar o desestimar a la otra persona con estereotipos generales, entonces no nos comunicaremos con el Espíritu y ningún corazón se ablandará.

Quizá podamos seguir el consejo de William Howard Taft:

“No escribas para que te entiendan, escribe para que no te malinterpreten”.

Vuelve a leer la conversación. Léelo a tu cónyuge o amigo. ¿Suena demasiado duro? ¿Se podría malinterpretar? ¿Suena contencioso? ¿Transmite el mensaje que se pretende? Mejor aún, ¿podrías tener esta conversación cara a cara o al menos por teléfono?

Cuando se trata de enseñar o compartir la verdad, vale la pena tomarse el tiempo para hacerlo de la manera correcta.

Cuando se trata de una opinión (no necesariamente arraigada en la verdad, solo una opinión), permite que otras personas tengan el espacio adecuado para decir lo que piensan.

2. Recuerda que defender la verdad es más que solo hablar de ella

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Nuestra intención de vivir y defender la verdad no debe limitarse a las palabras que decimos o las creencias que tenemos. Defender lo que creemos es actuar conforme a ello.

Significa donar a causas y organizaciones que apoyamos y cuyas plataformas estamos de acuerdo. Significa donar de nuestro tiempo y otros recursos. Significa que nuestras acciones respaldan los principios que pretendemos creer.

El mejor ejemplo viviente que podemos dar sobre las verdades del evangelio es nuestra persona. Somos representantes del Señor Jesucristo y de Su Iglesia sobre la tierra.

3. Recuerda que SIEMPRE hay una manera cortés de decir las cosas

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Todos en algún momento han oído a alguien decir algo tosco y grosero seguido de un “¿Qué? Sólo digo la verdad”. La honestidad no justifica un comportamiento desagradable.

Podemos ser honestos y corteses. Podemos elegir decir lo que deseamos de una manera amable, amorosa y sincera.

Si recurrimos a lo tosco, brusco y grosero al transmitir nuestro mensaje, perdemos la clave para comunicarnos como Cristo lo haría. La honestidad, cortesía y la bondad no sen excluyen entre sí.

4. Confía en el Espíritu

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Cuando necesitemos hablar, el Espíritu nos impulsará a hacerlo. Ten el valor de responder. Si no es por el Espíritu, mas por ego o por orgullo, entonces detente, respira hondo y toma la decisión de no caer en la contención.

Defender la verdad y la rectitud mientras se evita la contención puede parecer un principio opuesto, sin embargo, así como la justicia y la misericordia parecen ser principios opuestos, todos son principios que Dios ha hecho posible.

Dios es amor (1 Juan 4:8) y Dios es Verdad (Juan 14:6). Él ha provisto una manera para que vivamos con ambas.

Fuente: LdsDaily

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