La verdad que José Smith nunca pudo negar

José Smith

A pesar de los insultos, burlas y acoso, hubo una verdad que José Smith nunca pudo negar, pero que aun así muchos rechazaron.

Tengo cuatro sobrinos que nacieron en el mismo año y este año todos cumplen catorce años. 

De repente se ven más altos, más maduros; van perdiendo sus facciones de niños, y, sin embargo, todavía son jóvenes, aún no saben casi nada del mundo y todavía son influenciados por la aprobación y la opinión de sus compañeros.

Poder visualizar eso me brinda una nueva perspectiva al leer la historia de José Smith, no solo de la gloriosa Primera Visión, sino de todo lo que le sucedió al joven que un día se convertiría en profeta.

José Smith

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En sus propias palabras, él expresó:

“A los pocos días de haber visto esta visión, me encontré por casualidad en compañía de uno de los ministros metodistas, uno muy activo en la ya mencionada agitación religiosa; y hablando con él de asuntos religiosos, aproveché la oportunidad para relatarle la visión que yo había visto. 

Su conducta me sorprendió grandemente; no solo trató mi narración livianamente, sino con mucho desprecio, diciendo que todo aquello era del diablo; que no había tales cosas como visiones ni revelaciones en estos días; que todo eso había cesado con los apóstoles, y que no volvería a haber más”. -José Smith — Historia 1: 21

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Imagínate a un joven de catorce años que conozcas que se encuentre en esa situación. Él ha compartido un relato de una experiencia que fue muy importante para él, solo para que el adulto en el que confió la descarte de inmediato no solo como falsa, sino que la trate también como si fuera la obra del enemigo. 

Eso me hace recordar una conversación que Hugh B. Brown tuvo con un miembro prominente de la Cámara de los Comunes británica que también era cristiano, pero que se mostraba escéptico ante cualquier afirmación de que la revelación continua fuera posible. 

Respondiendo a la afirmación de que la revelación cesó después de los tiempos del Nuevo Testamento, el élder Brown dijo:

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“¿Por qué piensa que [la revelación] llegó a su fin?”

“No lo sé”.

“¿Piensa que Dios no ha vuelto a comunicarse desde entonces?”

“Estoy seguro que no”.

“Debe haber algún motivo; ¿me puede decir alguno?”

“Ignoro el motivo”.

“Si se me permite, voy a sugerir algunas posibles razones: quizá Dios ya no habla a los hombres porque no puede hacerlo; ya ha perdido Su poder para hacerlo”.

Él respondió: “Desde luego que suponer eso equivaldría a blasfemar”.

“Bueno, en ese caso, si no acepta esa razón, entonces quizá ya no habla a los hombres porque ya no nos ama. Ya no se interesa por los asuntos de los hombres”.

“No”, dijo, “Dios ama a todos los hombres y no hace acepción de personas”.

“En ese caso, si Dios puede hablarnos y nos ama, entonces la única respuesta posible, según lo veo yo, es que ya no lo necesitamos. Hemos logrado avances tan rápidos en la ciencia, somos tan cultos y educados, que ya no necesitamos a Dios”.

Entonces él respondió con una voz temblorosa, mientras pensaba en la guerra inminente: “Señor Brown, nunca ha habido un momento en la historia del mundo en que se haya necesitado la voz de Dios de manera tan crítica como ahora. Quizá pueda decirme usted por qué [Dios] no nos habla””.

Aquel intercambio ocurrió justo al inicio de la Segunda Guerra Mundial. La necesidad imperiosa de la voz del Señor en nuestros tiempos es igual de verdadera en la actualidad. 

Volviendo a la historia del joven de catorce años, él relató:

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“Sin embargo, no tardé en descubrir que mi relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí entre los profesores de religión, y fue la causa de una fuerte persecución, cada vez mayor; y aunque no era yo sino un muchacho desconocido, apenas entre los catorce y quince años de edad, y tal mi posición en la vida que no era un joven de importancia alguna en el mundo, sin embargo, los hombres de elevada posición se fijaban en mí lo suficiente para agitar el sentimiento público en mi contra y provocar con ello una encarnizada persecución; y esto fue general entre todas las sectas: todas se unieron para perseguirme.

En aquel tiempo me fue motivo de seria reflexión, y frecuentemente lo ha sido desde entonces, cuán extraño que un muchacho desconocido de poco más de catorce años, y además, uno que estaba bajo la necesidad de ganarse un escaso sostén con su trabajo diario, fuese considerado persona de importancia suficiente para llamar la atención de los grandes personajes de las sectas más populares del día; y a tal grado, que suscitaba en ellos un espíritu de la más rencorosa persecución y vilipendio. Pero, extraño o no, así aconteció; y a menudo fue motivo de mucha tristeza para mí”. – José Smith — Historia 1: 22-23

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¿Cómo podría alguien tan joven tener la fuerza para hacer frente a una persecución tan unánime? ¿No hubiera sido más fácil que se rindiera?

¿Acaso no te detendrías a preguntarte porque todos a tu alrededor te dicen que tener visión es imposible, que tal vez estás equivocado?

“Sin embargo, no por esto dejaba de ser un hecho el que yo hubiera visto una visión. 

He pensado desde entonces que me sentía igual que Pablo, cuando presentó su defensa ante el rey Agripa y refirió la visión, en la cual vio una luz y oyó una voz. Mas con todo, fueron pocos los que le creyeron; unos dijeron que estaba mintiendo; otros, que estaba loco; y se burlaron de él y lo vituperaron. 

José Smith

Pero nada de esto destruyó la realidad de su visión. 

Había visto una visión, y él lo sabía, y toda la persecución debajo del cielo no iba a cambiar ese hecho; y aunque lo persiguieran hasta la muerte, aun así sabía, y sabría hasta su último aliento, que había visto una luz así como oído una voz que le habló; y el mundo entero no pudo hacerlo pensar ni creer lo contrario.

Así era conmigo. Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto; y mientras me perseguían, y me vilipendiaban, y decían falsamente toda clase de mal en contra de mí por afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad he visto una visión; y, ¿quién soy yo para oponerme a Dios? O, ¿por qué piensa el mundo hacerme negar lo que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo… ”. – José Smith — Historia 1: 24-25

Gratitud

El testimonio de José sobre su experiencia fue firme e innegable. Esa seguridad fue la base necesaria para todo lo que le esperaba en su vida. 

¿Tienes un testimonio del cual podrías decir, ante insultos, burlas y acoso, “y no podía negarlo”?

Los profetas de nuestros días nos han dicho que también nosotros necesitaremos ese tipo de firme cimiento, “fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12). 

profeta Russell M. Nelson

En la sesión de la Conferencia General de abril de 2018, el presidente Nelson testificó: 

“En los días futuros, no será posible sobrevivir espiritualmente sin la influencia guiadora, orientadora, consoladora y constante del Espíritu Santo”.

Nuestra supervivencia espiritual depende de que fortalezcamos el tipo de testimonio que no podemos negar. Pero no podemos esperar a tener una visión como la que tuvo José. Lamán y Lemuel vieron ángeles y aun así negaron a su Dios una y otra vez.

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Buscar y recibir revelación de la que pueda estar seguro no es tan simple como esperar a un visitante celestial. Viene con hacer del Espíritu Santo nuestro compañero constante.

Es asombrosamente poderoso que cualquiera de nosotros pueda obtener un testimonio tan fuerte que, sin importar las persecuciones que puedan suceder, podemos decir como José: “Y no podía negarlo”. 

A eso deberíamos aspirar.

El Señor está ansioso y dispuesto a ayudarnos en el camino hacia esa certeza, si tan solo estamos dispuestos a procurar con humildad Su amorosa guía.

Fuente: Meridian Magazine

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